Al enfrentar el reto de rescatar y preservar la Casa de Cortés, ubicada cerca del puerto de Veracruz, los restauradores del Instituto Nacional de Antropología e Historia enfrentaban un sólo reto: Los visitantes a la casa adoran los impresionantes árboles de ceiba, cuyas raíces se han enredado y han penetrado en las paredes de las ruinas, creando una especie de cortina natural en la construcción.
"Vienen a diario muchos visitantes y turistas, atraídos por la trascendencia que tiene lo que es por un lado la Casa de Cortés, y por lo que implica ver las raíces, cómo han penetrado en los muros. Y esto ha creado un ambiente un tanto antiguo, que ellos pueden encontrar", dijo Gladys Martínez, una de las arquitectas que trabajan en el proyecto.
En algunos casos, esas cortinas de raíces podrían estar sosteniendo pedazos de la casa, construida a comienzos de la década de 1520 por el conquistador español Hernán Cortés, como el primer asentamiento de lo que se convertiría en la puerta de enlace entre América y Europa.
Pero en el 2010 el Huracán Karl, de categoría 3, afectó la costa del Golfo de México y derrumbó algunos de los árboles en la Casa de Cortés, así como partes de las paredes exteriores que estaban atrapados entre sus raíces.
Las habitaciones sin techo de la casa, que rodeaban un gran patio, tenían años con una altura menor a la original, pero tras el huracán estaban realmente en peligro y necesitaban recuperarse. En contraste, el Palacio de Cortés, construido cerca de 1526 en lo que ahora es el estado central de Morelos, está mucho mejor preservado.
Durante la mayor parte del siglo XX en México se habría pensado en retirar la vegetación que creció con los siglos y "reconstruir" las estructuras de acuerdo a lo que los expertos pensaban que era la forma en la que se debieron ver las estructuras originales, ya fueran pirámides, templos u otros edificios históricos.
Las reconstrucciones solían estar basadas en el conocimiento incompleto que se tenía de las estructuras originales, lo que llevaba a reformulaciones inexactas.
"En el pasado se intentaba dar a los sitios un toque Disney", dijo el arqueólogo Ben Thomas encargado del programa de preservación en el Instituto de América, con sede en Boston, Massachusetts. "Ahora están permitiendo que el visitante llegue a sus propias conclusiones usando su propia inteligencia".
Los expertos mexicanos decidieron que permitirían a las ruinas a permanecer como estaban pero sin correr peligro de desaparecer. Decidieron usar materiales de la época como ladrillo, vigas y piedras de río para reconstruir las arcadas, caídas hace años, que ayudaban a sostener las paredes.
Su meta es fortalecer las paredes viejas sin cortar los queridos árboles.
"Intentar separarlos sería atentar contra el monumento, pues la ceiba ya forma parte de la estructura portante de los paredones", dijo Martínez.
Los investigadores encontraron los cimientos de partes de la casa que habían quedado en el olvido, pero esas paredes no serán reconstruidas hasta el nivel del techo. Tampoco tratarán de reconstruir los techos en la mayoría de la casa, en general porque no tienen ninguna información fidedigna sobre cómo se veían.
Thomas, quien no estaba involucrado en el proyecto, subrayó que este tipo de preservación y consolidación que no es invasivo "es una tendencia en aumento".
De hecho dijo que algunos trabajos de restauración invasivos se están retirando de las estructuras originales. El Instituto Arqueológico de América patrocinó un proyecto que comenzó en la década de 1880 en Assos, Turquía, donde un templo antiguo fue restaurado con los mejores materiales de la época: Concreto y varillas de acero. El acero se oxidó y en el 2000 el instituto financió nuevamente un proyecto de restauración pero para retirar las viejas reparaciones y reemplazarlas con piedras locales.
A pesar de que menos suele ser más, Thomas advirtió que se necesitaría señalización e información para visitantes en sitios arqueológicos sobre los que ha revivido la naturaleza, como las pirámides de Tikal en Guatemala, que en la actualidad están cubiertas de la vegetación exuberante de la selva. Cuando se construyeron originalmente eran el centro de una ciudad enorme.
"La gente a veces no entiende que no se veía así", dijo Thomas. "Este era un centro urbano ... era como Nueva York".
En el caso de la Casa de Cortés, las ceibas frondosas podrían darle a los visitantes una idea muy clara de lo que pasó en el lugar.
Los españoles terminaron por abandonar la casa, en la que al parecer nunca llegó a vivir Cortés (aunque sí funcionó como base para los españoles), ubicada a metros de un río tropical en una zona llena de insectos y a los pocos años fundaron el puerto de Veracruz en una ubicación más sanitaria, a unos kilómetros al sur.