Este 28 de agosto se cumplen ya 14 años de la bajada de vuelo de Compañía Mexicana de Aviación. ¡Vaya que el tiempo corre de prisa! Volteo hacia atrás, y revivo esos momentos de incertidumbre y angustia; hoy puedo decirlo: fue una etapa en la que los trabajadores no sabíamos cuál sería nuestro destino, y jamás de los jamases imaginamos que 14 años después el caso seguiría abierto.
Tampoco pasó por nuestra mente que el gobierno en turno, el de Felipe Calderón, tuviese los arrestos suficientes para acabar con la aerolínea bandera, la más antigua del país y la cuarta más antigua a nivel mundial.
La aerolínea que nació el 12 de julio de 1921 se apagó precisamente un 28 de agosto de 2010, a una semana de que el “dueño” Gastón Azcárraga “vendiera” las acciones de Nuevo Grupo Aeronáutico al abogado Jorge Gastelum Miranda, casualmente primo del entonces secretario de gobernación, Santiago Creel Miranda. Fue Gastelum quien decidió bajar la cortina de manera definitiva.
Ahora que está tan en boga el tema de la “reforma al poder judicial”, y que vemos a sus trabajadores manifestarse en contra, es cuando pienso en lo irónico de la situación que vivimos entonces (y seguimos viviendo) los trabajadores de la antigua Mexicana de Aviación.
Pues es precisamente ese poder judicial quien dejó libre al delincuente de cuello blanco, Gastón Azcárraga; es el mismo poder judicial que no tocó ni con el pétalo de una sentencia a los socios que conformaban el consejo de administración de Nuevo Grupo Aeronáutico.
Grandes nombres como los Lozada, entonces dueños de la cadena de tiendas Gigante, la familia Amtmann, Laura Díez Barroso Azcárraga, Juan Ignacio Gallardo Thurlow, tan sólo por mencionar a algunos. Todos ellos se lavaron las manos de la quiebra fraudulenta.
Y esto pudo ser gracias al cobijo que el poder judicial les prodigó a los que se supone tendrían que haber respondido por los malos manejos de Gastón Azcárraga; sin embargo eso no fue así, en este país los impartidores de “justicia”, decidieron meternos a los trabajadores en un terrible limbo jurídico que hoy, 14 años después, no se ha podido resolver con base en las leyes vigentes.
Yo no exagero, revisen ustedes los expedientes. Todos y cada uno de los acuerdos a los que hemos llegado los trabajadores para darle una salida al problema del cese de operaciones de Mexicana, ha sido en realidad puro trabajo político; es evidente que durante el gobierno de Calderón esto no se pudo hacer, porque tenían la encomienda de solo dejar una línea aérea en el país.
En palabras del entonces Juan Molinar Horcasitas, no había “mercado” para dos líneas aéreas bandera en el país. ¡Pues claro!, la visión corta de los panistas no les permitía ver más allá de sus narices, sobre todo ignoraron la importancia de fortalecer a la aviación del país, e hicieron lo contrario.
Sabemos de sobra que los grandes beneficiados con la salida de Mexicana fueron las bajo costeras como Interjet, Volaris y VivaAerobus, y sin duda también Aeroméxico. Sin embargo, poco o nada se habla de que los verdaderos “ganones” del pastel aeronáutico fueron las aerolíneas extranjeras.
American Airlines, United y Delta hicieron un verdadero festín con la salida de Mexicana de los cielos, pues el pasaje se lo quedaban ellos, ya que el modelo de negocio de la aerolínea estaba fuertemente fincado en el transporte de pasajeros de y hacía Estados Unidos, lo cual aprovecharon las extranjeras para ampliar aún más sus mercados.
Se quedaron con los destinos de playa, donde Mexicana era reina, pues teníamos vuelos por ejemplo de Chicago, Nueva York, Filadelfia, Miami llegando a Cancún; teníamos un importante contrato con “Apple Vacation”, que contrataba a la aerolínea para vuelos charters, sobre todo en invierno, en que la gente huía literalmente de la nieve, para pasar las fiestas decembrinas en las turquesas aguas del mar Caribe.
Ni qué decir que los vuelos que teníamos en toda la zona del Caribe, como Bahamas, Nassau, Punta Cana, Curazao, Aruba, Saint-Martin, La Habana, Camagüey, Holguín y Santo Domingo.
Todo ese turismo se lo quedaron en su mayoría las aerolíneas norteamericanas, sin hablar de nuestros propios destinos, donde siguen siendo los reyes, como Puerto Vallarta, Cancún y por supuesto Los Cabos.
Ahí al poder judicial poco le importó el tema de la “soberanía aérea”. Es por eso que en lo personal yo siento un profundo desprecio por nuestros impartidores de justicia, pues esta es solamente para quien tenga los recursos suficientes y la pueda pagar; pero para la clase obrera, para el pueblo proletario, la justicia es una señora que nunca ha pasado por su casa.
No puedo pensar diferente. Son 14 años de distancia, y mis compañeros y yo seguimos viviendo en carne propia como famélicos fantasmas en un limbo espantoso.
Y es que hablando jurídicamente, no hemos sido liquidados los trabajadores de una empresa que se supone ya “quebró”. Resulta que la quiebra, aunque decretada en papel, en realidad sigue sin poderse ejecutar, y la empresa sigue existiendo, y seguimos siendo trabajadores activos, pero sin cobrar nada.
Kafkianamente, la concesión de la aerolínea seguirá vigente hasta el 2030; paradójicamente desde que bajaron de vuelo a Mexicana, hay aerolíneas que al día de hoy siguen usufructuando sus rutas y slots, sin compensación alguna para nosotros.
Todo gracias a un poder judicial que hoy pelea como gato boca arriba que no se toquen sus canonjías, para que no las “reformen”. ¿Será que no quieren una cucharada de su propio chocolate?, porque la deuda que tienen con la población es inmensa. En el caso de Mexicana somos más de 8,500 trabajadores, con nuestras respectivas familias.
A estos, hoy aguerridos, miembros del poder judicial no les importó en lo más mínimo que de la noche a la mañana miles de personas se quedasen sin recursos económicos para vivir, y con la ley en la mano, y en una defensa a ultranza de algo que a ellos les encanta llamar “el Estado de Derecho”, decidieron que lo mejor era desechar todas y cada una de las demandas interpuestas en contra de Gastón Azcárraga.
¡Una verdadera montaña rusa de emociones! No crean que fue un solo juicio, pues se le demandó en múltiples ocasiones, y por los distintos sindicatos con los que tenía contratación colectiva Mexicana de Aviación. Recuerdo que mi sindicato (ASSA de México) lo demandó penalmente, pero de maneras más que asombrosas, todas las demandas “carecían” del sustento para perseguir a Gastón.
Me queda claro que el “sustento” que nos faltó fue la enorme diferencia de poder adquisitivo entre los trabajadores y el propio Gastón, personaje que en la actualidad continúa refugiado de manera voluntaria en Manhattan, Nueva York, en un edificio frente a Central Park, mismo edificio donde estuvo viviendo por unos años Lady Gaga.
Catorce años en los que Gastón y todos sus socios siguen viviendo como verdaderos reyes. Mientras los trabajadores nos tuvimos que tronar los dedos y reinventarnos; algunos de esos compañeros -y a quienes hoy les dedico la columna- nos dejaron en el camino, ya sea porque no aguantaron y prefirieron quitarse la vida, o porque estaban en tratamiento médico y con el cese de operaciones se quedaron sin servicio médico.
Mi mente y corazón piensan en ellos, en quienes a lo largo de estos 14 años nos han dejado. Recuerdo especial a mi compañera Ingrid Rodríguez Pulido, o al capitán Arturo Zúñiga quien me honraba al considerarme “su hermanita”, mejor conocido como ‘la Medusa’, y a todos ellos que se nos adelantaron. Mi insistencia y testarudez no son gratuitas, solo quiero que su lucha no haya sido en balde.
Si ustedes se están preguntando: ¿el caso de Mexicana fue una quiebra fraudulenta? La respuesta contundente, lacónica y sin ambages es ¡sí! Una respuesta puntual y mucho más amplia, documentada y precisa la encuentran en el ensayo jurídico, convertido en libro, del Lic. Joaquín Ortega Arenas: “Millonario fraude maquinado de fin de sexenio”, publicado en 2012.
No quitaré el dedo del renglón porque deseo que un caso como el de Mexicana no se vuelva a repetir. Por eso apoyo la urgente reforma, de pies a cabeza, del poder judicial, para que los oligarcas no se salgan con la suya y tengan que ser los trabajadores quienes terminen asumiendo el costo de los “platos rotos”. Esa debe ser la lección que nos dejan 14 años, desde la bajada injusta de Mexicana de Aviación.