Más que “proteger” a Ucrania, un país que desde el golpe de estado de 2014 es gobernado por elementos neonazis, el verdadero objetivo de los Estados Unidos al jugar a “pedro y el lobo” con la inexistente invasión rusa a su país vecino y en donde residen cientos de miles de sus ciudadanos, es alejar a Alemania de los energéticos controlados por el gobierno de Vladimir Putin.
La construcción del proyecto Nord Stream 2 ponía en jaque la dominación estadounidense en la Unión Europea, continente en donde cuentan con varias bases militares y decenas de miles de tropas “protegiendo” a sus “aliados”.
Bajo la consigna de “defender a Europa hasta el último ucraniano”, el gobierno norteamericano ha logrado su propósito de orillar al gris canciller alemán Olaf Scholz a detener la certificación del gasoducto que aseguraría energía más limpia y barata en la nación germana, además de abrir las puertas de una integración entre los dos países más poderosos de Europa, Rusia y Alemania.
Estados Unidos, por lo pronto, se frota las manos ya que podrán vender gas natural licuado a Alemania, a un precio altísimo que podría desembocar en escenarios como los que se viven en España, en donde los precios de la energía eléctrica se han vuelto impagables para un número cada vez mayor de familias.
Mientras Alemania siga sojuzgada a los designios de Washington, seguiremos siendo espectadores de decisiones de este tipo: verdaderos balazos en el propio pie, geopolíticamente hablando.