El tiempo es traicionero y luce voluble; no transcurre de la misma manera para todos. Para los que estuvimos a favor de López Obrador se nos fue raudo; para los que votaron en contra, su sexenio se convirtió en una verdadera tortura y, cuando se confirmó la victoria de la ahora presidenta Claudia Sheinbaum, en agonía.
“¡Presidenta con A, presidenta con A!”, “¡Ya cállate! No quiero volver a escucharla” gritaba mientras se veía al espejo. “¡Traidora! ¡Calca del dictador!” “¡Les haré la vida imposible!” “¡Conmigo no se juega!”, decía mientras agitaba las manos; portaba un traje como de una mujer pájaro, o según ella el de un ángel… En la lámina plateada se reflejaba la imagen de otra que hacía gesticulaciones con los labios pintados de un rojo intenso, y vociferaba: “¡No! ¡No! ¡Ella jamás será presidenta! ¡No tiene la capacidad! ¿Verdad que no, osito?” Le preguntaba a su animal de peluche, mientras lo arrullaba se vio en el espejo y se le extravió la mirada, espantada vio otros rostros, cientos de ojos que se perdían con los de ella en ese mundo de imágenes dobles, triples, y sus oídos eran lastimados por los gritos y sus ecos que decían lo mismo, pero con diferentes palabras.
Por un momento callaron para escuchar lo que decía la única que hablaba con seguridad y calma: “sí, como abogada digo mmm, que yo, este… Creo que sí, verdad que en este tiempo, sí que nuestro partido y bueno con base en el artículo de la Constitución que dice que, algo muy importante, que nosotros apoyamos… Nuestra candidata es fuerte.” Se oyeron de nuevo más intensas las aclamaciones del pueblo: “¡Presidenta con A!” “¡Presidenta con A!”… “¡Silencio! ¡Yaaa!”, gritó la de la cara alargada y mirada furibunda, tal vez se veía así por los efectos del espejo; mientras otro rostro aparecía y desaparecía haciendo muecas, los rayos dorados de su cabello lacio resplandecían, una masa con huellas dentales bien marcadas pasaba de un lado al otro sin sincronía, hablaba dando brincos, saludaba a diestra y siniestra y no dejaba de reír, sus carcajadas inundaron ese espacio, “¡es una chinga ser candidata, ja ja, la verdad!”. “Los resultados no nos favorecieron, los resultados no nos favorecieron”. “No. ¡No! Silencio”. Voces estentóreas hablando al mismo tiempo.
Se quedaron quietas para escuchar mejor aquella frase: “¡Presidenta con A!”, y enmudecieron…
Fueron esas palabras las que despertaron a la sudorosa funcionaria que dormía en su cómodo sofá; lo primero que vio fue a aquella mujer erguida y elegante, segura y seria dando el discurso de sus primeros cien días de gobierno frente a miles de personas.
La presidenta Claudia Sheinbaum agradeció primero a quienes asistieron al “maravilloso Zócalo, el corazón de la República Mexicana”. Dijo que el motivo de la reunión era para “rendir cuentas y afianzar su compromiso; el de estar siempre cerca del pueblo”.
La presidenta Sheinbaum ha cumplido. Es de admirar que siempre ha recordado al ex presidente Andrés Manuel López Obrador; afirma que él fue el que puso los cimientos para la Cuarta Transformación y que “a nosotros nos toca consolidar el proyecto político de izquierda”. Un proyecto que apoyamos millones de mexicanos, por lo que la presidenta cuenta con una alta aprobación.
Ella, agradecida, manifiesta que no romperá con AMLO, “es lo que quieren, pero no. Habrá y hay continuidad con el anterior gobierno porque para esto luchamos durante todos estos años, para eso nos eligieron”.
Sheinbaum seguirá los pasos de López Obrador porque ambos compartían la misma arraigada convicción: “por el bien de todos, primero los pobres”.
Afirmó que la relación entre México y Estados Unidos será buena y de respeto. “Siempre tendremos la frente en alto. México es un país libre, independiente y soberano. Nos coordinamos, colaboramos, pero nunca nos subordinamos”.
La negra propaganda que le hicieron a López Obrador no funcionó. “López un peligro para México”, “convertirá al país en otra Venezuela”, “el ejército te quitará tu casa”.
Diseñaron otra contra la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. La oposición está no sólo “moralmente derrotada”, está perdida, moribunda. Está concentrada en señalar, en acusar para desprestigiar a la ahora presidenta, se olvidaron de crear propuestas nuevas, aunque en esta época ya nadie o muy pocos les crean.
Al final de su discurso, la presidenta Claudia Sheinbaum dijo: “Tengan la certeza de que estoy dedicada en cuerpo y alma para el bien de nuestro pueblo y de la nación”. Aplausos de su gabinete, gritos de “¡presidenta!, ¡presidenta!”.
La funcionaria aventó el control remoto y se quedó trabada elucubrando qué les diría a las otras…