Por fin, tenemos candidatas. El 1 de octubre de 2024 una mujer rendirá protesta como la primera presidenta de la República. Nos faltan 9 meses de una campaña que, tal vez, será aburrida. Pero, una vez que terminemos la jornada electoral, el domingo 2 de junio, se iniciará un intenso y entretenido período de transición de 120 días.
En 1960, poco después de la publicación de “Presidential Power”, el libro más influyente que se haya escrito sobre la presidencia de Estados Unidos, el entonces senador John F. Kennedy le pidió al profesor Richard E. Neustadt que escribiera una serie de memorandos para planificar la transición al cargo de presidente.
Estos documentos se han convertido en piezas históricas, que fueron publicados en el libro “Preparing to Be President: The Memos of Richard E. Neustadt”, compilado por Charles O. Jones y publicado por AEI Press en el año 2000.
Ahí se abordan cuestiones fundamentales sobre cómo organizar un equipo de transición, cómo dotar de personal al presidente electo y luego designar los funcionarios de la Casa Blanca, la conformación del gabinete y cuáles deberían ser las funciones del vicepresidente y la primera dama.
El libro proporciona relatos históricos interesantes y conocimientos críticos para cualquiera que intente entender cómo toma forma una nueva administración y qué sucede, tras bambalinas, entre el día de las elecciones y la toma de posesión.
Richard E. Neustadt fue el decano de los académicos presidenciales. A partir de su clásico libro sobre el poder presidencial se reconcibió la forma en que los presidentes, las élites de Washington y el público entienden el cargo de presidente. No cabe duda de que el poder informal es necesario para complementar los poderes constitucionales, a fin de gobernar con eficacia.
Neustadt entendió que un presidente no podía confiar en su título para que las cosas se hicieran, sino que debía usar sus poderes de persuasión para atraer y convencer al Congreso, al poder ejecutivo, a sus colaboradores, a su partido y al público. Pero el éxito depende de cómo un nuevo presidente realiza una transición exitosa al cargo y comienza a gobernar.
Neustadt aconsejó a los candidatos presidenciales, a los presidentes electos y a los presidentes constitucionales cómo dar forma a una administración para que comience a funcionar bien. En los memorandos vemos el mejor análisis de Neustadt, siempre consciente de las características generales de la oficina presidencial, de los demás actores en Washington y de las cualidades particulares del propio presidente.
Es cierto que ninguna transición es igual. La gobernanza presidencial efectiva requiere atención a la historia. Sin embargo, los memorandos de Neustadt tendrán consecuencias duraderas y relevancia contemporánea porque ponen sus observaciones en el contexto de las necesidades particulares de un presidente y su época.
A partir del 2 de junio de 2024 habrá en todo México una sensación de cambio de página; inicia un nuevo capítulo en la historia del país, y también se nos presenta una nueva oportunidad. El peligro, como diría Neustadt, es que por el solo hecho de haber ganado una presidenta está convencida de que puede mandar. Y no será así. Se escaló una montaña (la elección); pero escalar la siguiente (la transición) será más difícil.
Siempre existe una arrogancia endémica en esta experiencia de las transiciones presidenciales. El desafío para las presidentas electas y su entorno, será el de integrarse, en muy poco tiempo, a un gobierno que funcione, cuando a menudo carecen de la experiencia y la modestia para hacerlo de manera efectiva.
Así que, desde la campaña, las candidatas necesitarán ayuda de los expertos para reflexionar sobre la transición al gobierno. La arrogancia crece cuando se convierten en “triunfantes” y luego “electas”. Las candidatas tendrán que pensar en el futuro. Tienen que pedirle a “alguien” que piense en la transición. Porque sólo tendrán 120 días para empezar a gobernar.
El 2 de junio en la noche, probablemente la presidenta electa se preguntará: “¿qué hacemos ahora?” Y la respuesta puede ser escalofriante: “tú gobernarás; tendrás toda la atención nacional y mundial; tendrás que asumir el mando”. El nuevo equipo tendrá que demostrar confianza en su capacidad de control y articular su misión y prioridades.
La presidenta electa tiene que crear una estructura que tendrá que trabajar con el gobierno permanente. Los burócratas salientes saben que la cima de cada secretaría y de cada unidad organizativa estará a punto de ser cortada. Habrá un nuevo líder en cada lugar.
La presidenta electa tendrá que comprender, rápidamente, la naturaleza y la importancia de la estructura, las reglas, la administración y la organización del gobierno. Las relaciones críticas entre la política y la administración adquieren una nueva perspectiva. Neustadt se especializó en sondear el liderazgo presidencial. ¿Cómo podría el presidente maximizar el uso efectivo del estatus en un sistema de instituciones separadas que comparten poder?
Estas preguntas fueron fundamentales para el análisis y los consejos de Neustadt: ¿Cómo ve el presidente su nuevo trabajo? ¿Cómo podría trabajar mejor? ¿Qué quiere lograr? La tarea central es organizar una presidencia para cumplir metas y propósitos. La visión se engrandece cuando se intenta hacer realidad la misión de la nueva presidenta, no la de alguien más. Todo se juzgará por el propósito, el estilo y la percepción del trabajo que tenga la nueva presidenta.
Las candidatas deben ser precavidas desde hoy. Neustadt decía que los presidentes siempre están rodeados de asesores que se caracterizan por su ignorancia, agravada por las inhibiciones y las prisas. Desafortunadamente, los asesores no moderan su ignorancia con la investigación. No conocen el límite entre no saber y no comprender lo que podrían haber sabido.
Un asesor relevante no es un adivino. Necesita trabajar con método. Los asesores de transición de los presidentes deberían poder anticipar, al menos, las vagas líneas de los problemas futuros a partir de la evidencia actual. Lo que atormentará a las candidatas es la prisa, la arrogancia y la novedad que genera la incomprensión alimentada por la inexperiencia.
A partir del 2 de junio, la nueva presidenta tendrá poco tiempo para seleccionar un gabinete, dar forma a un programa legislativo inicial, revisar el presupuesto, tranquilizar a los funcionarios públicos, conectarse con los líderes del Congreso, cortejar a la prensa y presentar una imagen pública diferente, más nacional, menos partidista. La prisa será inevitable.
La arrogancia aparecerá cuando la presidenta triunfante diga: “nosotros ganamos, así que podemos”. Será amplificada por una sobreestimación casi segura de la potencia de la presidencia. Y ya no será como antes. En eso consistirá su inocencia. Eso se complica con la inevitable inexperiencia. Esto hace que muchas de las opciones que enfrentan las presidentas electas sean prácticamente incomprensibles para ellas. La inexperiencia y la incomprensión se vuelven aún más peligrosas por la falta de eficacia en las relaciones con la prensa. Nadie podrá encantar a los medios como lo hizo AMLO.
En resumen, según Neustadt, los riesgos de transición que afligirán a una futura presidenta y a sus colaboradores nacen de la prisa, la arrogancia y el desconocimiento inherente a la novedad.
La transición de 2024 ofrecerá la oportunidad para aprovechar la tradición de toda una generación gubernamental. La experiencia, por supuesto, sería la vacuna, el gran correctivo. Pero luego abundan los asesores. Habrá una avalancha de consejos aunados a la insuficiencia de la memoria institucional.
De junio a septiembre de 2024 vamos a vivir cuatro meses de sospechas e intrigas. Los activistas van a desconfiar de cualquiera que “quiera beneficiarse de su victoria” sin haber hecho campaña. Su visión estará nublada por una bruma dorada que tardará en disiparse. Los funcionarios salientes sospecharán que sus sucesores carecen de la competencia para hacer su trabajo. Y los recién llegados sospecharán que los funcionarios públicos heredados podrían ser enemigos encubiertos, plantados por sus predecesores.
Pocos seres humanos tienen que enfrentar y superar la tensión de pasar repentinamente de ser un activista total en campaña, en una atmósfera de esfuerzo sudoroso y objetivos simples, a tareas más frías, e intelectualmente desafiantes, como gobernar en medio de las interminables ambigüedades de propósitos y presiones complicadas.
La presidenta electa tendrá la necesidad de mantener el equilibrio, el temperamento y el sentido del humor. También tendrá que desactivar las bombas de tiempo que encontrará debajo de la silla presidencial.