El 8 de marzo es una fecha importante, pero no más que el 7 del mismo mes o que el 30 de septiembre o el 5 de agosto.
Cada hoja del calendario nos debe recordar la importancia que tenemos en la sociedad y además, cada día es un esfuerzo para dejar atrás la invisibilidad de las mujeres que a diario nos enfrentamos a algún tipo de violencia o discriminación.
Hace muchos años que nosotras dejamos de estar recluidas en casa dedicadas a la procreación y hoy nos hemos convertido en un colectivo potente, tomando decisiones y transformando a la sociedad.
Pero la violencia es un monstruo de mil cabezas que aún nos persigue. Más grave: la violencia sigue normalizándose en formas discursivas, no sólo de los hombres hacia nosotras; también se da y con mucha más fuerza, de mujer a mujer.
En este periodo electoral, como en ningún otro en el pasado, hay mujeres que se disputarán la mitad de los 20 mil 375 cargos de elección popular que están en juego y donde tenemos a tres figuras femeninas al frente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, del Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral de la Federación.
Pero hay también dos candidatas que aspiran a la presidencia y una de ellas utiliza un discurso misógino para descalificar a la otra, muy lejos de la sororidad que debería existir en este momento histórico para México.
Peor aún: la comentocracia femenina en nuestro país sigue la misma tendencia. Basta echar un vistazo a las columnas de los medios impresos, electrónicos o a algunos de los canales de televisión para encontrar a mujeres demeritando a una u otra candidata, más, hay que decirlo, a Claudia Sheinbaum, a quien no le perdonan sus logros y su capacidad.
Crítica destructiva que es contagiosa, pues las redes sociales se desbordan en odio y en sevicia, en lugar de aplaudir que al fin tendremos una mujer presidenta.
Mientras nos desgastamos en el chisme o la descalificación, existe un sistema judicial que sigue criminalizando en varios estados a mujeres que deciden abortar, que no atiende con premura los feminicidios, que desoye las denuncias por violencia intrafamiliar, que minimiza la agresión sexual y que arropa, en muchos casos, al violador sin que las voces de las comentaristas se pronuncien en contra e incluso hay quienes parecen complacerse con el dolor.
Sobra decirlo: falta mucho por recorrer para que en México exista empatía, colaboración y empatía de mujer a mujer.
Que este 8 de marzo nos marque no solo para bien, sino para mejor. México nos necesita a todas.