La enfermedad del Ébola fue descubierta por primera vez hace 40 años, sin embargo, desde entonces no se han desarrollado tratamientos con licencia o vacunas que puedan erradicar la mortandad que alcanza hasta el 90 por ciento de los infectados por la fiebre hemorrágica.
En marzo de este año, el virus fue reportado por primera vez en Guinea, país del occidente africano que colinda con Liberia y Sierra Leona, lo cual demostró que el reciente brote de Ébola es capaz de viajar a través de las fronteras, aunque durante su primer aparición se había desarrollado en lugares remotos. El impacto de la nueva cepa dejó en cuatro meses, mil 93 personas infectados y a por lo menos 650 fallecidos.
David Heymann, profesor de Epidemiología de Enfermedades Infecciosas en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, informó que el brote en las fronteras internacionales no se manejó de manera apropiada, pues los 24 brotes conocidos se habían controlado con facilidad.
Uno de los problemas del tratamiento para el Ébola, es que no se dispone de medicamentos o vacunas debido a su presencia periódica, remota y de pequeña escala, lo cual significa que tampoco se dispone de muestras poblacionales grandes para el estudio de los efectos, por ello cuando se trata la infección con el objetivo de impedir su transmisión, no es posible proteger a quienes han estado expuestos al virus.
La biología del virus también dificulta el desarrollo de vacunas, pues se presenta bajo diversas formas, a lo que se suma su capacidad de replicarse con rapidez y por ende, evolucionar para resistir a la vacuna con la misma velocidad.
Sin embargo, pese a las características del virus, el centro de investigación de vacunas en el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos (NIAID) ha desarrollado una vacuna, que en opinión de algunos, podría ser probada con el actual brote para conocer su efectividad, siempre que se respeten los estándares éticos.
Una de las situaciones que enfrentan los trabajadores de salud es con respecto a las prácticas culturales, tales como funerales, donde la limpieza tradicional de cuerpos que expone a los presentes a una infección, además, la desconfianza a gobiernos y ministerios de salud, ocasiona suspicacia contra el personal de salud, incluso violencia: arrojar piedras o amenazar con machetes.
Una de las propuestas considera al personal de salud como la mejor población para el estudio, debido a su contacto con los enfermos y su conocimiento de la enfermedad, sin embargo, si aceptan participar, se efectuará mediante consentimiento informado.
Con información de CNN