La locura de Carlota de Bélgica, cuyo nombre en realidad era María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha y Orleans... inició en 1866, cuando le comunican que Maximiliano sería fusilado.
Desesperada, tomó su carruaje, se dirigió a Veracruz y de allí a Europa a pedir auxilio. Visitó a Napoleón y al Papa, pese a que ninguno quería verla. Y es justamente aquí cuando se registra el primer brote de inestabilidad mental. El emperador francés Napoleón III le sirvió una naranjada pero ella le reclamó que la quisiera matar envenenada.
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La paranoia y la frustración de no ser madre
Salió entonces en busca del Papa Pío IX, quien la desesperó con falsas promesas y presenció otro de sus desequilibrios cuando ella, que moría de hambre (sólo tomaba agua de la Fontana di Trevi y comía únicamente huevos de la misma gallina de oro que la acompañó durante todo el viaje) metió los dedos a su chocolate caliente.
Arrodillada y sollozando, casi a gritos, le imploró hospitalidad diciéndole que no se levantaría hasta no obtener el asilo que solicitaba pues hasta allí podían llegar asesinos enviados por Napoleón III para matarla.
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La sombra de una princesa
Al parecer, el asunto se puso tan feo que Pío IX le permitió dormir en el Vaticano, convirtiéndose en la primera y única mujer en la historia que pasa la noche en la Santa Sede, hasta que su hermano mayor, Leopoldo, va por ella. Así, Carlota quedó devastada ante las grandes traiciones que había experimentado, así como con la caída del imperio, con la cual también quedaron destruidas sus esperanzas de gobernar México.
La frustración por gobernar, aunada a la frustración del amor y de ser madre (nunca tuvo un hijo u heredero), la dejaron sin existencia y sin razón. Carlota Amelia, también conocida como Carlota "de México", murió el 19 de enero de 1927 como la mujer más rica y triste de su época. Hoy cumpliría 179 años.