Joaquin Phoenix es el actor que interpreta al personaje central de la película Napoleón. Dijo ante la oleada de críticas en no pocos lugares del mundo: “Si realmente quieres entender a Napoleón, entonces probablemente deberías estudiar y leer por tu cuenta. Porque si ves esta película, verás esta experiencia contada a través de los ojos de Ridley”.

El problema es que los ojos del británico Ridley Scott no respetan la verdad acerca de la biografía de “la figura histórica más importante de los tiempos modernos”, según Thomas Schuler, autor del libro Tras las huellas de Napoleón: un viaje por Europa, escrito en alemán y que, me parece, no ha sido traducido al español. Poca gente en México podrá leerlo.

En la película hay errores tan bobos como confundir la bandera de Francia con la de Países Bajos. Se parecen, pero no son iguales. Ambas banderas tienen tres franjas: una azul, otra blanca y la tercera roja. Pero en el caso de la bandera de Francia las franjas son verticales, mientras que en la neerlandesa son horizontales. En la película se hacen bolas con tales estandartes.

La prensa mundial ha documentado los numerosos errores históricos en la película de Scott. El de las banderas es el menor —hay otros fallas relacionados con pendones, por cierto—. Pero algunas equivocaciones no pueden perdonarlas los y las especialistas en historia, como la de ubicar a Napoleón en París cuando ejecutaron a María Antonieta. Una metida de pata “garrafal”, dijo el mencionado señor Schuler en Der Spiegel, ya que el verdadero Napoleón en ese momento se encontraba en el sur de Francia.

Otro error lamentable tiene que ver con la edad de Robespierre. En la película lo presentan como un viejo canoso de alrededor de 60 años, cuando lo cierto es que el famoso jacobino murió a los 36 años. ¿A los 36? Eso pensaba yo y es lo que leo ahora mismo en todas las páginas de internet que he consultado. Bueno, en todas no: en la de Spiegel el experto Thomas Schuler asegura que Robespierre tenía 38 cuando lo guillotinaron. Quizá la discrepancia se deba al traductor de Google, no lo sé.

Las columnas más leídas de hoy

En la película, el duque de Wellington —famoso porque derrotó a Napoleón— platica amablemente con el héroe vencido en el barco que llevó al francés a Santa Elena. La verdad, aseguran quienes saben de historia, es que nunca se encontraron.

Para el experto alemán que escribió sobre el filme Napoleón en Spiegel, la falta más grave del director Ridley Scott aparece al final: la película termina con un texto que habla de tres millones de muertes entre 1792 y 1815 “y sugiere que Napoleón fue el único culpable”. El especialista Schuler lamenta que a los guionistas no les haya importado que inclusive historiadores ingleses como Tim Clayton consideren en la actualidad a Gran Bretaña como la principal responsable de las guerras napoleónicas.

Sobre Napoleón se han escrito más libros que sobre cualquier otra persona.

En La Vanguardia, de Barcelona, leí sobre el cálculo que hizo Alistair Horne: la última vez que alguien se tomó la molestia de contarlos había más de 600 mil títulos sobre Bonaparte.

Solo hay más libros sobre Cristo que relacionados con Napoleón. Pero Jesús de Nazaret no era humano. Según la gente creyente era divino, según la lógica atea es un exitoso personaje de ficción. No discutiré eso ahora.

El hecho es que libros hay de sobra para entender a Napoleón. Valdrá la pena ver la película que hoy se estrena y, antes o después de la función, leer algo acerca del marido de Josefina. Claro está, la muy tóxica relación tiene espacio estelar en la película de Ridley Scott, en la que el estadounidense Joaquin Phoenix es Bonaparte y la británica Vanessa Kirby su mujer. Queda claro que el director ni siquiera se tomó la molestia de buscar en Francia actores o actrices. Mal gusto, pero muy su negocio.

¿Sobre qué mexicano o mexicana se han escrito más libros?

No puedo contestar esa pregunta. Simple y sencillamente lo ignoro. Quizá el mexicano que más libros ha inspirado sea Pancho Villa. O tal vez Benito Juárez. ¿Porfirio Díaz? Ojalá alguien que sepa me saque de la duda.

De lo que estoy seguro es que, ahora mismo, en el top 10 de la gente de nuestro país sobre la que más libros se han escrito estará AMLO.

Andrés Manuel ha publicado ya cerca de 20 libros, pero no me refiero a tales obras, sino a las que otras personas han redactado sobre él. En todos estos años del ascenso de López Obrador he visto en librerías numerosos títulos relacionados con el actual presidente de México. Algunos muy objetivos, otros parciales a favor de AMLO y, recientemente, una mayoría calumniosos.

¿Se seguirá escribiendo sobre Andrés Manel López Obrador después de que entregue la presidencia a Claudia Sheinbaum? Creo que sí. Sus aliados sin duda lo harán para homenajearlo, pero sobre todo se van a dejar caer sus enemigos para intentar manchar su imagen. Lo veremos.

Conste, no comparo a AMLO con ninguna figura histórica ni de México ni de otros lugares. Simplemente comento lo que me vino a la cabeza cuando leí eso de los 600 mil libros sobre Napoleón.

¿Por qué la trayectoria del tabasqueño ha motivado tantos libros? Porque Andrés es lo que se conoce como rara avis. Nos simpatice o no, todos y todas en México nos ocupamos de AMLO.

¿Y la presidenta de México? Claudia ya tiene un libro, el de Arturo Cano, y habrá más. Empieza a tejer su historia que inevitablemente la separará de López Obrador. Pero, en cualquier escrito sobre la presidenta Sheinbaum, ni hablar, Andrés será un personaje de gran importancia, lo que sumará más títulos a la contabilidad literaria, por así llamarla, del tabasqueño que aún no se ha ido de Palacio Nacional, pero a quien ya empiezo a extrañar. Habrá menos pasión en las discusiones de restaurantes con mis amigos cuando AMLO esté en el retiro, y eso es algo que anticipo aburrido.