El Estado mexicano debe volver la vista al pasado para reencontrarse con postulados ideológicos que han quedado olvidados en los últimos tiempos y para recuperar su vocación de servicio al pueblo, son algunas de las conclusiones del joven filósofo e historiador José Manuel Cuéllar, quien recientemente presentó su nuevo libro “La Revolución Inconclusa. La Filosofía de Emilio Uranga, artífice oculto del PRI”.
La Revolución Mexicana “ya no es esta gran narrativa que apuntalaba las decisiones del presidente, pues ya no tiene fuerza política”, aseguró el escritor en entrevista con SDPnoticias, para agregar que los gobiernos actuales tienen “una narrativa de slogans repetidos a la fuerza”, con un “interés en el mensaje y en lo estético” pero dejando de lado la sustancia.
“Por eso volví la mirada al pasado, al año de 1960: Adolfo López Mateos está en el poder y era un gran hombre de Estado, como tal vez no lo volvamos a tener".
"Era un gran humanista” quien, a diferencia de los gobiernos actuales, contaba con la ayuda de un gran filósofo como Emilio Uranga, un excelente polemista con la capacidad de encontrar los puntos fuertes de la Revolución y defenderlos a ultranza.
A Uranga, apunta el autor, le toca vivir la cúspide del presidencialismo, desde López Mateos hasta Luis Echeverría Álvarez, siempre defendiendo al régimen, incluso cuando el mandatario en turno tuviera deslices que pusieran en duda el programa de gobierno.
La Doctrina Guaymas
En 1960, México se aprestaba a celebrar los 50 años de la Revolución Mexicana en medio de una crisis política y de identidad: el triunfo de la Revolución Cubana hizo que la izquierda nacional tuviera un nuevo referente ideológico, al tiempo que el país estaba convulsionado a causa de las huelgas y la reacción violenta que daba el gobierno a cada una de ellas.
En este escenario, desde la ciudad sonorense, el presidente López Mateos declara ante los medios: “mi gobierno es de extrema izquierda, dentro de la Constitución”.
Esta descabellada aseveración causa pánico entre los conservadores y empresarios, que retiran los capitales del país, mientras que la izquierda se indignó ante la banalización de sus ideales.
“El presidente no puede conciliarse con nadie y ahí surge Uranga, quien a través de la prensa agarra las palabras del presidente y las eleva al rango de doctrina: la doctrina Guaymas”.
“La teoría parte de la idea de que en otros países una revolución es un movimiento antisistémico, pero en México la revolución tiene su texto máximo (la Constitución) y devino en un Estado: por lo tanto, la Revolución y el Estado son indivisibles y perecerán juntos. Él (Uranga) dice que la izquierda solo puede darse en el PRI”, lo cual ha resultado más o menos acertado, como pudo verse en 1988 e incluso en el año 2006, apunta, para luego agregar:



El genio de Uranga
Sobre Uranga, el autor detalla que “tenía una personalidad explosiva y endemoniada, y tenía el gran talento, que se echa de menos actualmente, de decir las cosas sin miramientos. Era un excelente polemista, era terrible, era de esos escritores que mojan la pluma en veneno antes de escribir”.
Uranga "tuvo una ruptura muy fuerte con Cosío Villegas y roces con Carlos Fuentes, a quien acusó de ser una invención mediática y hacerle al ‘vedetismo’”.
Tras el gobierno de López Mateos, señala Cuéllar Moreno, “se degrada el discurso revolucionario” y se pierde también también esa vocación humanista, pues el movimiento “tenía como propósito último no hacer ricos a los mexicanos únicamente, sino dignificarlos y regresarles su capacidad de autodeterminación”.
En este sentido, el pensamiento de Uranga era “un pensamiento poscolonial, una critica radical al eurocentrismo pero con el estandarte de la Revolución Mexicana”.
Carecen políticos de suelo ideológico
Finalmente, José Manuel Cuéllar vuelve al presente para lamentar que los políticos actuales carezcan de este tipo de justificación ideológica. “Creo que los políticos actuales de todos los partidos deberían allegarse de personas con esta capacidad”, para luego criticar a su gremio: “los filósofos debemos salir de nuestro letargo academicista, tenemos que salir de las aulas” para recobrar protagonismo en la sociedad.
Sobre las discusiones filosóficas respecto a la elección presidencial de este año, agrega sin miramientos: “no sé si donde se estén gestando las ideas sea la universidad, mas bien no".
“Creo que Uranga, si viviese, tendría varias cosas que decir sobre la discusión actual y le negaría el titulo de discusión. No todo lo que dicen los intelectuales son necesariamente ideas o son debates”, remata Cuéllar.