El secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, está entre los tres ‘destapados’ por el presidente López Obrador. Con la diferencia de los tiempos y la variación del nombre en la picaresca política mexicana de “pasarela” a “corcholatas” el proceso tiene mucho parecido con el de 1987 echado a andar por el presidente De la Madrid para la sucesión de 1988. Allá eran siete, aquí son tres, pero con cosa de casi dos años de anticipación respecto al proceso del cual salió ungido Salinas. Otra diferencia, quizás la más sustancial, sea que en esta ocasión sí parece ser que el dedo del presidente se inclinó por una tercia, eliminando varios nombres con el solo hecho de no mencionarlos en sus conferencias de prensa, dejándolos así fuera de toda posibilidad, tal es la fuerza del actual presidente.

También, todo parece indicar que se respetará la voluntad de la militancia y bases del partido oficial por medio de las encuestas que definirán al candidato, la cual será la misma prácticamente que la voluntad popular en la elección constitucional, si combinamos la enorme estrella de AMLO con la debilidad languideciente de una oposición que sólo cae y cae en una espiral ominosa de vergüenzas, escándalos e inmundicia.

Pero ojo, que el presidente tendrá mucho control siempre sobre el proceso, con ‘ases bajo la manga’ para tener hasta el final la posibilidad de influir en él. Adán Augusto bien pudiera ser el fiel de la balanza, porque en caso de no salir favorablemente para el oficialismo la reforma electoral propuesta por Andrés Manuel y que en una respuesta jocosa de parte del titular de la Segob respecto a los actuales consejeros del INE, en cuanto a que “no le importaría que lo pretendían correr, porque ya los van a quitar” en los hechos apostó muy fuerte, todo su capital presidenciable al éxito o no de esa propuesta de Reforma; si sale o no, los ojos de toda la clase política voltearán a ver, para bien o para mal al ministro del interior mexicano, dado la operación política que se necesita para la llegada a buen puerto de la misma.

Ahora bien, en caso de no salir y/o no poder remontar en los sondeos de opinión a Claudia Sheinbaum y a Marcelo Ebrard, no descartemos sea el fiel de la balanza del proceso, esto al ‘declinar’ sus aspiraciones en favor de alguno de los otros dos. Una imagen del secretario de Gobernación levantando la mano y adhiriéndose al proyecto de Claudia o Marcelo inclinaría las preferencias de forma definitiva en favor de cualquiera de estos, desatando irreversiblemente un efecto de “cargada” en favor de dicho precandidato, lo que lo perfilaría de una forma categórica rumbo a Palacio Nacional para el sexenio 2024-2030, quedando de paso el mismo, con un lugar más que prominente en el próximo gabinete y con una ventaja considerable con miras al aún lejano año 2030, ya que llegaría joven todavía, en plenitud de facultades, con 66 años cumplidos a la hipotética presidencia.

En fin, estos son algunos de los posibles escenarios dentro del siempre apasionante proceso sucesorio al año 2024 en México.

Adán Augusto López/Ginés Sánchez