Camille Claudel, igual que Carmen Mondragón (Nahui Olin) con Dr. Atl, fue hecha trizas por Auguste Rodin hasta quedar vacía. Este Día internacional de la Mujer, te contamos de su vida y obras: la historia de una mujer que no pudo ser.
Nació en Villeneuve, Francia, en 1864. Camille Claudel parecía estar destinada al éxito; tenía talento, belleza, inteligencia, fuerza y coraje para enfrentarse al mundo en la época más conservadora. Pero como muchas de las relaciones tormentosas de artísticas del Siglo XX y más atrás, su relación con Rodin devastó su "yo".
{username} (@miraquecuento) March 8, 2021
Camille Claudel, el surgimiento de una genio
Camille Claudel empezó a esculpir y modelar sola; sin maestros ni antecedentes familiares. A los 12 años hizo un grupo en arcilla que atrajo a artistas locales hasta que uno de ellos, Boucher, la presentó al director de Bellas Artes, quien le preguntó si había tomado clases con Rodin por las semejanzas que tenía su obra con las del artista.
Compartían características en un arte rutinario para la época, pero como menciona Rosa Montero en "Nosotras, historias de mujeres y algo más", Camille era Camille antes de Rodin. Su padre era violento y la tenía como su favorita, lo que hizo crecer el odio de su madre hacia Claudel, sobre todo cuando las mandó a París para que ella estudiara.
Camille Claudel trabajaba de Sol a sombra en un estudio que alquiló con otras tres jóvenes escultoras y en 1883 conoció a Rodin; él tenía 44 años, ella 19. Se hicieron amantes y empezó a trabajar como aprendiz en el taller de Auguste, pero nunca vivieron juntos aunque ella habría quedado embarazada en varias ocasiones sin que se sepa si dio a luz y entregó a los niños en adopción o prefirió interrumpir los embarazos.
Camille Claudel, la decadencia
Como si su destino hubiera sido ser una mujer rota, a Camille Claudel no se le reconoce que el tiempo que pasaron juntos fue el de mayor creatividad para Rodin, además de que por lo menos en una ocasión, se pudo comprobar que una obra firmada por él, era de Claudel. Se sabe, por ejemplo, que ella hizo las manos y los pies de "Las puertas del infierno".
"Todos esos maravillosos dones que la naturaleza le había otorgado, no han servido más que para traerle la desgracia"<br>
Paul Claudel, su hermano.
Él nunca le dio un sueldo, pero se hizo cargo un tiempo de su renta y los gatos; condenándola al papel de "la otra". Todo esto convirtió a Camille Claudel en una persona por completo distinta: a los 29 ya no era la misma joven dispuesta a comerse al mundo. Por más que se esforzara, su talento no era reconocido bajo la sombra de Auguste, así que terminó con él y comenzó un nuevo estudio aunque no tenía ni un peso.
Mientras ella no podía pagar las cuentas, Auguste Rodin triunfaba con esculturas transgresoras quizá inspiradas en ideas de Camille Claudel que no habían sido consideradas por los críticos, quienes por haber sido hechas por una mujer las veían como "anormales". Y fue entonces cuando enloqueció.
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Camille Claudel, la locura
Camille Claudel empezó a creer que Rodin le robaba todas sus ideas y la perseguía, incluso que planeaba una conspiración para matarla. En 1905 empezó a romper a martillazos todas las obras que terminaba para que nadie pudiera copiarlas. El 2 de marzo de 1913 muere su padre y su madre aprovecha para enviar a dos enfermeros que irrumpen en su casa y la conducen por la fuerza a un psiquiátrico.
"Se me reprocha, ¡oh, crimen espantoso!, haber vivido sola"
Camille Claudel.
No volvió a salir de allí pese a las constantes súplicas; murió en 1943, tras 30 años encerrada sin que nunca su madre la visitara. Resignada, Camille Claudel dejó de pedir que la dejaran libre aunque estaba lúcida y no era agresiva. Las creencias de que Rodin quería robarle sus obras permanecieron, tal vez con razones.
En 1920 su médico aconsejó a sus familiares sacarla, pues la veía sana, pero ellos se negaron rotundamente y, 12 años después de su muerte, cuando quisieron recuperar el cadáver, se enteraron de que el cementerio del manicomio había sido removido y sus restos se habían perdido. Hoy, hay muy pocas obras donde podemos admirar su grandeza, y Camille Claudel, como subraya Montero, ni siquiera tiene una tumba.
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