Llegó el gran día de la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), la primera de las cuatro grandes obras que marcarán el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y hay que reconocer que como lo presumió la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, “constituye la esencia de la Cuarta Transformación”, al tratarse de una obra opaca, engañosa, inviable, costosa, incompleta, insuficiente, que no cubre las necesidades que originaron su creación, y que muy posiblemente generará más problemas que soluciones por la carencia de certificaciones para desempeñarse de manera efectiva.

No se puede dejar de señalar que mucho de lo que rodea a esta obra parte, se desarrolla y confluye en un engaño. Desde el momento en que se decidió apostar por la Base Aérea de Santa Lucía para llevar a cabo su remodelación y transformarla en un aeropuerto internacional del más alto nivel, -según se prometió-, se supo que no era la mejor opción.

Desde la legislatura 58 del Congreso de la Unión de la cual formé parte, participé en las comisiones que tenían que ver con el análisis de la información que desde el año 2000 se estaba haciendo llegar por parte del Ejecutivo Federal en aquel tiempo a cargo de Vicente Fox y su secretario de Comunicaciones y Transportes, Pedro Cerisola y Weber, en relación a la necesidad de tener un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México, o bien, consolidado para la ampliación del existente o algún sistema en el que pudiera potenciar la estructura de aeropuertos como el de Puebla o Pachuca para habilitarlos como aeropuerto internacional alterno y/o un aeropuerto de carga bastante superlativo. Desde esa época, hace más de 20 años, que estuvo en nuestras manos la información muy amplia de todas las opciones, incluida la de habilitar la Base Militar de Santa Lucía para poder ser considerada y construir ahí un nuevo aeropuerto, se descartó por su lejanía con el voto de quienes como diputados participamos en las comisiones y también en general por el pleno, con todo y que en el listado de quienes éramos diputados federales había diversos personajes que ahora militan en Morena y aseguran y afirman que es la mejor opción lo que hoy se llama Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA).

Pero la realidad es que, tras haber sido cancelado el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM), lo que se tiene es un auténtico absurdo.

Y lo es, porque desde ningún punto de vista se puede entender que haya sido cancelada una obra que realmente vendría a cumplir y satisfacer todas las necesidades que exige la capital del país en materia de movilidad y conectividad aérea que ya contaba con un avance de 53 por ciento. Es un completo absurdo que el argumento haya sido la corrupción y no exista una sola denuncia ni alguna persona tras las rejas por ese motivo, y contrariamente, la llamada Mafia del Poder haya sido premiada por el mismo Gobierno otorgándole nuevas obras bajo contratos multimillonarios.

Una aberración además es que la enorme inversión que estaba en curso, y que fue iniciada al final del sexenio de Enrique Peña Nieto, fuese dilapidada en indemnizaciones a los constructores que fueron afectados por la cancelación. Hablamos de cientos de miles de millones de pesos lo que costó la destrucción; según la periodista Lourdes Mendoza, habrían sido 465 mil millones de pesos de acuerdo con la cuenta pública 2019.

Dicha cantidad habrá que sumarla de manera obligada al costo en la edificación del AIFA, que por su parte ya alcanzó los 116 mil millones de pesos, faltando aún mucho por contabilizar hasta que esté completamente finalizado el proyecto.

De manera que el AIFA es hasta ahora la obra más cuantiosa en la historia de México al rebasar los 500 mil millones de pesos, sin menoscabo de que debido a la opacidad con que se maneja, no sabemos si en esas cuentas ya está incluido el salario de los militares que han trabajado en la construcción y si también estarán contemplados los faltantes por desvío de recursos a empresas fantasma, que develó el año pasado el periodista Carlos Loret de Mola.

Un auténtico absurdo es haber realizado esa colosal inversión en una infraestructura que no resuelve los graves problemas de saturación que enfrenta la terminal aérea Benito Juárez, pues aun reconociendo que estamos en el arranque de sus operaciones, es inconcebible que apenas se cuente con ocho vuelos diarios y se estime que deberá transcurrir un año para alcanzar 120 operaciones por día, siendo que el Benito Juárez mantiene en promedio 890 diarias y antes de la pandemia sumaban un mil 260.

Lo menos importante de lo importante es lo que reportaron el día de la inauguración muchos de los medios de comunicación que acudieron a cubrir el magno evento. Falta de una entrada principal, fallas en sanitarios, falta de agua y energía eléctrica en algunos puntos como baños y amenidades, locales comerciales incompletos, salas vip sin terminar, venta de souvenirs con la imagen del presidente en los pasillos del aeropuerto, el trompo de pastor en una de las salas, la venta de tlayudas, la saturación de personas, y hombres con altavoces intentando poner orden, los acarreados con porras al presidente y otros disfrazados con la imagen de personajes que en la 4T identifican como “adversarios”, el caso de Brozo y Joaquín López Dóriga; los cientos de invitados VIP arribando en transportes especiales, los mensajes llenos de servilismo de los gobernadores Alfredo Del Mazo y Omar Fayad, del Estado de México e Hidalgo, de manera respectiva; el posicionamiento de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien fue incapaz de ofrecer un discurso de alto nivel como requería la ocasión y terminó retando a los “adversarios” al puro estilo amloísta; y en el colmo de lo absurdo, la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller, pretendiendo mofarse de Enrique Peña Nieto, al intentar replicar una pifia del ex presidente que no causó gracia a ninguno de los presentes y pareció incluso provocar malestar al propio López Obrador.

Lo importante sin embargo era registrar y dar cuenta de lo que ni los militares ni las autoridades de Gobierno querían que los invitados, la prensa y los expertos vieran, es decir, que la terminal carece de oficinas y obras tan básicas que de ninguna manera le permiten ser funcional.

Aunado a lo anterior, se tiene que insistir en que carece de vías de acceso, que el transporte será costoso, y que principalmente no cuenta con las certificaciones que le permitan considerarse un aeropuerto internacional, de ahí que no le esté permitido atender vuelos en mercados transfronterizos, ni siquiera a Estados Unidos, un destino que representa el 70 por ciento de las operaciones de México en el extranjero.

Lo demás ya lo sabemos. Ahora tenemos un aeropuerto internacional inoperante que no responde a las necesidades para la movilización del sistema aeroportuario mexicano y además de ello, es ridículo.

La historia pudo ser diferente, pero con un presidente como Andrés Manuel López Obrador que gobierna con base en ocurrencias y caprichos, tenemos los mexicanos que padecer y pagar por al menos los próximos 25 años, la obra más cara de la historia del país que constituye un homenaje a lo absurdo.

Salvador Cosío Gaona en Twitter: @salvadorcosio1

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