“Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”.
Albert Camus
El próximo mes de febrero se cumplen 12 meses de una batalla campal de la cual he sido protagonista.
Una lucha infructuosa y absolutamente injusta donde ha estado en juego mi bienestar, mi profesión, mi reputación y mi vida.
Tras las elecciones del 2021 donde se disputó la presidencia municipal de Veracruz, como periodista di seguimiento a lo que ocurría en mi ciudad.
No quería, como muchos, que las cosas siguieran como estaban. Mi ojo crítico veía que en este puerto había corrupción, mal uso de los recursos públicos, pobreza, inconformidad, delincuencia, violencia.
Por años acostumbrada a decir la verdad, tanto en mis redes sociales como en los portales noticiosos donde colaboro, dije en más de una ocasión lo que tenía que decirse, lo que muchos callan, lo que se debe saber.
Fue en febrero del año pasado que recibí una notificación del Organismo Público Electoral (OPLE) acusándome de violencia política en razón de género contra la presidenta municipal, Patricia Lobeira de Yunes.
El motivo, según el OPLE, eran dos publicaciones que se habían hecho en mi Fan Page de Facebook y se pedían ser retiradas, y así se hizo, se retiraron.
Desde ese momento, y pese a que se han acatado las órdenes del organismo electoral, he sido objeto de sanciones, amenazas, multas, persecuciones e incluso víctima de intentos de asalto y se han metido a mi domicilio, con intenciones de “robar”.
La historia se cuenta fácil, vivirla no lo es.
El desgaste físico, emocional, económico y laboral que he vivido a lo largo de estos meses no es ningún juego de niños.
Cuando eres persona de bien, que jamás has cometido delito alguno y tu vida se ha conducido con rectitud entre tu trabajo y tu familia, no comprendes por qué allá afuera gozan de impunidad peligrosos delincuentes, violadores, pederastas, asaltantes, narcotraficantes, estafadores y tú tienes que vivir con miedo sin saber en qué momento te llega una bala, te “levantan”, te secuestran, te desaparecen por ejercer el oficio más riesgoso a nivel mundial: el periodismo.
No comprendes tampoco por qué un día tienes que vivir en un lugar y luego en otro porque corres peligro, porque alguien que ostenta el poder se siente con derecho a darle un manotazo a tu vida y ves cómo todo lo que has construido con esfuerzo y dedicación se viene al piso.
Solo quien lo ha vivido, podrá comprenderlo.
En estos meses he recibido por parte del OPLE tres denuncias solicitando el retiro de publicaciones donde, según su criterio, la señora Patricia Lobeira era violentada.
Quienes desconocen lo que implica el término, la violencia política en razón de género cito aquí lo que se lee al respecto en la página del Tribunal Electoral:
“La violencia política de género consiste en toda acción u omisión dirigida a una mujer, por el hecho de ser mujer, que obstaculiza o anula el reconocimiento, goce y/o ejercicio de sus derechos político-electorales o en el ejercicio de su encargo”.
Tribunal Electoral
En nuestro país, por fortuna, se han tomado acciones para impedir que las mujeres que ostentan un cargo público de elección popular sean violentadas, lo cual es una acertada y urgente decisión, pues en una sociedad misógina y machista es necesario que todas tengamos las mismas oportunidades sin ser objeto de críticas e insultos basadas en nuestro género, minimizando nuestras capacidades.
Pero la señora Lobeira no ha entendido que las notas periodísticas que ha pedido se retiren, no son de ninguna forma ofensivas y nada tienen que ver con su género, solo con su desempeño en el cargo que ostenta.
Esta falta de madurez para entender y disociar lo que es ser presidenta municipal y lo que es ser atacada por su género, ha hecho que a mí, también mujer pero con una profesión que obliga a decir la verdad, se me acose, se me persiga y se me quiera callar.
Las cosas llegaron a tal extremo que el gobierno federal tuvo que intervenir para incorporarme al Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, para salvaguardar no solo mi vida y mi patrimonio, también para solicitar el respeto a la libertad de expresión, consagrada en nuestra Constitución.
Lo digo con gratitud, sí, pues el gobierno federal ha salvaguardado mi integridad física, pero también lo digo con preocupación, pues toda esta situación me ha causado daño moral, psicológico, de salud y financiero que puede ser irreparable que muy pocos han volteado a ver.
¿Dónde está, por ejemplo, el Instituto Veracruzano de la Mujer, que atiende las quejas de la presidenta municipal sin valorar que en este problema (no menor) la más perjudicada he sido yo?
¿Por qué se piensa que sería capaz una mujer como yo de atacar a otra mujer por el solo hecho de ejercer mi profesión?
En un país de libertades, donde la igualdad debe ser nuestra bandera, acosar a una periodista y poner en riesgo su vida no es tema menor.
Han sido muchos los colegas que han perdido la vida o que han sufrido atentados para callar sus voces y yo puedo ser la siguiente.
Desde aquí hago un llamado a la sociedad a sensibilizarse en este caso, pues tras un año de vivir con temor, deseo recuperar mi tranquilidad y sentirme segura, pues como dije más arriba, se debe perseguir a los delincuentes, no a mí.