Casi tres décadas después de su muerte, persiste la indignación por su asesinato y también el recuerdo a Colosio; sin duda relevantes, pues una buena parte de la población no había nacido cuando ocurrió el fatal hecho que le quitó la vida el 23 de marzo de 1994, y otro buen porcentaje se encontraba en los primeros años de su existencia.
Resulta evidente que el cariño hacia Colosio es un fenómeno multicausal, entre cuyas razones se encuentra la gran penetración que tuvo en el territorio del país a través de múltiples giras como presidente del PRI, secretario de Sedesol y precandidato presidencial, donde realizó un contacto epidérmico con liderazgos de todas las regiones y sectores, así como una gestión permanente a favor de las causas que le fueron presentadas.
En ello también contribuye que fue una persona ajena a la comisión de escándalos, excesos o actos de corrupción, pues de haberlos habrían surgido a la luz ya desde hace un buen rato. La transparencia y la congruencia fueron cualidades siempre presentes en él.
Fue notable el temple que mostró en las horas aciagas, cuando se vulneraba su campaña con las decisiones del gobierno, y él respondía con una mayor intensidad en su proselitismo, discurso, proclama y propuestas, así como con esfuerzos propios en un diálogo encaminado a superar los diferendos en un escenario sucesor, incomprensiblemente hostil a su campaña.
La fuerza de su discurso y capacidad de oratoria son otras de las cualidades que lo destacan, especialmente la sensibilidad que tuvo para presentar una prospectiva en el cruce de caminos que le tocó vivir. En efecto, él fue candidato presidencial cuando declinaba el impulso de un PRI surgido desde el poder y aparecía la necesidad de perfilar un PRI con definiciones claras ante el poder.
Los prolegómenos de las elecciones de 1988 habían mostrado que la permanencia asegurada del PRI estaba en predicamento, otro tanto ocurría con los arreglos de una pluralidad negociada que rehuía la auténtica competencia, para arrojarse en los brazos de las llamadas concertacesiones.
Es en ese contexto que debe leerse el discurso del magdalenense, pues en él se disociaba de la pretensión de que el gobierno y su estructura ganara por él las elecciones, y se proclamaba con la sola exigencia que la autoridad se orientara a la observancia de la ley. Consecuentemente llamaba a su partido a construir por sí mismo las condiciones del triunfo.
Parte de la ecuación que postuló fue el de incentivar la competencia política; si la fuerza del PRI no era el gobierno mismo y tampoco el predominio que le aseguraba esa vinculación, entonces tenía que acreditar sus posibilidades de victoria en la propia lucha política y por eso llamó al debate entre candidatos presidenciales, y se preocupó en enfatizar el discurso y las propuestas.
Colosio no sólo ofreció un buen discurso en su retórica y forma literaria, más allá de eso presentó un programa que planteaba un PRI con identidad propia ante el poder, así como la necesidad de reformar al poder mismo.
Con esas tesis se adelantó a su tiempo, pues perfiló el futuro. Ciertamente el PRI enfrenta hoy, todavía, la necesidad de rediseñarse para consolidar su presencia en condiciones de oposición, pero también de hacerlo si llega a recuperar el gobierno; pues como ocurriera entre 2012 y 2018, una operación subordinada, a la manera del viejo presidencialismo, mostró que lo llevaría a la derrota.
La idea de reformar el poder, adecuar el presidencialismo y construir mejores equilibrios y contrapesos está presente y se torna una materia apremiante de cara a la escalada actual contra los organismos autónomos y de los evidentes esfuerzos por colonizar a los otros poderes desde el Ejecutivo y de construir un federalismo servil, puesto sen boga en la presente administración.
Se podría decir que existe una clara actualidad del pensamiento y de las tesis colosistas, y que en ello se encuentra también mucho del recuerdo y el afecto que concita su persona. El rumbo que él trazó hace 28 años, sigue dando destellos de luz para corregir el camino; ni qué decir de su tesitura moral, de su exigencia para mantener un claro comportamiento ético de él, de su familia, la tremenda dignidad de Diana Laura y del reclamo que hacía a quienes fuimos sus colaboradores. ¡Cómo se le extraña!
El rumbo que tomó el país después de su asesinato ha estado más dominado por las sombras que por la claridad, lo que hace más vehemente la nostalgia hacia su figura y cualidades. Su tipo de liderazgo, de claro sentido democrático y republicano, parece cada vez más lejano en el estilo de quien se encuentra al frente en el ejercicio del poder. Los escándalos que rodean al gobierno y a su círculo cercano, son signos del deterioro de un ejercicio del poder y del régimen que resultan inocultables.
Colosio y su propuesta tienen grave actualidad.
Samuel Palma en Twitter: @vsamuelpalma