Una pregunta que es necesario hacer en este inicio de sexenio es la relacionada con las tendencias de continuidad y de ruptura entre el actual gobierno de Claudia Sheinbaum y la anterior administración pública federal, encabezada por Andrés Manuel López Obrador. La pregunta es la siguiente: ¿hay continuidad con cambio y ruptura en la trayectoria de las políticas públicas educativas?

Ello en el sentido de que el análisis de políticas no puede ser puramente dicotómico, dada la complejidad de los procesos sociohistóricos que analizamos en la actual coyuntura mexicana. No se trata de establecer una simplificación del modo: continuidad o ruptura. Más bien prevalecen elementos de continuidad que conviven con elementos contrarios, de ruptura o discontinuidad.

La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo (CSP) durante sus discursos políticos como candidata en campaña (2024) utilizó una combinación más sutil como bandera político-ideológica: “Continuidad con cambio” y “2o. piso de la transformación”. Y ha sido muy clara en señalar, recientemente, que no habrá “ruptura” con AMLO, “porque somos parte del mismo movimiento social”.

Entonces el cambio, en este contexto político, se puede interpretar como una sutil ruptura.

Como síntesis de algunas ideas que he planteado, desde 2018, y que he expuesto en artículos de opinión y en otros textos o libros acerca de la situación actual de las políticas públicas educativas en México, específicamente durante el periodo de gobierno del ex presidente López Obrador (2018-2024), en la presente colaboración abordo los problemas, contradicciones y las tensiones más significativas que se han generado, a nivel de gobierno, y donde las nociones de “cambio”, “ruptura” y “continuidad” no sólo caracterizan a dichas políticas, sino que las comprenden. Con ello trataré de contestar, en parte, a la pregunta planteada al inicio de este texto.

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El aparato conceptual, de principios y discursivo de la 4T en materia educativa, da cuenta más bien de un proceso de continuidad que de ruptura

Las líneas discursivas de los gobiernos de la “4T” son contradictorias, porque el proyecto educativo nacional contestatario, reactivo, de AMLO, contenido en la reforma educativa de 2019, parte de los principios y conceptos de “excelencia”, “máximo logro de aprendizajes”, “mejora continua”, “calidad”, entre otros, (ver Constitución Política Mexicana, artículo 3, reformada en 2019). Lo que significa que el aparato conceptual, de principios y discursivo de la 4T, en líneas generales y en materia educativa, da cuenta más de un proceso de continuidad que de ruptura, en relación con el aparato conceptual del sexenio anterior, es decir, 2012-2018 de Peña Nieto.

Esa misma continuidad se transfiere, como modo de actuación y conducción de las políticas públicas educativas, al gobierno de CSP en tanto que ella no ha lanzado ninguna iniciativa reformista de cambios sustantivos al contenido del artículo 3 de la Constitución.

Hay ambigüedad en el contenido de algunos términos, como es el caso de “lo nuevo”

Una especie de extraña neutralidad ideológica prevalece en el discurso reformista de la educación en México a través del término “Nueva Escuela Mexicana” (NEM): ¿Qué es lo “nuevo” en educación? Una categoría de ese tipo tendría que enfrentarse, desde un inicio, al ejercicio analítico de la dicotomía: ¿Qué es lo “viejo” en educación? ¿Hay una “nueva” escuela mexicana en lugar de una “vieja” escuela mexicana? ¿Tiraremos al bote de la basura las aportaciones de la vieja escuela rural de México, por ejemplo?

Pero también, dicho término “innovador” la NEM tendrá que atravesar un examen riguroso no sólo en el plano ideológico, sino también en el científico técnico, es decir, en lo pedagógico: ¿cuál es el contenido ideológico y pedagógico de “lo nuevo” en educación?

En este camino de creación, recreación y legitimación del término o la noción de NEM un actor político y social de especial importancia es o ha sido Esteban Moctezuma Barragán, primer secretario de educación del gobierno de AMLO. Un personaje que se ha movido hábilmente, como péndulo de Foucault, entre la actuación política del nacionalismo revolucionario y la tecnocracia neoliberal.

Se registran fallas en la comunicación institucional

Se registran un plan y unos programas para la educación básica implantados con elementos discursivos y comunicativos hiperespecializados (SEP, 2022). Ello genera una barrera de comunicación institucional entre las intencionalidades de las autoridades y especialistas responsables del diseño curricular, y las figuras educativas que llevan a cabo los procesos de enseñanza y de gestión educativa a nivel de escuela, es decir, las y los docentes, así como las y los directivos escolares de la educación básica.

Esto refleja no sólo un problema de comunicación institucional, sino también una carencia y ausencia de un programa robusto y creativo de formación continua para docentes y directivos escolares en servicio en materia pedagógica y curricular.

Continúa la idea de evaluar sólo de manera individual a las figuras docentes y directivas

Prevalecen acciones de políticas nacionales y centralizadas de evaluación educativa, para efectos de promoción, dirigidas a docentes, directivos escolares y asesores técnicos con una lógica individualista. Es decir, se evalúa únicamente a la persona, a la trabajadora o al trabajador, no al colectivo docente. En la lógica de la Ley del Sistema para la Carrera de la Maestras y los Maestros (LSCAMM, creada en 2019), los subsistemas de educación básica y media superior están organizados sólo por individuos, asilados y atomizados, no por colectivos docentes ni por cuerpos colegiados.

El pensamiento matemático (PM) en las escuelas de educación básica ha perdido jerarquía y fuerza

Con el afán de asegurar la integración curricular, en el plan y los programas de estudio actuales para preescolar, primaria y secundaria (SEP, 2022), se eliminó el campo formativo de pensamiento matemático, que atravesaba a toda la educación básica, y lo subordinó en otro campo formativo denominado “Saberes y pensamiento científico”. Además, desde el punto de vista metodológico-didáctico, la SEP recomendó el uso semi exclusivo de “proyectos de aprendizaje o de aplicaciones” (el mal llamado “método de proyectos”), lo cual constituye uno más de los reduccionismos que contiene el más reciente dispositivo curricular. (Ver: Plan de Estudio para la Educación Preescolar, Primaria y Secundaria 2022. Primera edición, 2024. Secretaría de Educación Pública, 2024. Ciudad de México. ISBN: 978-607-8824-73-1. México).

Pero ¿cuál es el problema? En la parte más sensible de los contenidos educativos, esto es, en el plano central de lo académico-curricular, el PM quedó completamente “descafeínado” y en estado de subordinación en relación con el pensamiento científico. Las y los diseñadores del plan y los programas actuales, (SEP, 2022) para la educación básica privilegiaron la integración curricular (sin poder eliminar del todo a las asignaturas), mediante una justificación interdisciplinaria, en detrimento de la precisión y de la especificidad de los procesos cognitivos y de aprendizaje de las y los estudiantes; procesos involucrados en el desaparecido campo formativo del pensamiento matemático, como disciplina científica y potencial campo formativo, que tiene sus propias dinámica y lógica, y su propia didáctica (en otra oportunidad me referiré, como ejemplo, al contenido de pensamiento matemático denominado “la medida”, que tiene su razón de ser y singularidad didáctica, diferenciada, tanto para la parte de ciencias como para la de matemáticas). Ojalá que ello no tenga altos costos para la formación humana integral de las actuales y futuras generaciones de estudiantes, ciudadanas y ciudadanos.

Lo que sí se concretó como ruptura, al menos en el discurso aunque no necesariamente en la práctica, fue la expulsión del concepto de “desarrollo de competencias” en la arquitectura curricular oficial de la educación básica.

Entre otros aspectos, habrá que revisar también las continuidades y rupturas del actual gobierno en sus relaciones políticas sindicales, es decir, tanto con la dirección política del SNTE como de la CNTE; así como dar seguimiento a otro tipo de ámbitos de las políticas públicas educativas como la generación y actualización de libros de texto gratuitos y los esquemas de transformación institucional y curricular de las instituciones formadoras de docentes y de profesionales de la educación en México, para armonizar con la inercia de los cambios curriculares.

Por todo ello, me pregunto ¿hay continuidad con cambio de las políticas públicas educativas en nuestro país?

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