Después de haber rozado peligrosamente la extinción debido a la industria de la caza, la población de ballenas jorobadas que habita el océano Atlántico sur, la cual había disminuido hasta los 450 individuos, se ha recuperado.
Ahora, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Washington publicado en la revista Royal Society Open Science la población de jorobadas del Atlántico Sur está cerca de las cifras previas a la caza masiva de este animal marino.
Asimismo, la Comisión Ballenera Internacional quien estudia y protege a estos animales, informó que “La protección condujo a una fuerte recuperación y se estima que la población actual es del 93% de su tamaño previo a la explotación”.
Es decir, que ahora se estima, hay una población de alrededor de 25 mil ballenas jorobadas; a lo que la CBI dijo sentirse sorprendida, pues “la población se estaba recuperando más rápidamente de lo que habían sugerido los estudios anteriores”.
De estas, la CBI reconoce siete poblaciones reproductoras en el hemisferio sur, en las cuales cada ballena jorobada es única, pues el patrón de manchas blancas y negras en la parte inferior de sus colas es tan individual como una huella digital humana.
Impacto del aumento de ballenas en el ecosistema
Además de mantener y restaura parte de la biodiversidad del planeta, las ballenas logran almacenar 33 toneladas de CO2, lo que indica la población actual absorbe cerca de 813,780 toneladas de CO2.
Sin embargo, aunque estos hallazgos son una buena noticia y se demostró que "Las poblaciones de vida silvestre pueden recuperarse de la explotación si se aplica una gestión adecuada", Alex Zerbini, del Laboratorio de Mamíferos Marinos del Centro de Ciencias Pesqueras NOAA de Alaska, comentó que el aumento de este mamífero puede tener reacciones adversas.
Pues de acuerdo con su estudio “La recuperación de las ballenas jorobadas del Atlántico Sur puede provocar grandes extracciones de su presa principal, el krill antártico, y tiene el potencial de modificar la estructura de la comunidad en sus zonas de alimentación”.
Por lo que “Se necesita un monitoreo continuo para comprender cómo responderán estas ballenas a las amenazas modernas y a los cambios climáticos en sus hábitats”.