No le falta razón al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cuando admite que no le sorprende se haya estrellado el avión en el que viajaba el líder de la compañía de mercenarios rusos Wagner, Yevgueni Prigozhin, (quien recientemente había desafiado al presidente ruso Vladimir Putin). “No sé exactamente qué ha pasado, pero no estoy sorprendido”, dijo el inquilino de la Casa Blanca. Y tampoco se equivoca cuando afirma “No ocurren muchas cosas en Rusia que no tengan a Putin detrás”.
Este miércoles, la autoridad de aviación civil rusa confirmó la muerte de Prigozhin y ha informado de que se ha iniciado una investigación. Las autoridades han anunciado que por el momento han encontrado ocho cadáveres. Entre ellos, también se encuentra el de uno de los comandantes más importantes de Wagner, el ultraderechista Dmitri Utkin.
Por la mañana, Putin había destituido al comandante que reorganizó a las tropas tras la debacle de otoño, el general Serguéi Surovikin. El militar, cercano a la milicia Wagner, llevaba dos meses desaparecido, tras la fallida rebelión de los mercenarios.
Es preciso recordar que el jefe de la empresa de seguridad privada Wagner, Yevgueni Prigozhin, aliado tradicional del presidente Vladímir Putin y baluarte del Kremlin en el frente ucranio, llevó anteriormente su enfrentamiento contra las fuerzas regulares de Rusia y, en particular, contra el ministro de Defensa del país, Serguéi Shoigú, a un punto crítico a través de una ofensiva de sus mercenarios lanzada desde Rostov del Don ―a 100 kilómetros de la frontera ucrania y sede del centro de mando militar del distrito sur―, con el objetivo de alcanzar Moscú. Unas horas después de atravesar la región de Lipetsk, a unos 360 kilómetros al sur de la capital rusa, el líder de Wagner anunció el cese de las operaciones tras la mediación del presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko. Estas son algunas claves que permiten entender uno de los mayores desafíos a la seguridad del territorio ruso desde la caída de la Unión Soviética:
¿Quién era Yevgueni Prigozhin?
Prigozhin se había erigido en uno de los protagonistas de la invasión rusa de Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022. Pero no era un desconocido para la comunidad internacional. El empresario, de 61 años, nacido en San Petersburgo, desde donde hizo crecer sus negocios, ya estaba antes de esta guerra a gran escala en el punto de mira del Departamento del Tesoro estadounidense, encargado de gestionar el programa de sanciones norteamericano. Ya en 2020 se relacionaba a Wagner, sobre todo, con la explotación abusiva de recursos mineros en República Centroafricana. También se observaban con inquietud el despliegue de su granja de troles para desestabilizar y manipular la opinión pública en contextos volátiles, y la presencia de sus hombres armados en Ucrania ―inmersa desde 2014 en una contienda en la región de Donbás―, Siria, Sudán, Libia y Mozambique.
El magnate del sector del catering, hoy había llevado a cabo un ascenso sin parangón en tres décadas desde San Petersburgo, donde comenzó su aventura empresarial con un puesto de perritos calientes—tras pasar por prisión por robo— hasta la trinchera oriental de Ucrania, desde donde se rebeló como voz crítica a la estrategia del Kremlin y lanzó a sus mercenarios en batallas tan cruentas como la de Bajmut. Entre medias, Prigozhin creció en el mundo de la restauración vinculado a la élite rusa, con un cliente muy destacado de nombre Vladímir Putin. Su conglomerado de empresas creció en los últimos 10 años a la sombra del Kremlin con dos puntales esenciales: Wagner y la Agencia de Investigación de Internet, esto es, su milicia de troles en la Red.
¿Qué es el grupo Wagner?
Junto al teniente coronel Dmitri Utkin, otro de los jefes militares fundacionales de Wagner, Prigozhin había logrado extender en el último lustro la hidra de su grupo de mercenarios desde Oriente Próximo hasta el África subsahariana. Operaciones paramilitares guiadas con secretismo hasta que Moscú dio luz verde a la ofensiva por tierra, mar y aire contra Ucrania en febrero de 2022 y Wagner hizo pública su existencia y maniobras en el frente oriental ucranio. El grupo de mercenarios ruso viró de brazo armado oficioso de Moscú a vanguardia oficial en los campos de batallas más enfangados entre Lungask y Donetsk, las dos provincias que forman la región de Donbás que anhela Putin. Hasta el pasado año, los hombres de Prigozhin, en su mayoría exmilitares con experiencia en operaciones especiales, habían participado, pero sin altavoces, en la revuelta iniciada en 2014 para hacerse con un tercio de este Donbás.
Pero esta región industrial en la frontera entre Ucrania y Rusia no había sido el único teatro de operaciones de Wagner en la última década. El grupo de mercenarios había participado y crecido, entre otros, en los conflictos de Siria, en apoyo del régimen de El Asad; Libia, vinculado al general rebelde Khalifa Hafter; Malí, en auxilio de la actual cúpula militar; Sudán con relaciones parejas con los diferentes grupos armados que formaban la junta militar, aunque mejor relacionado con las milicias de Mohamed Hamdan Dagalo, y República Centroafricana, como guardia pretoriana del presidente Faustin Archange. Es este último país el que el grupo de seguridad privada ha convertido en una suerte de laboratorio africano de su capacidad de influencia ―y la de Moscú―, con tentáculos en los principales sectores de la industria minera.
A través de la explotación de recursos naturales -solo en República Centroafricana se calcula que el grupo podría haber engordado sus arcas en alrededor de 1.000 millones de dólares-, según una información de Politico―, ha financiado sus fuerzas. No obstante, Wagner ha protagonizado también fracasos en el continente africano, como su ofensiva para frenar los yihadistas de Al Shabab en Mozambique en 2020. No lo lograron.
¿Cómo se fraguó la rebelión?
Con especial profusión en los últimos seis meses, Prigozhin se había convertido en la principal voz crítica interna a la guerra planteada por Moscú en Ucrania. Al servicio, además, de una gran paradoja: él era uno de los ejecutores de la ofensiva militar, en primera línea en muchos frentes en torno a la región de Donbás. Y con oscilaciones notables: desde la queja por la falta de apoyos en algunas batallas hasta el rechazo de plano, como hizo, a la necesidad y urgencia de la operación lanzada ―acusó al ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, de ser su principal artífice―.
A través del perfil de Concord en la red social rusa Vkontakte, el jefe de Wagner lanzó en los últimos meses toda una ofensiva informativa, ―en contraste con la escasa presencia pública de Putin―, a través de mensajes y vídeos protagonizados por el propio Prigozhin, de las necesidades y quejas de sus hombres, en especial, en torno a la batalla de Bajmut. En líneas generales, el empresario reconvertido en líder militar había dirigido sus dardos en tres direcciones: críticas a la élite rusa acomodada alrededor del Kremlin, con especial animadversión hacia Shoigú y el jefe del Estado Mayor, el veterano Valeri Guerásimov, en claro contraste por su papel en la trinchera, cerca del fuego enemigo; rechazo a la estrategia militar de los mandos rusos en el terreno, y, sobre todo, acusaciones de complot en su contra por la falta de armas y municiones para sus hombres.
Esto último, la escasez de recursos para combatir contra las tropas ucranianas en Baimut, había sido uno de los puntos de mayor fricción entre Wagner y Moscú. En varias ocasiones, Prigozhin amenazó con dejar este frente si no recibía municiones. Tras los avisos del llamado chef de Putin siempre llegaron la negociación y los refuerzos. A finales de mayo, los mercenarios emprendieron la retirada de Bajmut para ceder las posiciones a las fuerzas regulares rusas. Pero la crispación no cesó. Prigozhin había denunciado en las últimas semanas que sus filas han sido objeto de ataques del Ejército ruso durante el repliegue y la retirada. La escalada llegó a su máxima expresión después de que Prigozhin responsabilizara al departamento de Shoigú de bombardear sus campamentos. Aquello fue la antesala de la ofensiva de Wagner desde la región suroeste rusa de Rostov.
Putin no perdona. ¿Alguien pudo pensar lo contrario, después de la traición y la rebelión contra el jefe, con una decena larga de militares fallecidos por los disparos de las tropas de Wagner en rebeldía? Yevgueni Prigozhin tenía los días contados. Así actúa la mafia y no iba a hacerlo de otra forma el Estado mafioso por excelencia en que se ha convertido Rusia bajo la fría y metálica autoridad de Vladímir Putin.
Pero no es exclusivo de Rusia toda vez que en países comunistas donde no se respeta el Estado de Derecho, y donde predomina el autoritarismo y solo un individuo impone su voluntad sobre la de toda una nación, no sorprende que ocurran “accidentes” como el que causó la muerte del líder de Wagner.
Ojalá de la mano de Andrés Manuel López Obrador México no siga ese camino, aunque bien dice el dicho “cuando veas las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar”.
@salvadorcosio1