Héctor Aguilar Camín, de todos los comunicadores, pero sobre todo los catalogados como ‘intelectuales orgánicos’ de los gobiernos neoliberales, ha sido el que más ha perdido toda noción de las formas desde el inicio del primer sexenio de la 4T.

Y es que no solo es que no tenga ya a quien escribirle un recado al grito de “presidente, nuestras finanzas andan mal”, sino que a todas luces ese señor, ya entrado en la tercera edad, no se supo administrar en tiempos de bonanza y hoy, fuera de sí, ha llegado al extremo de llamar estentóreamente al presidente López Obrador, al aire y en TV abierta, “¡pendejo!”, algo que en los tiempos de otras administraciones pudo costarle, sin exagerar, patrimonio, libertad o hasta integridad física.

Enajenado, lo vemos gesticular, alzar la voz lanzando improperios e incluso manifestarse ya abiertamente en favor de los candidatos del PRIAN.

Y es que sí, se acabaron los beneficios ilegítimos y también los ilegales, al estilo de la grosera presión millonaria (hasta el año 2999) de su par María Amparo Casar, que sin rubor alguno despotricaba contra Pemex y la participación del Estado en el sector energético al tiempo de vivir a cuerpo de reina de Pemex mismo.

Tenía yo un tío, y padrino, que siempre hablaba de planear la vejez. Recuerdo que de niño eso me parecía algo aburrido y hasta chocante y no dimensionaba yo la importancia de sus dichos. Él así lo hizo y vivió sus últimas décadas de manera holgada y sin agobios de tipo financiero. Hoy que el y mi tía ya no están, lo he entendido, cosa que a todas luces, don Héctor Aguilar Camín no entendió y pensó que los tiempos de abundancia serían eternos, cosa que, evidentemente no fue así y debe ser muy duro el ahora, ya entrado en la fase última de su existencia, vivir con la incertidumbre que resulta de eso, de no haber vivido, trabajado y aprovechado el tiempo con una prioridad: el planear, financiera y materialmente, todo para la inexorable época otoñal de la vida.