Antes que nada diré: Agustín Ramos es para mí profesor y maestro. Lo primero porque así lo conocí personalmente, como profesor de la materia Novela II en el Diplomado en Creación Literaria del Centro Xavier Villaurrutia del INBAL. Lo segundo, porque ejerce con su escritura el ejemplo de un maestro: pasión y disciplina por su empeño literario; pero también porque comparte la generosidad de su conocimiento crítico. Y es, por encima de todo, escritor de vocación. Una esencia que trasmina de manera vital. “En algún tiempo hasta hubiera pagado con tal de poder escribir. Y así es como yo defino una vocación, un trabajo que haces aunque te paguen poco, aunque no te paguen e incluso aunque tengas que pagar para hacerlo. Escribir y leer fue un destino, lo cumplí, no en la medida en que pude haberlo hecho, pero lo cumplí. No me quejo, fui única y exclusivamente un escritor, no un comerciante, no un publirrelacionista, no un lambiscón, no un calculador”, le ha dicho al periodista cultural y escritor Víctor Roura en entrevista de 2022. Un verdadero escritor que ha sido del todo reconocido y es leído; el premio mayor.

Aunque ocasionalmente lo leí como articulista de La Jornada Semanal y vi en alguna entrevista, fue en realidad en el Diplomado cuando comencé a leer sobre su obra incluso antes que leerlo a él mismo. Y es a partir de ese contexto que hago un primer acercamiento a su creación, su estilo y sus intereses literarios y extraliterarios en oportunidad de la celebración de un aniversario de su existencia. Me auxilio sobre todo en el ensayo/entrevista “Agustín Ramos: Por Reforma o por Revolución”, contenido en el capítulo V, “La novela combativa y los planteamientos éticos”, de Vicente Francisco Torres, en su libro Esta narrativa mexicana (UAM Azcapotzalco; 1991, 2007); “Mapa novelístico de Agustín Ramos”, de Ignacio Trejo Fuentes (Revista Universidad; marzo 2006); y en al menos tres textos de Víctor Roura: “¿Por qué la narrativa? Porque no sé cómo hacer que llueva” (Salida de emergencia; julio de 2022), “Agustín Ramos: una epidemia como la metáfora ideal de un paro mundial” (Salida de emergencia; sin fecha) y “La impredecible novedad” (La lupa; sin fecha). Los textos-entrevista de Roura sobre o a partir de Agustín Ramos son muy disfrutables.

Y por supuesto, me declaro lector principiante de Ramos. Me he aproximado a su primera obra, Al cielo por asalto, una intermedia, La noche, y la más reciente, Justicia Mayor. De ahí el título de este acercamiento: una representación de sus tres trilogías que considero ha escrito de manera deliberada, porque, por ejemplo, cuando ya había terminado en 2015 sus trilogías primera y tercera, decide completar la segunda. Deliberada también, creo, porque muy temprano se concibió Ramos como escritor, como novelista: “Mi actitud ante la literatura ya estaba consolidada como ejercicio de libertad, abolición de obligaciones, renuncia a lo que no me resultara placentero o que aunque me hiciera sufrir me resultara vital” (a Roura). Pero seguro existe algo más en ese cielo, esa justicia y esa noche -en ese tramo de tiempo y de trama-, de su primera a su más reciente novela: lo que ha vivido como escritor y como hombre.

Los analistas de su novela observan con claridad las tres etapas o tres cuerpos orgánicos que la estructuran. Una columna vertebral con inserciones constantes de otros géneros; cuento, ensayo, artículo, etcétera. 1. Novela política; aunque Ramos difícilmente abandona la política como interés fundamental. 2. La novela histórica. 3. Novela de “ficción”, si puede llamarse así. O dicho por Ignacio Trejo Fuentes, -que considera a Ramos “uno de los narradores mejor dotados de cuantos hay en nuestro medio gracias a su excelente prosa y a los asuntos que aborda”-, se da en su obra una segmentación tripartita esencial: política, historia y tiempos modernos. “De esta tríada se desprende multitud de consideraciones en varias direcciones, como la de que la vida es un escenario efímero que sirve para representar, aunque con distintas máscaras, los mismos hechos y similares protagonistas. La traición, la muerte, la soledad y la locura apuntalan perfectamente aquellas aristas”.

Novela política

“Política y literatura conforman un todo indivisible. El autor no concibe una literatura neutra, como tampoco acepta un realismo que no permita los juegos del lenguaje, el humor y la fantasía sin freno”, señala Vicente Francisco Torres. Y me parece que en estas frases se encuentra la quintaesencia del objetivo literario y vital de Agustín Ramos. Hasta el punto en que conozco a este, comparto la idea de Torres.

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Con Al cielo por asalto (1979), La vida no vale nada (1982) y Ahora que me acuerdo (1985), se tiene “un todo orgánico caracterizado por una búsqueda estilística a base de cuadros centelleantes cargados de significados políticos y que tienen, como preocupación fundamental, los antecedentes y los consecuentes de la masacre del 10 de junio de 1971″, observa Torres, quien cita a Javier Molina -en entrevista con Ramos en 1986-, preguntándole el porqué de ese interés histórico en particular: “Porque es lo que me tocó vivir. Si me hubiera tocado la Comuna de París, qué maravilla. Tal vez sea más modesto, pero es a lo que yo le tengo que buscar sentido, porque eso me propuse hacer en las novelas que he publicado” (“El jueves de Corpus, un suceso histórico; el 68 un acontecimiento”; La jornada, 25 de enero de 1986). “Tres primeras novelas, tres puestas en escena de los pasajes políticos y sociales más dramáticos de los últimos tiempos en este país que, paso a paso, se vuelve de opereta”, determina Trejo Fuentes.

Si algo he de agregar respecto a la primera novela de esta primera trilogía de Ramos que es al mismo tiempo su primera obra, es justo su estructura no lineal, compleja a una sola lectura. Existen dos versiones, la original, de 1979 publicada por ERA (de la cual he leído el primer capítulo disponible en PDF) y la de 2004, por el FCE. En lo que se alcanza a comparar, existe una diferencia en cuanto a aproximación: la primera sobresale en espontaneidad, la segunda, se expresa con exuberancia de lenguaje y sentido poético; surrealismo y realismo mágico, han agregado los comentaristas de su obra.

Sobre la estructura de la primera versión, que Ignacio Trejo Fuentes califica de “arriesgada debido a sus constantes cambios en el tiempo, aunque no tanto en el espacio”, Evodio Escalante, citado por Torres, especifica: “Los capítulos se dividen cada uno en tres secciones, de las cuales la primera –siempre la mejor- es netamente narrativa. La segunda sección la componen ‘actos’, especie de interludios dichos desde un manicomio, un hospital, un crematorio, una zona fabril, el local de un sindicato,… La tercera, por pequeños textos que a falta del patrón se diría que son intermedios entre las narraciones propiamente dichas y los ‘actos’”. Y añade que estas secciones están fechadas por eventos históricos; claro, se refiere a la edición de 1979, la primera, pues en la segunda ha desaparecido esta complejidad.

Y concluye: “Acaso la nota que Ramos ayuda a introducir en la nueva novela mexicana es esta propuesta de quebrar las fronteras de tiempo y espacio, romper el corsé de la nacionalidad y apelar así a una realidad más vasta aunque igualmente propia” (Evodio Escalante. “La novela mexicana y el movimiento del 68″, en Tercero en discordia. UAM, 1982). Trejo Fuentes es concluyente: “Al cielo por asalto es una desgarradura interior del autor, aunque también lo es de la sociedad, del país”.

Además de lo dicho sobre estructura, lenguaje y significado de esta novela inicial -muy bien acogida por la crítica, por cierto- con el referente histórico de 1971, en el cual subyacen la “guerra sucia” y la “guerra fría”, he de añadir que posee un final conmovedor (que no he de revelar, por supuesto) antecedido durante la novela por una elaboración de pensamiento y sensibilidad, por no decir de filósofo y poeta.

Novela histórica

Trilogía virreinal o del virreinato, le ha llamado su autor. Tú eres Pedro (1996), precedida del ensayo La gran cruzada, que trata de una rebelión minera contra Pedro Romero de Terreros. Los mineros toman por unos días las minas, un movimiento social importante aún dentro de la Nueva España que se verá reflejado -dice Agustín Ramos en entrevista con Hortensia Cervantes en marzo de 2021-, en la Constitución Mexicana de 1917.

La visita: un sueño de la razón (2000). “Ramos retoma motivos históricos para averiguar las razones por las cuales México y los mexicanos somos así y no de otra forma; cito a Trejo. A mediados del siglo XVIII, un personaje de la política española es enviado a Nueva España como visitador. Sus funciones consisten en hacer una radiografía de esos territorios para entregar cuentas al rey de España… y la primera impresión que tiene es que es un país sin orden ni concierto: el Virrey gobierna de lejitos, y el desequilibrio social es más que evidente, por eso los nativos de varias partes de aquél resisten furiosos y aguerridos la imposición del modo de vida europeo que se pretende…

“Novela que parece de aventuras, es en realidad la radiografía de un país estremecido por la injusticia y la miseria, del cual habrá de surgir necesariamente el espíritu libertario”.

Justicia mayor (2015). Han pasado 15 años de la publicación de la anterior novela histórica y Ramos escribe esta obra para completar la trilogía que le faltaba; ya tenía la de novela política y la pachuqueña.

Trilogía pachuqueña

O “tiempos modernos”, como le llama Trejo Fuentes, aunque su texto “Mapa novelístico” sólo llegue a cubrir hasta la primera de estas novelas. Las tres tienen como escenario a la ciudad de Pachuca y sus alrededores.

Como la vida misma (2005). Olvidar el futuro (2010). Cronológicamente, esta es la última de la trilogía, mas el autor ha decidido colocarla como la segunda en vez de La noche.

La noche (2007). Novela brillante que se disfruta pese al drama existencial de los personajes principales. Por un lado, un poeta provinciano fracasado (y aún más: municipal; en realidad lo provinciano se refiere al espíritu) pero que aprende a sobrellevar una vida de prestigio entre la burocracia cultural de su entorno inmediato que le da para vivir “del cuento y del canto”. Por otro lado, a un empleado que también ha fracasado.

Al despertar una mañana, un hombre (el poeta) se percatará de estar solo, sin su familia, esposa e hijos, sin la ciudad y sus calles, sus lugares conocidos. A partir de ese hecho transcurre la novela –narración de la soledad y la desolación, la fragilidad humana, su vulnerabilidad-, pasa en una geografía derruida, entre el miedo (terror a veces) y la esperanza para caer en cuenta una y otra vez que está solo.

Una especie de Comala, una suerte de Pedro Páramo [”Pero si tú ya estás muerto”. “Ya pegaba fuerte el sol y comenzaba a invadirme el miedo. Entonces intentaba yo, a un tiempo, despejar una duda y ponerme en pie. Estiraba la mano para apoyarme en el hombre del restaurador, pero este se esfumó como debe hacerlo toda alucinación que se respete”. “Me duele tanto la desaparición de todos como me espanta la posibilidad de alguna aparición”.], pero también un monólogo interior. Y por supuesto no es lineal, más bien una novela circular.

El uso de lenguaje otra vez admira, pero no es el poético de Al cielo por asalto sino en todo caso, la poética de la calle, de la fraseología popular. Algunos ejemplos:

“Eran sus predilectas las hembras así, que significaban riesgo, albur; de esas con las que acaso sabes que puedes empezar pero no sabes cómo ni en qué va a parar”.

“Pensó en la dama. Y al pensar en la dama recordó la ley que dice tratar a las putas como damas y a las damas como putas”.

“Evitar el riesgo de aventurarse con alguna clienta que estuviera dispuesta a dejar hijos y esposo para pegarse a él… Su lema para los negocios era: ‘No hay que sembrar el chile donde está la papa’”.

“¿Sabes en qué se parecen los perros a los hombres?, dijo ella en cuando se percató de que él no la estaba pelando. En que les hablas y se te quedan viendo como si entendieran”.

Dejemos de lado a las “hormigas ruedacacas”.

“Andando y meando pa’ no hacer hoyo”.

“Justo ahora en que esos hijos habían ascendido a la melodramática categoría de su única razón para vivir”.

“Mas cuando consiguió su primer ascenso y ligó al primer galán que aunque no le movía el tapete por lo menos superaba por milímetros la calificación de pobre pendejo”.

“¿Y qué significa salirse con la suya cuando se está borracho?, –siguió diciendo sin hacer caso de una mosca de fulgores metálicos procedente del mingitorio- Lo que responda, querido poeta, siempre terminará por significar lo mismo: cualquier pendejada”.

“No se dan cuenta de que, en este pinche mundo culero, darse a querer nomás por lo que uno es, es como ser araña y querer orinar sin mearse las patas. Imposible” (mi favorita).

“Que no se recargue en los postes quien no quiera que lo meen los perros”.

Agustín Ramos

P.d. Aquí, el programa dedicado a Agustín Ramos. Participan, Aquiles Cantarell, Yadira García, Agustín Sánchez Monroy, Yomero y Agustín Ramos:

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo