Una vez más, el senador Ricardo Monreal Ávila, se encuentra entre la espada y la pared, pero me parece que en esta ocasión difícilmente podrá salir bien librado de la disyuntiva en que le ha correspondido colocarse, siendo que le ha llegado el momento de la definición y tendrá que revisar con cabeza bastante fría antes de elegir a qué bando se hará; es decir, si continuará del lado del oficialismo o se decanta por emigrar a la oposición, porque bajo la premisa de Andrés Manuel López Obrador “estás conmigo o contra mí”, cualquier posición que no sea la que el presidente le mandata se tomará como deslealtad y traición a la patria.

Debemos partir de que, como se dice popularmente, el senador se encuentra desde la madrugada del pasado miércoles “con la soga al cuello”; “con la papa caliente en las manos”; “con los dedos en la puerta”; o como a usted mejor le parezca describir la tirante situación que vive quien es todavía hasta hoy el Coordinador de los Senadores del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en la Cámara Alta.

Pongámoslo de esta manera: Monreal Ávila tiene en sus manos, por decirlo así, el poder de derrotar al todopoderoso presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, a su Movimiento y a su máximo proyecto sexenal denominado la Cuarta Transformación, con el solo hecho de impedir la aprobación en el senado del Plan B, de la pretendida Reforma Electoral del Ejecutivo.

El polémico documento, -me refiero al original-, como ya todos sabemos fue ‘bateado’ por la oposición, siendo que por tratarse de una Reforma Constitucional requería de la aprobación de las dos terceras partes de los diputados presentes en el recinto legislativo el pasado martes, es decir, 330 votos, mismos que no se alcanzaron con los sufragios de Morena y sus aliados, el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), por lo que el dictamen fue rechazado.

Pero la soberbia de López Obrador no le habría permitido que los periódicos del día siguiente publicaran a ocho columnas su fracaso, de ahí que movilizó todo lo que fuese necesario, incluido al Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, para que entregara el tan cantado “Plan B”.

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Luego entonces, bajo la orden expresa de Palacio Nacional de que se presentara el documento el mismo martes para evitar la humillación y el descrédito en los medios de comunicación, se hizo gala de los manejos más desaseados de que nos ha correspondido ser testigos como mexicanos en la Cámara de Diputados. El dictamen, que según algunas voces, fue objeto de una negociación más por legisladores del PT y PVEM, se presentó al pleno con dispensa total de trámites sin pasar a comisiones y sin que se le diera espacio para su revisión. Me atrevo a asegurar que ningún diputado del oficialismo o simpatizante conocía el documento completo que se sometería a votación mucho menos alguien de la oposición. Y ni qué decir de “no cambiarle ni una coma” -como se los mandata el presidente-, sino que esta vez incluso la votaron a ciegas porque la instrucción de Palacio Nacional fue que se le diera trámite con carácter de urgente.

Y a pesar de que existieron mociones de representantes de los partidos políticos PRI, PAN, PRD y MC, pidiendo y exigiendo se regresara para tomar los cauces normales del proceso, todos sus intentos fueron en vano.

El documento fue obedientemente aprobado en el Congreso de la Unión por los diputados de Morena y sus aliados, puesto que en esta votación no se requería la mayoría calificada.

La papa caliente, que ya se encuentra en el Senado, no solo “toca al INE” sino que “lo modifica a machetazos”, según refirió en entrevista el ex presidente del propio órgano electoral Luis Carlos Ugalde, toda vez que plantea compactar al Instituto Nacional Electoral de forma excesiva por medio de la reducción de seis direcciones a tres, la fusión de las responsabilidades cumplidas por cinco funcionarios en un solo puesto que se ocupará de las 300 oficinas distritales que hay en el país. Estos cambios, comentó, se deben cumplir antes del 1 de agosto, lo cual complicará la situación que hay en el INE.

“Ahora el gobierno va a poder y decir lo que fuera”, dijo.

Explicó que otra de las medidas estipula que los partidos en alianza puedan transferirse votos, de tal manera que cuando una fuerza política no alcance el mínimo de sufragios pueda pedirle a otro que le brinde los necesarios.

“Especuló con que el presidente buscará que esta propuesta sea avalada en el Senado el próximo martes, por lo que opinó que esta es una oportunidad importante para que el presidente de la Junta de Coordinación Política, Ricardo Monreal, se muestre coherente con su postura en torno al respeto de los procedimientos legislativos”. (El Heraldo 7/12/22).

De entrada, Monreal ya envió una primera señal que seguramente no gustó nada en Palacio, dado que advirtió, el Senado sí dará el trámite adecuado al dictamen y pasará por comisiones.

“Vamos a darle el ritmo correcto, sin precipitación, con mucho análisis, con mucha seriedad en el Senado mexicano, porque además la Cámara revisora, el Senado, tiene por naturaleza actuar con sensatez, actuar con más reflexión, actuar con más serenidad y es lo que vamos a hacer en el Senado mexicano”, dijo.

Ricardo Monreal

Monreal reconoció tener sus dudas y reservas respecto a la reforma, las cuales, apuntó, en su momento hará valer para intentar actuar con responsabilidad institucional.

Para nadie es un secreto que el ex gobernador zacatecano sueña con la candidatura de Morena a la presidencia de la República y que no ha sido tomado en cuenta por Andrés Manuel para integrarlo en su grupo de ‘Corcholatas’, por el contrario, ha aprovechado cuanta oportunidad ha tenido para despreciarlo.

Y en este contexto, habrá que ver cómo se mueve en este tsunami un viejo lobo de mar como lo es Ricardo Monreal, quien todavía deberá escuchar quizá el canto de las sirenas cuando en próximos días se entreviste con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López. Lo que hablarán seguramente no lo sabremos, pero sí el resultado de dicha reunión cuando observemos las próximas decisiones y actuaciones del experimentado político.

Lo deseable es que resista la presión. Pero eso ya se verá.

Por ahora, la pregunta es:

¿Alguien desearía estar en los zapatos de Monreal?

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