El innegable aunque limitado avance de la democracia mexicana en el siglo 21 se advierte en que los actos y procesos políticos y de gobierno –no solo de administración–, son más visibles.
En su medida, ello permite apreciar e inferir, lo que no era dable antes de la transición democrática, las posiciones y justificaciones de los actores que compiten por el poder
Hasta ahora se observan seis actores principales, partidistas y no partidistas, que se posicionan rumbo a las elecciones del año 2024.
Los partidistas incluyen a Morena y sus aliados; PRI-PAN-PRD; y MC
Los no partidarios -hasta cierto punto- son Va por México, MéxiColectivo y la plataforma de candidaturas independientes.
Unos y otros se enfrentan a sus propias fortalezas, debilidades y retos.
Morena y aliados se apoyan en los positivos de la presidencia de la República, dominan la mayor parte de la geografía política del país, cuentan con recursos, cuadros, clientela, y estrategia, además del incentivo de consolidar el proceso de transformación que la mayoría de la gente apoya, según sondeos de opinión recientes.
Sus peores adversarios son algunos de sus líderes o grupos integrantes o aliados; la competencia leal o desleal interna por las candidaturas; el riesgo de división, así como los naturales negativos dado el desgaste del gobierno y subdesempeños de algunos de sus gobernantes.
La coalición PAN-PRI-PRD puede sumar talentos, aumentar sus capacidades y suponer que Morena y aliados no repetirán la enorme votación obtenida en 2018, aunado a la creencia de que las clases medias volverán a su redil.
Empero, se enfrenta a sus propios demonios del pasado no exorcizados -nadie ofreció una sola disculpa por las consecuencias de sus errores pre 2018- su falta de ideas y cuadros frescos ganadores, y, peor aún, sus cuentas alegres resultado de sumar sus respectivos porcentajes de votación.
Si se presenta solo, MC podrá diferenciarse, frustrar el triunfo opositor, crecer y negociar un mejor futuro en el escenario político y perfilarse hacia 2027 y 2030, pero en esa apuesta puede perder la percepción favorable de una buena parte del electorado y convertirse en el nuevo filibustero.
En su turno, las tres iniciativas más o menos ciudadanas se enfrentan a la relativa frescura del momento post pandémico, pero también al peso de la cultura política y jurídica tradicional pro corporativa y partidaria, la escasez de recursos y sus limitados vínculos populares y territoriales en una geografía muy extensa y abigarrada.
En breve, una primera ojeada al horizonte 2024 muestra que los partidos siguen siendo los principales actores, cada uno y sus coaliciones con sus liderazgos, articulaciones y cuadros más o menos consistentes, todos enfrentados a riesgos internos divisionistas y otros externos no menos complejos, por ejemplo, la inseguridad o la violencia política.
Si el pueblo o la ciudadanía está más politizada, además de polarizada, todos los actores tienen que esforzarse para convencerla y atraerla de manera efectiva a sus ofertas y boletas de votación. Ninguno debería dar esta condición por satisfecha. Las elecciones 2023 en Coahuila y Estado de México serán un ejemplo ilustrativo y atendible de ello.