"La Guerra que nos ocultan" es la radiografía de un país: México, libro que uno de sus autores, Francisco Cruz Jiménez, admite que ha sido muy duro de escribir porque incluye crueldad.

En entrevista con SDPnoticias, Cruz, quien junto a Félix Santana Ángeles y Miguel Ángel Alvarado escribieron este libro de 374 páginas editado por Planeta que hubiesen preferido no tener que escribir por su alto contenido de crueldad, "pero alguien tenía que hacerlo".

Su escritura le ha legado a Francisco, una perspectiva que ha cambiado su vida completamente: "confirma todo lo que yo pensaba del gobierno, la brutalidad de la que es capaz", acota el periodista, cuya personalidad cálida y amable contrasta con los datos duros del libro.

"La verdad es que en mis libros, trato de resolver las interrogantes que yo tengo dentro, estoy tratando de hacer, con Félix y con Miguel, un libro que yo quiero leer", no es que no le interese un diálogo con la sociedad, explica, pero es consciente de que en México no se leen libros.

El libro es complejo, como el propio Francisco admite: conecta muchos datos que se manejan en medios y en la opinión pública, sin embargo, la gracia es que logra construir una narración donde lo que se busca es contextualizar los hechos del 26 y 27 de septiembre de 2014 con la desaparición de 43 normalistas y el asesinato de 3, uno de los cuales fue desollado vivo: Julio César Mondragón Fontes.

Julio César es el hilo conductor de "La Guerra que nos ocultan", ¿por qué? porque Mondragón "es el gran olvidado de la historia de Ayotzinapa, justamente por ser uno".

“La barbarie que se ha probado que se cometió no debe olvidarse por nadie, me daría vergüenza como reportero no escribir sobre esto (...) si no lo hago sabiendo lo que sé (...) yo no quiero que mañana me reclamen ni que mis hijos sientan vergüenza de mí”

Julio César Mondragón, desollado vivo

En opinión de Francisco, la historia de México le debe mucho a Julio César Mondragón; Afrodita Mondragón, su madre, es una de las víctimas olvidadas, por eso, los escritores quisieron ir un poco más allá de las historias que se han contado hasta la fecha sobre Ayotzinapa.

"Es algo muy cruel lo que hicieron a Julio César, un salvajismo fuera de lo normal", indica Cruz, antes de ventilar que la hipótesis de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) es que Mondragón fue asesinado porque grabó los ataques directos a los normalistas.

Hasta julio de este año, el número de teléfono de Julio César seguía activo: "¿cómo puede seguir funcionando un teléfono de alguien que fue asesinado hace casi dos años?", cuestiona Francisco.

"La CNDH está resolviendo un caso a la (Procuraduría General de la República) PGR con menos recursos; me parece que hay una conspiración de silencio".

El libro trata sobre la manipulación de las cosas para conducir a la opinión pública a que crea que no se trata de un crimen de Estado, por eso también es un homenaje a Mondragón, un joven estudiante normalista que fue desollado vivo.

Ayotzinapa como el epicentro del crimen de Estado

Ayotzinapa se encuentra en el centro geográfico de la explotación minera en Guerrero para extraer oro, uranio y titanio; la Normal Rural es además el epicentro de la lucha social guerrerense, "centro de reunión de estudiantes rebeldes y líderes sociales" contra el abuso de las mineras en colusión con el gobierno mexicano.

Ayotzinapa trata sobre la desaparición de aquellos que podrían ser hijos o hermanos de cualquiera de nosotros, admite Francisco, quien considera que los hechos son una muestra brutal del terror que gobierno y empresarios quieren sembrar entre la población: "sólo los muy poderosos tienen capacidad para eso (...) es parte de la radiografía de los grupos de poder".

La primera gran matanza de estudiantes en México ocurrió en 1960 en Guerrero, en específico en Chilpancingo, ordenada por el exgobernador Luis Raúl Caballero Aburto, quien fue General de Brigada en el municipio.

"No aprendemos de la historia, con que nos pidan perdón basta", acota, no sin antes reiterar que parte del problema de los mexicanos es que olvidamos con facilidad.

Su intención principal es conocer la verdad en un país donde el tejido social está roto y el número de muertes es similar a los países en guerra.

"Por primera vez probamos en este libro con nombre y apellido, la participación del Ejército (...) es muy doloroso que tengamos que escribir sobre estas cosas”.

Francisco reconoce que en México opera la delincuencia, pero lo de Ayotzinapa es un nivel de criminalidad dirigido desde el Estado:

"Los soldados podían evitarlo estando presentes y encubiertos en el C4; no lo evitaron, así que hay una política o una estrategia deliberada para desaparecer estudiantes, académicos, maestros".

El objeto de "La Guerra que nos ocultan" es documentar los ataques directos contra los estudiantes que tienen como finalidad última: la desaparición de las normales rurales donde Ayotzinapa era un blanco entre tantos; el operativo falló "y ¡qué bueno!", dice Francisco.

El sustento de esta política de exterminio abierta es la explotación de los recursos minerales: oro, uranio y titanio, donde los únicos que pueden protestar son los estudiantes y los maestros.

Ayotzinapa es parte de un evento que controlan los grupos de poder político, "no es una queja, no es un lamento, es la realidad", puntualiza Francisco.

Una realidad que pasa en todos lados del país, porque la represión es pareja, sin embargo, el libro se centra en Guerrero por los 43 estudiantes desaparecidos y los tres asesinados, entre ellos Julio César.

El Ejército como protagonista del crimen de Estado

Existe una política de seguridad que se basa en la militarización del país, el beneficiario directo es el grupo en el poder: "mi conclusión es que los militares están protegiendo a la élite que nos gobierna, una élite cínica y corrupta que arma al Ejército para enfrentarlo con nosotros".

Francisco también puntualiza que la prensa ha tenido que ver en la incomprensión de los políticos, pues los periodistas "somos muy complacientes, no decimos toda la verdad y guardamos muchas cosas", lo cual lleva a una gran simulación informativa en todos los niveles de México.

Para Cruz hay un punto de partida, un contexto histórico que permite entender el México contemporáneo: la llegada de Miguel Alemán al poder en 1946.

Alemán es el parteaguas entre el 'generalismo' y los gobiernos civiles que se inauguran con él, pese a lo cual el número de muertos es igual al que registran las dictaduras: "han sido tan corruptos y mano dura como los militares".

Y desde 1946, sin embargo, "no tenemos un proyecto claro de nación".

"México está en guerra"

El título de "La Guerra que nos ocultan" es a propósito, dado que en México nadie se atreve a hablar de guerra, pese a que es intermitente y estalla en diversos estados, entonces: ¿por qué no se declara la guerra o no se reconoce a grupos insurgentes?

"Tendrían que respetar la Convención de Ginebra y la Constitución, y en este país nadie la respeta (...) no sé que más necesitamos para declararla, en este país no nos atrevemos a decir nada", reconoce Francisco.

Para Cruz, en cualquier país civilizado se deben respetar los derechos humanos "la defensa de los derechos humanos es una preocupación permanente".

En México tanta gente vive con miedo que los mexicanos terminamos por no creer en nada y dado que no creemos, abusamos, "nos hemos vuelto un país de salvajes donde prevalece el más fuerte", concluye Cruz.