La palabra tsunami se usa para definir una inmensa masa de agua que se desplaza a través del océano, generalmente después de un terremoto en el lecho del mar.
Una parte de este lecho es empujada hacia arriba o se hunde como consecuencia del violento temblor en la corteza terrestre. La fisura provocada desplaza enormes cantidades de agua, en forma de olas capaces de cubrir grandes distancias a la velocidad de un jet.
El terremoto magnitud 7.5 ocurrido frente a la isla indonesia de Sulawesi generó un tsunami cuya altura alcanzó metro y medio, que pegó a la ciudad de Palu, en la isla de Célebes. Cifras oficiales señalan que más de mil 200 personas han muerto, escenario que podría complicarse pues las tareas de búsqueda no han cesado, los hospitales están saturados de heridos y los sobrevivientes luchan contra el hambre y la sed.
La palabra tsunami tiene su origen en dos palabras japonesas que significan “puerto” y “ola”.
Al generarse, un tsunami provoca olas relativamente pequeñas que van creciendi a medida que se acercan a la costa. Para quienes viven en ella, la primera señal preocupante es la retirada del mar y la llegada de una o varias olas de gran magnitud.
Pero son varios los factores que determinan la potencia y la capacidad destructora de un tsunami. Depende, ante todo, de la intensidad del terremoto previo, del volumen de agua desplazado, de la topografía del lecho marino y si hay obstáculos naturales que limiten su impacto. En ese sentido, la destrucción de manglares o arrecifes de corales, cuya función es protectora, puede provocar un mayor número de víctimas de los tsunamis.
Con información de AFP