Bueno, ya saben… se me da ver los reality shows. Como psicóloga me parece apasionante ver cómo se desarrolla la conducta humana bajo un encierro y bajo el aislamiento. Al final he visto ya varios de estos programas que poco a poco han dejado ser entretenidos.

El pasado reality fue bajo la producción de Estados Unidos. Sucedió que tres concursantes de ahí sintieron tal presión y tal juego sucio que optaron por salirse.

La ganadora, Maripily Rivera no merecía ganar desde mi punto de vista, pero el apoyo de todos los boricuas estuvo de su lado, siendo ella puertoriqueña.

Antes de ese reality estuvo el de La casa de los Famosos en México. Un reality divertido con estrategias divertidas y la ganadora Wendy Guevara merecía ganar.

Nos llenaron de risas y de buenos momentos porque en realidad ninguno que se mantuvo hasta la final trató de herir, pisotear, invisiblizar o otros y pasar por encima de otros con tal de llegar a ser ganadores.

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Pero en esta ocasión, el reality de La Casa de los Famosos México edición 2 ha tomado con alegría los picos que han generado por rating, justo porque se están peleando en ese momento, porque un hombre degrada y humilla a una mujer, porque entre todos se han faltado al respecto, porque han invisibilizado e ignorado a una concursante que no pasa de los 22 años junto con aquellos que le doblan la edad.

Como psicóloga me avergüenzo de el comportamiento de Adrián Marcelo que dicho sea de paso se ha hecho “famoso” en TikTok por grabar cápsulas entrevistando a la gente y hasta ahí. También en la juventud es famoso por hacerle bromas muy pesadas a las personas en la calle, como ofrecerles un “jale” (inhalación) de marihuana a cambio de darles dinero.

Cosas humillantes, que hace un hombre que ya se siente fracasado para su edad, vistas por personas que sienten que no hay nada mejor que hacer más que reírse de sus bobadas.

El hombre ha hecho lo que en psicología le llamamos “secreto ético”. Ha sabido cómo irle llegando a todos para que se atrevan a hablar de las cosas que les duelen o les preocupan o traumas y situaciones difíciles, para luego utilizar esta información que él recopila como si fuera un buen psicólogo, para después usarla en contra de sus oponentes y así debilitarlos.

No es posible que esta clase de contenido se dé, pero es más grave todavía que no haya una sola maldita instancia que genere alguna amonestación para los ganadores o no sé si el gremio de psicólogos que supuestamente regula a estos, el Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación en Psicología, A.C. (CNEIP), no haya hecho absolutamente nada para simplemente prohibirle dar consultas y terapias a esta clase de psicólogos.

El esfuerzo que hizo la ONU Mujeres fue realmente importante, le hizo un exhorto a la productora de este reality, Rosa María Noguerón para que ponga atención a los comentarios machistas, misóginos, a las burlas y al bullying que muchas mujeres de ese programa están siendo sometidas.

Me parece que esto debió de trascender expulsando a todos los integrantes y dando por fin un cierre de este tipo de programas donde nada positivo se aporta.

El programa donde ganó Wendy para mí fue un ejemplo de cómo saber ganar sin herir a nadie. Ese tipo de triunfos y contendido son los que deberían de existir.

El tema es que Marcelo Adrián, quien se jacta de ser psicólogo ha hecho todo porque se le retire su cédula.

Lo triste es que la gente seguirá apoyándolo porque hay tanto vacío. Y desamor en la humanidad que prefieren ver a unos con otros deshaciéndose en insultos y en agresiones que revisar sus propias existencias.

Me gustaba el reality cuando era un juego. Hoy se volvió un portal, como una vitrina donde puedes asomarte para ver cómo un hombre destruye a una mujer.

La culpa la tenemos nosotros por sintonizar esos programas. La culpa la tiene este gobierno por no defender a una mujer que es violentada en vivo con 7 cámaras encima por un hombre disfrazado de psicólogo, haciendo uso de la información de todos a su favor.

Necesitamos acostumbrarnos a ver cosas que nos dejen el alma en paz o que nos entretengan sin que ese entretenimiento consista en pisotear la reputación de nadie.

Empezaré a leer un buen libro y a confiar en que alguna autoridad ponga un alto.

Es cuanto.