El atentado contra la vida de Donald Trump el sábado pasado no ha hecho más que aumentar las posibilidades de que el candidato republicano vuelva a la Casa Blanca en enero. Aquellas imágenes, con el rostro cubierto de sangre, resguardado por el servicio secreto y abrazado por la bandera nacional, serán instrumentos visuales efectivos para azuzar a los votantes estadounidenses.

Joe Biden, por su parte, continúa su inexorable descenso en sus niveles de popularidad. Derivado principalmente de la percepción generalizada de demencia senil, sus posibilidad de reelección se han visto disminuidas.

Ha trascendido que  algunos miembros del Partido Demócrata han tenido contacto con los patrocinadores de la campaña del presidente con el objetivo de que estos convenzan a Biden de que se opte por dejar la carrera presidencial. Sin embargo, él se ha mantenido firme, al igual que la mayoría de los personajes públicos de alto perfil del partido.

¿Cuál es la apuesta del Partido Demócrata? A la luz de la historia moderna de los Estados Unidos, los presidentes en turno tienden inequívocamente a ser reelectos mientras no se hayan presentado graves problemas como una crisis económica, un atentado terrorista, una emergencia sanitaria, entre otros.

El lector recordará, en este contexto, que los últimos dos presidentes que no fueron reelectos fueron George H.W. Bush en 1992 y Donald Trump en 2016.

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Bajo este principio, todo apunta –en el juicio de los demócratas– a que Biden será reelecto, a pesar de su avanzada edad y de sus notorios síntomas de disminución cognitiva.

En otras palabras, Biden y su equipo de campaña apuestan a que las fortalezas del presidente (estar en funciones, crecimiento económico, baja inflación y la ausencia de una crisis mayúscula) prevalecerán sobre la percepción de senilidad.

No obstante esta estrategia, no pocos han alzado la voz para exigir que los delegados del Partido Demócrata den la espalda a Biden y elijan a un hombre o mujer más joven que se presente en las elecciones de noviembre.

Nada está escrito, y según se estima, será nuevamente un puñado de votantes en los estados de Michigan, Wisconsin y Pennsylvania (y ahora, quizás Nevada y Nuevo México) los que decidirán la elección.