México.- A sus 24 años de vida, un hombre ha estado involucrado en la muerte de más de 100 personas como parte del crimen organizado.
En un reportaje publicado por el diario estadounidense The New York Times, un sicario revela su vida dentro del narco en el estado de Morelos y como después de matar a mas de 100 personas se convirtió en una especie de testigo protegido por autoridades del estado.
Según lo dicho por el entrevistado, quien por motivos de seguridad no reveló su nombre al NYT, su incursión en el crimen organizado se registró en el año 2012, cuando a los 17 años de edad fue reclutado por el Cártel de Guerreros Unidos, que para entonces consolidaba su poder tanto en Morelos como en el estado de Guerrero.
Pese a ser de una buena familia que le "inculcó valores" el entonces adolescente irrumpió en la vida criminal y como parte de su entrenamiento fue enviado a la sierra entre los estados de Morelos y Guerrero, donde junto con otros reclutas fue adiestrado para matar y participó en enfrentamientos y ejecuciones de miembros de bandas rivales. Su primer asesinato, antes del campamento de la muerte, fue en su estado natal donde con cuchillo en mano mató a dos jóvenes que su entonces jefe le señaló como supuestos narcomenudistas rivales.
Posteriormente los líderes le confesaron que las víctimas de su ataque eran inocentes.
De Guerreros Unidos a Los Rojos
Un año más lo pasó en Acapulco disputando la plaza y a su regreso a Morelos se encontró con una nueva realidad: el cártel que ahora mandaba era Los Rojos, con Santiago Mazari, "El Carrete", al frente. No más Guerreros Unidos.
Fue entre 2015 y 2017 que su vida como sicario se consolidó. En sus propias palabras, matar se convirtió en una especia de rutina o proceso mecánico que no implicaba ninguna alteración de conciencia.
El trato de Alberto Capella para convertirlo en testigo protegido
Finalmente en mayo de 2017 fue arrestado por la policía de Morelos, al mando en ese entonces de Alberto Capella, durante el gobierno de Graco Ramírez.
Según las investigaciones realizadas por el gobierno de Morelos, el sicario estaba involucrado en varios homicidios que por su simple composición le harían acreedor a más de 240 años de prisión. Pero Capella, impulsado por su deseo de éxito en el combate al narco de Morelos, le propuso un trato: colaborar como una especie de testigo protegido contra otros criminales y contribuir a la desarticulación de los grupos delictivos.
El hombre aceptó la propuesta y pasó a vivir en edificio ubicado al lado de las oficinas centrales de la Secretaría de Seguridad. Según su testimonio, sus revelaciones contribuyeron a los arrestos de decenas de antiguos colaboradores y superiores. El programa impulsado por Capella comenzó a reclutar a más miembros del narco.
El intento de una nueva vida
Pero dicha medida siempre estuvo en los límites de lo legal y tanto funcionarios como autoridades marcaron los beneficios como un "área gris" dentro de la ley. Su traición al narco le trajo una nueva vida apegada a un pastor cristiano, quien era llevado al improvisado hogar de los informantes para hablarles de "la palabra de Dios" y tratar de hacerlos reflexionar sobre la forma en la que hasta ese entonces estaban conduciendo su vida.
Sin embargo, con el cambio de gobierno y la llegada al poder de Cuauhtémoc Blanco, así como la salida de Capella para convertirse en secretario de Seeguridad de Quintana Roo, la vida del sicario dio un nurvo giro con falta de recursos y de seguridad para seguir señalando a criminales.
Hacia el verano de este 2019 comenzó a recibir insinuaciones de que la policía finalmente ejecutaría su arresto. Ante ese escenario, optó por separarse huir e intentar reincorporarse a la sociedad.
Pero el 5 de agosto todo cambio: dos sujetos arribaron al puesto de tacos de sus padres y de varios balazos mataron a su hermano, un joven sin vínculos con el crimen y que meses atrás se había enlistado en el Ejército mexicano.
Ahora, intentado recuperar la vida que abandonó de adolescente y que en el camino lo llevó a cientos de muertes, incluida la de su hermano, el sicario asegura no buscar venganza