Difícil que un histrión mexicano se asemeje siquiera al registro alcanzado por la carrera artística de Ignacio López Tarso; de entrada, su longevidad y trabajo constante le brindaron una presencia casi imposible de tener émulo en algún otro artista; estuvo a punto de cumplir un siglo de vida y, en ella, una actuación pública que lindó las ocho décadas. Pero su notabilidad si bien alardea por los años vividos y de carrera profesional, más lo es por la calidad que mantuvo en sus actuaciones, también por la exigencia que siempre se impuso a sí mismo.
La ecuación de calidad y de cantidad en su trabajo actuarial, da a López Tarso un nivel de excelencia que pudiera establecerse como métrica para calificar el más alto grado que es posible alcanzar. Su figura fue icónica, marcó a las generaciones del siglo pasado y alcanzó a las actuales para afirmar un legado de maestría y de una dignidad que rompe parámetros; de plano dibujó una especie de rebelión sobre lo que es una persona de la tercera edad por no transigir con una frontera para el retiro, por estar empeñado en ejercer una vocación sin posibilidad de descanso ni de jubilación.
Las cinematográfica y teatral se acostumbraron a tener a López Tarso en las marquesinas; ya no estará, pero seguirá irradiando en ellas como referente, cuando se exhiban sus películas, se extrañe y recuerde sus actuaciones como parangón y grande elocuencia, de modo que se mantendrá en la actuación en un plano distinto, que es el más difícil de alcanzar pues consiste en estar, sin estar.
Fue estelar en muchos papeles, pero no quedó atrapado en ninguno de ellos, por más que les dio lustre inigualable. Fue versátil y polifacético, en alguno de sus roles fue voz de la Revolución Mexicana declamando sus corridos más populares con un cariz y dicción que dieron expresión al sentimiento y naturaleza que tuvo el protagonismo de las mujeres y hombres que empuñaron las armas para ser parte de la rebelión que detonó la irrupción popular que iniciara en 1910.
También fue hombre de la Revolución en las pantallas cinematográficas, de modo de ser portavoz de una épica que también se expresara en las series históricas de las que tomó parte para narrar nuestra vena nacionalista y la flama que la forjara.
Pero, con todo, hay magnificencias que nunca lo dejarán; entre ellas está Maclovio que alcanzó notoriedad internacional por una originalidad y una calidad que combinaron temática e interpretación en un sentido maravilloso, consecuente con lo mágico de la narrativa e historia del personaje que encarnó, así como de la trama que lo postuló.
Maclovio y López tarso se fundieron, se aliaron sin aparente posibilidad de disociarse, pues uno vivió sólo a través del otro, aunque el actor sí pudo encaminarse por rumbos distintos; aquél sólo existió por la intermediación de él, mientras él pudo proyectar a más personajes en otras obras y ediciones; el personaje de la película quedó ahí atrapado, mientras el actor dejó plasmado su dominio sin ser dominado.
Compleja vocación la de actor en ser perentoriamente otro, en el marco de una metamorfosis que debe liberarse de esa otredad; estar atrapado y fugarse, interpretar hasta integrar un personaje distinto y mudar después. López Tarso lo hizo una y otra vez con gran maestría, pero sus evasiones nunca fueron completas pues dejaron parte de su alma en lo que abandonaba. Lo acredita así tantos papeles que desempeñó y que no se pueden olvidar como “El Hombre de Papel” o en “Los Albañiles” y en tantos otros.
Un rasgo distinto de su personalidad fue el de su incursión en la política como Diputado Federal; formó parte de la bancada del PRI en la LIV legislatura y lo hizo con señorío, responsabilidad y entrega a la tarea que tuvo enfrente, lo que después fue motivo de reconocimiento a través de que se le otorgará una presea hace apenas dos años por una asociación de ex -legisladores. Acudió con prestancia a recibir la presea que le impusieran, su hablar con voz de actor cambió, confesó su impronta en el escenario distinto y lo dijo; intervino con gran emoción, transmitió su sentimiento y dejó clara su sensibilidad …política.
Hace apenas unos días, el 4 de marzo pasado y en ocasión del 94 aniversario del PRI se acordó otorgarle una de las preseas que en esa celebración se confieren; todavía respondió a la llamada que se le hizo para informarle del suceso y ante su respuesta en el sentido de no encontrarse en posibilidades de acudir al evento en cuestión y ante la alternativa de que enviara a un representante para que a su nombre la recibiera, contestó “para qué enviar un representante si después puedo ir a recibirla”. La presea no se le entregó, pero sí se le confirió por la expresión unánime de quienes la otorgan; ahora tendrá que ser post mortem. Sin lugar a duda, Ignacio López Tarso fue y seguirá siendo una gran figura.