Alexandre Cabanel pintó en 1847 “El ángel caído”, una obra que retrata la lágrima de Lucifer tras ser expulsado del paraíso.
En el cuadro, Lucifer se cubre el rostro avergonzado y se recuesta sobre una piedra mientras que en sus ojos rojos se ve odio, rencor, humillación y una lágrima a punto de caer.
¿Pudo haber estado triste de no volver al paraíso? ¿Quizá se arrepintió de lo que hizo? ¿Quién es Lucifer y por qué fue expulsado? Te contamos el detrás de la pintura de Alexandre Cabanel.
¿Quién es Lucifer? El ángel caído retratado por Alexandre Cabanel
Se dice que Lucifer fue uno de los ángeles favoritos de Dios e incluso su mano derecha, que un día decidió rebelarse porque creía tener el mismo poder de este o incluso más.
Su único defecto era la soberbia, así que reunió a un ejército de ángeles rebeldes para emprender acciones contra su creador.
Sin embargo, luego de enfrentarse a San Miguel, protector de la Iglesia universal, tanto Lucifer como sus seguidores fueron expulsados y condenados a vivir en la Tierra.
Así es como lo pintó Alexandre Cabanel.
¿Lucifer fue realmente un ángel caído?
Aunque en la tradición cristiana Lucifer fue un ángel muy bello que terminó siendo expulsado por Dios, hay pocas versiones en donde se le conozca con este nombre.
La palabra viene del latín y significa “portador de luz”, por lo que para referirse a la contraparte de Dios (la oscuridad) se usa más Luzbel, Satanás o Diablo.
En consecuencia, se piensa que Lucifer quizá era su nombre antes de la caída y, si bien pudo haber sido un ángel, tal vez sería más correcto decir que se trató de todo un ejército de ángeles rebeldes.
Por otra parte, Satanás en hebreo significa “oponente”, una definición más apegada a la descripción del ángel caído.
Empero, los kabalistas no usan “Satán” para referirse a Lucifer, sino a todo aquello que nos distrae de nuestro verdadero propósito: hacer trabajo espiritual para ir quitando las capas que nos alejan del creador.
En este sentido, uno de los oponentes sería el ego; es decir, Lucifer no existe fuera de nosotros, sino que está adentro, en nuestra oscuridad, por lo que finalmente, forma parte de nosotros.
En consecuencia, no necesariamente es malo, sino que podría verse como una oportunidad para mirar nuestros contrastes y transformarnos.