En septiembre del año pasado, Japón eliminó las principales medidas de restricción por Covid-19 y en febrero de este año, disminuyó drásticamente el tiempo de cuarentena a los viajeros a ese país del lejano Oriente. A finales de enero de este año, Inglaterra hizo lo propio. Otros países de Europa siguieron su ejemplo. Lo mismo ocurrió en las principales ciudades estadunidenses desde finales del año pasado y en lo que va de 2022. Similar situación existe en Latinoamérica. La inoculación con alguna de las vacunas disponibles, la aplicación de refuerzos y la inmunidad natural, disminuyó las hospitalizaciones y por ende, los fallecimientos. Como Humanidad, por fin, vemos la luz al final del túnel.
A partir del pasado fin de semana, en Nuevo León el uso del cubrebocas dejó de ser obligatorio en espacios abiertos. Pronto, otras entidades del país seguirán su ejemplo. Afortunadamente, México es uno de los países americanos con mayores porcentajes de vacunación y de aplicación de refuerzos.
En esta pandemia aprendimos sobre la marcha. Dolorosas lecciones en términos de vidas y pérdidas de familiares. En México, el uso o no del cubrebocas fue la manzana de la discordia de una de las polémicas más absurdas e inútiles de dos años de pandemia. Hubo incluso muertos. Giovanni, el joven de Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco, que el 4 de mayo de 2020, policías municipales lo detuvieron y golpearon por no usar cubrebocas. Al día siguiente, su cuerpo fue entregado a sus familiares.
Nunca sabremos cuántas vidas se perdieron o se salvaron por el uso del cubrebocas. Sólo hay especulaciones y datos de una enorme fragilidad científica. Lo que sí quedó claro fue que desde el inicio de la pandemia su uso era una de las medidas más simples y útiles junto con la sana distancia, el lavado frecuente de manos y el uso de gel.
En marzo de 2020, Hugo López-Gatell era una de las estrella ascendentes de la Cuarta Transformación. Era una voz clara y potente en un mar de incertidumbre y dudas. Rápidamente su credibilidad menguó, no por los ataques de los opositores a López Obrador, sino por sus ambigüedades, entre otras cosas, al uso del cubrebocas. Al final, la sociedad aceptó usarla de manera generalizada, como se ha mantenido hasta la fecha.
Conozco personas que religiosamente usan cubrebocas y mascarilla desde hace dos años, también los que todo este tiempo rechazaron su utilización. La negativa a usarlo, su “derecho” como dicen es una de las banderas de los negacionistas y de los movimientos antivacunas. La verdad es que las autoridades han sido en extremo flexibles y discrecionales en su utilización. El cubrebocas se convirtió en un símbolo de solidaridad y empatía. Una forma callada de decir “me importas, te cuido al cuidarme”.
Tal vez pronto podamos dejar de usar cubrebocas y respirar a todo pulmón. ¿Cuánto habremos cambiado? ¿Cuánto aprendimos en esta pandemia? ¿Volveremos a usar el cubrebocas? Pronto lo sabremos. Ojalá tardemos en saberlo. ¿Usted que opina?
Onel Ortíz Fragoso en Twitter: @onelortiz