Acapulco. Que pobresito, que por qué tantas desgracias siempre, que qué injusticia... y demás. Pero, ¿y si les contara que, quizás, se trate de una suerte de ‘karma colectivo’?
Les empezaré a platicar desde una historia personal (irrelevante, por lo mismo), pero ilustrativa de la naturaleza, enferma para diván, de no pocos acapulqueños, a mi familia y a mí, con especial saña, un político (presidente municipal), hoy ya desaparecido, tuvo a bien planear una obra pública enfrente del establecimiento, justo en el cruce, de manera tal, que imposibilitaba el paso incluso de la gente caminado (la naturaleza del negocio exigía, no solo el paso de automóviles sino que de vehículos para carga).
La obra de marras estaba programada para dos o tres meses... Se tardó todo el trienio, lo cuál sumado al golpe psicológico que supone un secuestro reciente y también al despojo vil de unos terrenos con casas recién construidas con el propósito de venta, los cuales (de forma legaloide e injusta) hubo que pagar de nuevo. Por cierto, cabe destacar que el alcalde en cuestión, en su juventud, pretendió a mi madre (QEPD), obviamente sin éxito, provocando esto una animadversión de años hacia mi padre (un hombre integro y si mácula, lo que cualquiera puede corroborar fácilmente). Otra casualidad es el compadrazgo del político antes mencionado con la dueña de la competencia de la empresa perjudicada, que según varios relatos de distintos agentes de ventas de grandes empresas distribuidoras, llegaba a gritar enfrente de muchos: “¡no voy a descansar hasta verlos quebrados!”, y eso siendo “amiga cercana y entrañable” de mis padres y la Familia. ¿Amigos en Acapulco?, eso prácticamente no existe.
Todo lo anterior, repito, es solo un botonsito de muestra insignificante, porque el acapulqueño vive en un constante trauma, derivado de ver riqueza ajena por todos lados, del turismo de otras parte del país y el mundo (obvio), con sus casas, coches y demás lujos, lo que ellos en ningún caso llegarán a tener, pero que si para aparentarlo son capaces de lo que sea, así esto suponga asesinar, secuestrar, robar, traicionar, mentir y cualquier cantidad de etcéteras.
La mezquindad, la ignorancia, la ambición enfermiza y la proclividad a la violencia son el pan de cada día; no es casualidad que Acapulco sea la ciudad con la peor cálida de vida de este país, y no basta sino ver las noticias para comprobarlo. ¿Si uno trata de ayudar al puerto? Nada, todo se reduce a la puerilidad de “hacer billete”, a grado de que llegué a excuchar barbaridades de parte de funcionarios públicos, al tratar de exponer la intención de sumar a un mejor destino turístico y lugar para vivir, un “aquí somos dinereros. Trae dinero, no pendejadas”. ¿Que por qué el gobierno de AMLO marginó a Guerrero de sus grandes obras de infraestructura?, por su naturaleza y tendencia al conflicto. ¿Que por qué el presidente Andrés Manuel no sale de instalaciones militares en sus visitas al puerto, a diferencia del resto del país? Por un más que natural y explicable miedo.
En fin, que lo que le sucede a Acapulco, estoy casi convencido, se trata de una suerte de consecuencia natural a las acciones cotidianas de no pocos de sus habitantes. (La rapiña durante los días posteriores a Otis fue bestial, imposible de mirar en cualquier otra ciudad del país.) Me duele sí, porque pagan muchos justos por los pecadores, pero créanme, la situación de miseria (de toda índole) qué vive Acapulco, dista de ser una cuestión casual, ¿o es normal que la noticia cotidiana sea el hallazgo de cabezas humanas dentro de hieleras y con cartulinas con mensajes ininteligibles?, el que esto escribe no cree que así lo sea. Punto.