México.- A pesar del cansancio y del dolor, María Herrera ha caminado cientos de kilómetros en la búsqueda de sus cuatro hijos: Gustavo, Salvador, Luis Armando y Raul Trujillo Herrera, desaparecidos hace 10 y 8 años respectivamente.
A sus 68 años de edad, María se ha convertido en el eje de rector de muchas otras madres que han tenido que buscar con sus propios recursos, evidenciando que el Estado no ha tenido la voluntad para dar con el paradero de sus hijos.
Raúl y Salvador Trujillo Herrera desaparecieron un 28 de agosto del 2008 en Atoyac de Alvarez Veracruz; fecha que coincidiría con el día en que 30 años atrás, un grupo de mujeres pertenecientes al Comité Eureka establecerían el ayuno frente a la Catedral Metropolitana para exigir que el gobierno se responsabilizara por la desaparición de jóvenes perseguidos por su actividad política en las décadas de los 70 y los 80.
La coincidencia en las fechas evidenciaba la falta de institucionalidad de un Estado que continuaba haciendo uso de la desaparición forzada como un recurso político, que como explica el investigador Pietro Ameglio: “es objeto de la construcción de la guerra y no de la casualidad”.
Dos años después de los hechos Doña María sería dañada de manera irremediable. Luis Armando y Gustavo, otros dos de sus ocho hijos, también serían extraídos en medio de la obtención de más recursos para continuar con la búsqueda de sus hermanos.
“La tierra se abrió” para la familia Trujillo Herrera que logró convertir el dolor en el motivo para ayudar a muchas otras familias a través de la Asociación Civil “Familiares en Búsqueda, María Herrera” con la que han dado sustento institucional a la Red de Enlaces Nacionales.
A diez años de iniciada la búsqueda, Herrera Magdaleno asegura que se encuentra dispuesta perdonar, siempre y cuando las autoridades “regresen a cada uno de los cuerpos que nos faltan”.
En una conferencia de prensa ofrecida en las instalaciones del Centro de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez, distintas organizaciones no gubernamentales reconoció el labor de la familia. La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que a través de su representante, Álan García, reconoció que ha sido un “honor” caminar de la mano de María.
Al respecto la ahora activista se dijo agradecida por el cariño y apoyo que organizaciones como CentroPrdh le han ofrecido, destacando que el reconocimiento no es para ella, si no para “todos los seres queridos que el gobierno no ha querido escuchar” y que continuan en la “buscando con el corazón, demostrándole al gobierno que se puede trabajar cuando se tiene voluntad”.