Científicos de la Escuela de Medicina de Harvard lograron revertir la pérdida de visión causada por enfermedades como el glaucoma o por la edad en ratones, para esto utilizaron “reprogramación” genética en las células de la retina.
En el estudio publicado en la revista científica Nature este miércoles 3 de diciembre del 2020, los investigadores proporcionaron la primera "prueba de concepto" sobre la posibilidad de detener y revertir el envejecimiento de los tejidos y nervios oculares de los animales.
"Al comienzo de este proyecto, muchos colegas dijeron que nuestro enfoque fallaría o que sería demasiado peligroso. Nuestros resultados sugieren que este método es seguro y que podría revolucionar los tratamientos de ojos y de muchos otros órganos afectados por el envejecimiento".
Yuancheng Lu, coautor del estudio.
Durante esta investigación, los científicos estadounidenses "curaron" la pérdida de visión en ratones que sufrían una enfermedad similar al glaucoma humano, causa principal de la ceguera en el mundo.
Hasta ahora, los tratamientos disponibles para esta enfermedad solo consiguen retrasar el deterioro; ahora, este avance podría llegar a revertir los efectos.
"Nuestro estudio demuestra que es posible revertir de manera segura el envejecimiento de tejidos complejos, como la retina, y devolverles su función biológica juvenil".
David Sinclair, principal autor del estudio.
También se mencionó que este nuevo enfoque podría aplicarse en otras investigaciones para terapias encaminadas a la reparación de tejidos en diferentes órganos, así como para revertir el envejecimiento y enfermedades vinculadas.
Para su investigación, los científicos se centraron en las células del sistema nervioso central y analizaron si la capacidad regenerativa de los ratones jóvenes se podría replicar en los adultos.
Ahora los científicos están averiguando si el tratamiento pude replicarse en humanos:
"Esperamos tratar el glaucoma en pacientes humanos (en una etapa de prueba) en dos años".
David Sinclair.
Como resultado final, el tratamiento duplicó el número de células ganglionares retinianas que sobrevivieron a una lesión ocular y multiplicó por cinco el proceso de regeneración del nervio óptico.