A Donald y Kathryn Blair   Sin lugar a dudas, María Antonieta Rivas Mercado fue una de las mujeres más importantes en la vida artística y cultural del siglo XX porque gracias a su generosidad incondicional muchos artistas fueron conocidos y reconocidos hasta nuestros días.

Gracias a ella fue posible la orquesta sinfónica de Carlos Chávez, ella compró la mayoría de los instrumentos musicales, creó el Teatro Ulises, apoyó a escritores con la publicación de sus obras y hasta financió la campaña presidencial de José Vasconcelos.

La vida de María Antonieta Rivas Mercado fue un torbellino, tuvo momentos de gloria, plenitud pero enfrentó situaciones trágicas que la orillaron a tomar una difícil decisión con la que terminó su vida.

  Los padres de Antonieta Rivas Mercado eran Antonio Rivas Mercado y Matilde Castellanos Haaf, él era el arquitecto de cabecera de don Porfirio Díaz, a él se deben obras importantes como la Columna de la Independencia que se erigió precisamente para conmemorar las Fiestas del Centenario, el Teatro Juárez de Guanajuato y el Palacio Municipal de Tlalpan y doña Matilde, era una mujer de cierta alcurnia, con educación y amplia cultura que además se sentía muy orgullosa por haber  escalado a los diez años de edad el Popocatépetl.

De este matrimonio nacieron María Emilia (quien murió a los pocos días de nacida), Alicia, Antonio (quien murió al nacer), María Antonieta quien llegó al mundo el 28 de abril de 1900, Mario y Amelia.

  Alicia era una niña mimada y obediente, Antonieta era lo opuesto a ella, pese a los esfuerzos de su madre por mantenerla en orden y vestirla correctamente, la pequeña era una auténtica rebelde y se la pasaba haciendo travesuras.

La casa en la que habitaban era una belleza, estaba ubicada en la tercera calle de Héroes número 45, tenían muebles europeos, habitaciones con lujosas recámaras, un gimnasio pequeño, un gran jardín con rosales, plantas, una fuente, macetas, árboles y hasta un pequeño observatorio que don Antonio instaló para mirar astros.

  Los Rivas Mercado se esmeraron mucho en la educación que recibirían sus hijas, aprendieron primero a escribir y hablar en Inglés que en Español, sus institutrices quienes eran también maestras les enseñaban las materias obligatorias durante el régimen porfiriano y no se salvaron de las actividades propias de su sexo: bordado, tejido, cocina, elaboración de encajes y pirograbado.

Contrario a lo que acostumbraban en otras casas, las niñas Rivas Mercado siempre se sentaban en el comedor junto con sus padres y otros invitados.

  A diferencia de su hermana Alicia quien era muy cercana a su mamá y la mayoría de las veces se comportaba como una señorita de sociedad, Antonieta a medida que iba creciendo se acercó más a su padre y a su mundo, cultivó su inteligencia, practicaba deporte en el gimnasio de su casa, leía con fluidez, le interesaban también la música, poesía, pintura y escultura.

  Don Antonio a veces invitaba a su casa a artistas jóvenes quienes no contaban con recursos para continuar, Antonieta era testigo de actos de generosidad de su padre hacia estos artistas desamparados y ella tendría estas prácticas a lo largo de su vida.

Infancia es destino.

  Cuando don Antonio recibió la orden de hacer la Columna de la Independencia viajó a Francia y se llevo con él a sus hijas mayores quienes durante su estancia en el Viejo Mundo aprendieron el Francés, en este viaje Antonieta decidió sacrificar su larga cabellera y cortó su pelo al estilo de Juana de Arco, el cabello corto sería su principal característica.

En Francia se moverían principalmente en el círculo de artistas, allá conocieron a Diego Rivera quien estaba en su etapa cubista y compartía su vida con Angelina Beloff, su primera esposa a quien no reconoció cuando está haciendo un esfuerzo sobrehumano viajó a México y Rivera ignoraría olímpicamente.

Ahí también estudiarían ballet para el que Antonieta demostró que tenía grandes cualidades pero para desarrollarse como bailarina tendría que haber permanecido en Francia, su padre no le dio permiso y volvieron a México.

  De regreso a su país, don Antonio se dedicó de lleno a la construcción de la Columna de la Independencia, Antonieta admiraba los bellos bronces que adornan la Victoria Alada, erróneamente se piensa que su rostro es el de el Ángel pero no es así.

Por aquellos días de fiesta el abuelo materno de Antonieta falleció, doña Matilde por el luto no pudo acompañar a su esposo y su hija mayor Alicia tomó su lugar, Antonieta también asistió y escuchó orgullosa a su padre leer el discurso de la inauguración del monumento en donde explicaba con detalle ante todos los visitantes lo que simbolizaban los elementos de la construcción.

  La vida de los Rivas Mercado hasta 1911 había transcurrido idílicamente, pero cuando la Revolución estalló y don Porfirio Díaz se fue al exilio todo el país se trastornó.

Don Antonio Rivas Mercado era defensor del régimen porfiriano y estaba dentro del famoso grupo de los Científicos quienes transformaron la realidad cultural del país.

La Revolución se instaló justo frente a su casa y la seguridad familiar se alteró porque en la recientemente abandonada casa de la familia Casasús el General Lucio Blanco instaló su cuartel general y entrenaba a sus soldados en la casa del arquitecto.

En esos días convulsos Antonieta hizo su primera comunión, en 1913, además de la Decena Trágica la familia Rivas Mercado se convulsionó y sobrevino la separación del matrimonio, porque durante los meses de encierro doña Matilde hacía extrañas salidas y el repudio absoluto llegó cuando Antonio descubrió que su esposa sostenía una relación extramarital, disfrazado de un viaje de quinceañera, Matilde se fue a Europa acompañada de Alicia, dejando a Antonieta a cargo de su padre y de sus hermanitos menores, de pronto le cayó a Antonieta la responsabilidad de tajo.

     Antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, Alicia contraería nupcias en Europa con don José Gargollo, con quien procreó dos hijos: Guillermo y Luis, doña Matilde volvería a México pero no volvió a la casa familiar.

Otra versión de la separación es que Matilde ayudó a su hermano José castellanos, hipotecando, a escondidas de su esposo bienes familiares.

Antonieta siempre tuvo la sensación de abandono y estaba enfadada con su madre, ella era protectora con él, eran cómplices y su relación se fortaleció mucho.

Antonieta administraba el hogar y cobraba las rentas de las vecindades de su padre acompañada siempre por su chofer.

  Tal vez como un escape a las actividades cotidianas de las que tuvo que hacerse cargo, la literatura fue el vehículo para huir de la realidad, se adentró en el estudio de la Filosofía que realizaba con responsabilidad espartana y además tomaba clases de piano en el Conservatorio, ella desde los 14 años hacía y deshacía, pese a las críticas de familiares, don Antonio jamás regañaba a Antonieta ni le negaba nada.

Antonieta igual leía a Shopenhauer que asistía a estudios teosóficos, espiritismo, sesiones de hipnosis o prácticas de yoga siempre acompañada de su prima la Beba Rivas.

  Gracias al círculo diplomático al que su padre tenía acceso a pesar de la Revolución, Antonieta tenía amigas, hijas de personajes de la política y alta sociedad que realizaban kermesses y fiestas a las que asistían miembros de las comunidades belgas, francesas, inglesas y norteamericanas.

Ahí conoció Antonieta al hombre con quien se casaría a los dieciocho años, un inglés propietario de una mina de carbón en Kentucky, en Estados Unidos llamado Albert Edward Blair, quien era amigo de Raúl y Julio, los hermanos menores de Francisco I.

Madero y lo convencieron de ser un maderista recalcitrante.

  Albert y Antonieta se casaron el 27 de julio de 1918 en una boda sobria, el 9 de septiembre de 1919 nacería Donald Antonio Blair Rivas Mercado, su único hijo.

Eran una pareja hermosa, él, hombre culto e idealista, diez años mayor que ella, él se movía dentro del círculo del poder, estaba fascinado con Antonieta por su madurez, inteligencia y cultura.

Visitaron Estados Unidos, al principio todo auguraba felicidad pero la pareja al poco tiempo comenzó a tener diferencias que no cesaron con la llegada del primogénito, pero Antonieta consagró su amor en el niño haciendo a un lado a su esposo.

  En 1921 el matrimonio se fue a vivir a un rancho de la familia Madero en San Pedro de las Colonias, Antonieta no soportó la vida de campesina porque no estaba diseñada para ello, era una mujer bastante liberal, necesitaba nutrirse de cultura, amaba sus libros, cosa que no soportó Albert y en un arranque de furia se los quemó todos, Antonieta tenía todo menos espíritu de mártir y una noche tomó a su hijo enfermo de fiebre por una infección intestinal  y huyó de la casa.

Su padre la recibiría en su casa de Héroes 45 y enfrentó a Albert cuando vino a buscarlos.

  Ya en México, Antonieta volvió a sus actividades culturales, se reunía con Salvador Novo, Javier Villaurrutia, con Diego Rivera, no se separó definitivamente de Albert pero tampoco dejó de lado sus propios intereses, en esa época don Antonio Rivas Mercado quiso irse a Francia, invitando a Antonieta y a su nieto a que lo acompañaran,  Albert no aceptó la invitación pero permitió que su esposa e hijo viajaran, el 9 de octubre de 1923 fue la despedida, permanecerían en Europa tres años.

  Volvieron a México porque la salud de don Antonio iba en declive, Antonieta solicitó el divorcio de Albert Blair, se instalaron nuevamente en la casa de Héroes, Antonieta recibió la trágica noticia del suicidio de su prima y amiga la Beba Rivas, con quien había compartido momentos inolvidables en su infancia y adolescencia.

Cuando la enfermedad de don Antonio se hizo presente, Antonieta lo cuidó con estoicismo, su hermana Alicia había vuelto de Europa como una gran señora de sociedad, tuvo discusiones con ella cuando la madre se presentó para ver a su esposo, Antonieta no permitió que Matilde se acercara a él y lo defendió como una leona.

Solo permitió que acompañaran a su padre a sus hermanos, Mario y .

Amelia, cuando llegó la muerte Antonieta se sumergió en un profundo dolor.

  El testamento de su padre la favoreció en todo, sin embargo la casona de Héroes fue para su hermana Alicia quien aliada con su madre, les pidió al mes de la muerte de don Antonio que desalojaran, aunque Antonieta era prácticamente millonaria.

Ellos se mudaron a una casa ubicada en Monterrey 107, Antonieta comenzó a salir con Enrique Delhumeau, pero la relación no prosperó.

Por aquellos días conoció a un pintor del que se enamoró perdidamente Manuel Rodríguez Lozano, quien nunca le correspondió a pesar de las cartas apasionadas que ella le escribió y no le correspondió a Antonieta por falta de atracción, ellos llevaban una amistad platónica sino porque el pintor era abiertamente homosexual.