¿Qué va a pasar cuando termine el gobierno de Andrés Manuel López Obrador? Es algo en lo que se tiene que pensar, ante los pocos o nulos resultados de su gobierno, al final ¿qué rumbo tomará el país? ¿O nos sorprenderá con los resultados prometidos?

Hay algo importante que aclarar, la ausencia del AMLO se debe considerar a partir de septiembre de 2024, justo al término de su gestión al frente del gobierno de México y dejar de especular sobre una salida anticipada, que ni ocurrirá, ni a nadie conviene. Especular o debatir el tema, es incurrir en una irresponsabilidad mayúscula, empezando por el propio AMLO y su “testamento”.

Confrontación, recuperación, reconstrucción

Hablando de 2024, a la llegada de un nuevo gobierno, se podrían presentar dos escenarios: una confrontación intestina o bien, la transición pactada y encaminada hacia la recuperación de las instituciones democráticas que fueron destruidas durante la actual administración.

Sea cual sea el gobierno que llegue, de cualquier color, de cualquier partido, de Morena, PAN, PRI o una coalición, México debe apostar al perdón sin olvido y a iniciar un proceso de reconstrucción política, social, económica y de nuestras instituciones y, muy importante, a no continuar con la polarización porque el país difícilmente soportará las consecuencias.

¿Qué nos ha enseñado la historia?

En la historia existen ejemplos destacados de naciones que han logrado transitar de gobiernos autoritarios y dictadores a unos más democráticos, en ocasiones se llegó a enjuiciar a importantes criminales de la humanidad como Hitler en la Alemania fascista o en Italia con Mussolini o la llegada de Nelson Mandela en Sudáfrica, la desaparición de la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile o el caso de España y su transición democrática que, con el famoso Pacto de la Moncloa, dejó atrás la dictadura de Francisco Franco.

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Vale la pena abundar en este punto, porque, en un hecho histórico sin precedente, el Pacto de la Moncloa dio paso a la democracia española y engloba a la mayoría de los movimientos antes citados.

Con este Pacto, en el terreno político se acordó la modificación de las restricciones que se imponían a la libertad de prensa, quedó prohibida la censura previa y encargó al poder judicial las decisiones sobre el tema; fue modificada la legislación sobre secretos oficiales para permitir a la oposición el acceso a información imprescindible para cumplir sus obligaciones parlamentarias; se aprobaron los derechos de reunión, de asociación política y de libertad de expresión mediante la propaganda, y se tipificaron los delitos correspondientes por la violación de estos derechos; se creó el delito de tortura; se reconoció la asistencia letrada a los detenidos; se derogó la estructura del Movimiento Nacional, entre otras medidas sobre la restricción de la jurisdicción penal militar.

Cabe señalar que México ya se había colocado en la lista de los países que lograron salir de un autoritarismo de partido hegemónico, como lo fue el PRI del siglo XX, entre los ejemplos del “máximo esplendor” del PRI figuran Luis Echeverría con sus matanzas de 1968 y la del jueves de Corpus en 1971 o Carlos Salinas de Gortari, pero el país pudo superarlos, gracias al famoso Pacto de los Pinos que se firmó en la administración del presidente Ernesto Zedillo y que coordinó quien era su secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma. Cuadro al que AMLO revivió, primero como secretario de Educación y ahora como embajador de México en Washington.

México después de AMLO

Es momento de pensar en qué México queremos al terminar la gestión de AMLO, resulta de vital importancia, porque después puede que sea demasiado tarde.

Al arribar a la presidencia, AMLO asumió algunas formas del fascismo hitleriano, empezando por el decálogo de Joseph Goebbels, como él mismo lo ha dicho: repetir y repetir una misma mentira hasta que se haga verdad. No es difícil comprobarlo, es cosa de analizar sus mañaneras y ver cuántas veces repite las mismas falsedades.

De la misma forma que repite una y otra vez las mismas acusaciones en contra de la prensa crítica: corruptos, financiados por la oligarquía, fifís, conservadores… de hecho, los ataques son los mismos desde que salió a la luz lo de su secretario de Finanzas, Gustavo Ponce y el señor de las ligas, René Bejarano. Ha llegado al grado de que, en el mensaje que grabó para la ONU, recordó a Benito Mussolini, cuando habló de su prócer Benito Juárez.

Como sucede en casi todos los gobiernos fascistas, AMLO se amparó en un “movimiento” regido por una ideología conservadora de izquierda y un nacionalismo que raya en el chovinismo. Cuando el PRD, su partido, dejó de servirle creó su propio movimiento, igual que lo hicieron la mayoría de los tiranos, AMLO organizó el “Movimiento de Regeneración Nacional” (MORENA) que, según él mismo afirma, no es un partido sino un movimiento. España, por los tristes y nefastos recuerdos de la dictadura franquista, derogó la figura de “Movimiento Nacional” con el Pacto de la Moncloa.

Al final de la administración lópezobradorista se tendrá que apostar por la reconstrucción del país, del tejido social y de las instituciones del Estado abatidas por esta administración. Apostando por una especie de perdón sin olvido, porque recordar nos debe servir para no caer en la tentación de seguir por la vía del autoritarismo y del revanchismo, tal como AMLO lo ha querido desde el inicio de su “transformación”, encarcelando arbitrariamente a viejos enemigos como Rosario Robles, quien sigue presa sin haber sido encontrada culpable de nada por ningún juez. Gane quien gane.