Ayer volé de la capital del país a Monterrey. En Aeroméxico. No se necesita ser un experto para comprobar que el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México está saturado, lo que necesariamente implica un riesgo enorme en términos de seguridad, tal como lo diagnosticó la Agencia Federal de Aviación Civil. Por tal motivo se decidió reducir de 52 a 43 las operaciones por hora en el AICM.

Ha sido una determinación sensata, que no obedece a criterios de rentabilidad de las aerolíneas —ni del propio AICM—, sino a hechos objetivos que ponen en peligro a la población, como el de la ubicación del aeropuerto más grande de México: se localiza prácticamente en el centro de una de las metrópolis de mayor densidad población en el mundo.

Tal decisión, tomada con responsabilidad, ha generado una enorme presión sobre el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Otra vez, la mayor parte de la comentocracia se ha lanzado a linchar a AMLO; es la historia que hemos visto desde el inicio del sexenio, cuando la 4T disminuyó fuertemente los presupuestos de publicidad oficial.

En vez de cuestionar a las líneas aéreas que no quieren operar en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, los y las periodistas exigen al gobierno mexicano que tolere la saturación en el aeropuerto capitalino, a pesar del enorme riesgo de accidentes.

Ayer, en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, charlé con personas que viajan muchísimo de Monterrey a la capital de la nación. Lo hacen por trabajo. De plano, no entienden por qué no se utiliza más el AIFA. Tales personas normalmente aterrizan en el AICM, pero también lo han hecho, en varias ocasiones, en el Felipe Ángeles. Llegarían más al AIFA si hubiera más vuelos, pero no los hay. Y no los hay porque las aerolíneas no quieren. Transcribo algunas preguntas que les hice, con las respuestas que me dieron:

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Pregunta: ¿Qué les parece el AIFA? Respuesta: Muy buen aeropuerto.

Otra pregunta: ¿Cuánto tiempo han invertido en trasladarse del AIFA a Polanco —donde normalmente tienen sus reuniones de trabajo—? Otra respuesta: Unos 50 minutos.

Tercera pregunta: ¿Cuánto tiempo invierten para ir del AICM a Polanco? Tercera respuesta: A veces media hora, pero a veces una hora y hasta una hora y media.

Lo que tampoco entienden tales personas es que, en Monterrey, cuando cuentan a sus amistades que el AIFA es muy buen aeropuerto, solo escuchan como réplicas durísimas palabras de desaprobación. Les dije que así es el fanatismo: gente que no conoce el Felipe Ángeles lo detesta solo porque lo construyó el gobierno de AMLO. Como el Tren Maya, añadí.

Para mi sorpresa, las personas con las que conversé ayer elogiaron al Tren Maya y al otro tren de la 4T, el Transístmico. Lo hicieron por las razones correctas: de política económica y social. Trabajan en el sector privado, se especializan en administración de negocios y, sobre todo, conocen el tema del famoso y tan de moda nearshoring. Saben de lo que hablan, pues.

Son personas convencidas de que desarrollar con grandes proyectos el sur/sureste de México es lo mejor que le podría pasar al país para incrementar su competitividad. Pero, de nuevo, si lo comentan en Monterrey sus interlocutores les descalifican. Quienes así lo hacen no conocen el Tren Maya ni tienen la menor idea del Transístmico, pero en ciertos sectores conservadores el rechazo a cualquier cosas que haga AMLO es absoluto.

Así con todo lo que ha hecho Andrés Manuel: el AIFA, el Tren Maya, el Transístmico, los programas sociales, los nuevos libros de texto. Me preguntaban las personas con quienes charlé en el AICM si el rechazo a AMLO se debe a que este hombre no ha logrado comunicar adecuadamente el alcance de sus proyectos. Respondí que nadie comunica mejor que el presidente —de ahí su elevada aprobación en las encuestas—, pero como su gobierno ya no paga para evitar que le peguen, pues entonces, lógicamente, los y las columnistas le pegan, y le pegan y le pegan y le pegan... buscando que se les vuelva a pagar.

La campaña electoral presidencial de 2024 será eso: un enfrentamiento entre las mentiras mediáticas y la verdad de un gobierno que está intentando cambios profundas en las estructuras sociales y económicas de México.

La campaña presidencial será un largo debate entre el griterío supuestamente simpático de Xóchitl Gálvez y el conocimiento científico de Claudia Sheinbaum. Lo veremos: Xóchitl no dejará de denostar a AMLO, mientras Claudia sabrá explicar qué sigue para la 4T ya sin López Obrador en el gobierno.

¿A quién apoyará la mayoría? Me parece que a Claudia, por ella misma, desde luego: su muy superior currículum es suficiente para convencer de que es mejor opción que Xóchitl. Pero Sheinbaum ganará también —y sobre todo— porque ha estado al lado de AMLO durante más de 20 años, lo que ha hecho con la inalterable lealtad surgida de la afinidad ideológica.