I. José Alfredo
En enero pasado, en el aniversario de su nacimiento (1926), abordé por vez primera la figura y la obra del mayor cantautor mexicano en “José Alfredo Jiménez, filosofía del mexicano en su canción”. Este noviembre, en el aniversario 49 de su fallecimiento (1973), participé, junto con Aquiles Cantarell y Samuel Rico Medina, en el programa “José Alfredo: Imaginario popular y filosofía del mexicano en su canción”. Entonces, como una prolongación crítica a lo que había ya expuesto en enero –una problematización del tema, dirían los especialistas en análisis-, quise incorporar el fenómeno conocido como machismo mexicano manifestado tanto en la obra como en la persona del cantautor. Y di entonces con una entrevista a la última pareja y esposa de este, Alicia Juárez (1949-2017), a la cual di lectura en el programa referido. Más que interesante, reveladora en su contenido de esa tensión establecida en la relación de pareja, en la relación hombre mujer que puede o suele pasar del enamoramiento y la pasión a la violencia. Algo que no sólo sucede en México sino que es un fenómeno universal. Pero en México tiene una manifestación crítica, grave, que apenas recientemente se ha calificado como feminicidio.
Una de las participantes del chat del programa sobre José Alfredo comentó, carcajada previa, “clásico macho mexicano”. Y bueno, hay elementos para esa consideración, pero no se entiende ni se puede resolver el problema si no existe contextualización histórica y cultural. La persona no comprendió que por ello, en un programa propositivo en torno a la figura del cantautor, daba lectura a la entrevista con Juárez, para incorporar ese elemento indisociable en la obra y la persona de José Alfredo. Acaso como un símbolo de lo que sucede en México hoy -sin agravio a la figura del artista- con un fenómeno tan brutal como el feminicidio.
II. Entrevista a Alicia Juárez
Un trabajo realizado bajo la responsabilidad de tres organismos, ONU Mujeres, Inmujeres y Segob, La violencia feminicida en México, aproximaciones y tendencias 1985-2016, establece: “La discriminación contra las mujeres y las niñas, así como la desigualdad de género, tienen su expresión extrema en los actos cotidianos y sistemáticos de violencia que se cometen contra ellas. Esta violencia se ejerce todos los días y en todos los ámbitos y constituye una de las violaciones a los derechos humanos de las mujeres más reiterada, extendida y arraigada en el mundo. Impacta en la salud, la libertad, la seguridad y la vida de las mujeres y las niñas, socava el desarrollo de los países y daña a la sociedad en su conjunto”.
Pero antes de abordar algunos asuntos específicos de ese fenómeno en México, leamos la entrevista a Alicia Juárez, curiosamente realizada en 2016 (noviembre de 2016; revista TVNotas) por Mauro Godoy, donde anunciaba un libro que revelaría la conflictiva relación de siete años, desde que se conocieron en California hasta la muerte de él en 1973.
Entrevista a Alicia Juárez:
“-¿Su relación cuánto duró?
-Los últimos siete años de su vida fueron míos. Desde el momento en que él se hizo mi padrino artístico, en 1966, en Estados Unidos, ya no me soltó; yo tenía 17 años. Después fui su mujer y estuvimos juntos hasta su último instante.
-¿Cuándo se casaron?
-En 1970, pero ya vivíamos juntos desde 1968.
-¿Cómo fue su vida a su lado?
-Era una relación con altas y bajas, mucha violencia, maltrato hacia mí, pero el amor fue mucho más fuerte y lo que me detuvo para quedarme.
-¿Por qué era tan agresivo?
-No hay explicación. En mi caso, fue un abusador, y no dudo ni tantito que en sus anteriores relaciones también lo haya sido, porque eso no cambia si no se busca ayuda; sólo se quita con tratamiento psicológico.
-¿Cuándo fue la primera vez que le levantó la mano?
-Al año y medio de novios, y estando en su juicio. Todavía no vivíamos juntos y me había puesto un departamento; llevaba seis meses habitando en la Ciudad de México (antes lo hacía en California, Estados Unidos), y mi hermana Amanda vino a visitarme. Nos fuimos al cine, luego a cenar hamburguesas, y finalmente nos regresamos caminando a la casa. Ya era tarde y José Alfredo me estaba buscando, porque había llegado de una gira, y como no estaba en el departamento, cuando me vio en la calle no sé qué pensaría, pero no me dio chance de explicarle y me dio una bofetada. Me sacó de onda, porque ni mis padres me pegaban, y no estaba acostumbrada a eso.
-¿Usted qué hizo?
-Corrí por la avenida Reforma. Me senté en la banqueta, y en eso llegó y me dijo: “escuincla, perdóname”. No había justificación a su golpe, y se lo pasé; lo vi tan arrepentido y tan mal, que pensé que no se repetiría. -¿Qué desataba sus problemas?
-Sus borracheras; cuando él tomaba se ponía muy loco y agresivo. Las broncas no eran por otras mujeres, y le seguí muy bien el jueguito de la violencia doméstica. Es un círculo que empieza con la luna de miel; estás enamorada y feliz, luego viene la tensión. Cuando veía que empezaba a tomar, ya sabía hasta qué punto no podía decir nada o contrariarlo, porque se enojaba. Cuando estallaba venían los golpes e insultos, y luego regresaba la luna de miel, porque se arrepentía.
-¿Cómo lo hacía?
-Se arrodillaba para que lo perdonara, me abrazaba las piernas, lloraba y me decía: ‘escuincla, es que no sé por qué hago eso, te juro que no lo vuelvo a hacer’, y siempre terminaba consolándolo. Así de enfermas son estas relaciones, porque una como víctima termina tranquilizándolos a ellos de lo mal que se sienten.
-¿Por qué aguantó?
-Porque lo amaba. El matrimonio en aquel tiempo no era como ahora, que dicen: ‘está enfermo, entonces ya me voy a buscar a uno sano’, no es así, el matrimonio era hasta que la muerte nos separe, y así fue.
-¿Qué consejo le daría a las mujeres que están viviendo violencia doméstica?
-Busquen apoyo, ahora hay muchos grupos de ayuda. En mis tiempos no, y la gente decía: ‘son cosas de casados y no hay que meterse’. Tampoco digo que dejen a su marido. Fui consejera siete años en una agencia, y me capacité. También hay mujeres así, nada más que los hombres se callan. Nosotras somos peores, porque agarramos lo que encontramos a la mano, y puede ser más peligroso, finalizó.”.
La entrevista da para perspectivas y análisis diversos, desde las relaciones de poder hasta el machismo en el mexicano pasando por el #MeToo retrospectivo. Pero independientemente de las interpretaciones y análisis correspondientes, se percibe en Juárez una mujer convencida de sus decisiones y aun enamorada, como se puede escuchar cuando cantaban juntos. Sin duda, más allá de la reconciliación en la intimidad, estaba la artística.
Aquí, “Para morir iguales”, Alicia y José Alfredo:
III. Consideraciones del fenómeno
De acuerdo al estudio de ONU Mujeres citado y a otros del mismo periodo y recientes a cargo del INEGI y de la secretaría de Seguridad, analizados por especialistas, entre el 65 y el 80% de los feminicidios en México se ejecuta en el círculo cercano de la víctima. Independientemente de que sea en el ámbito familiar o en espacios públicos, el victimario es conocido en ese porcentaje e incluso hay un número que no se registra, porque no se sabe quién cometió el crimen, lo cual podría aumentar el promedio. Y estos datos no han sido valorados lo suficiente por las autoridades ni por el movimiento feminista radicalizado. Este para fijar bien sus objetivos, aquellas para hacer lo que no han hecho: una gigantesca campaña en medios contra el feminicidio.
He escrito sobre el asunto en 2020 y en otras ocasiones, “#Feminicidio en México: ¿Quién mata a las mujeres y qué hacer?”. Y he hecho una propuesta concreta con base en esos porcentajes:
“Partiendo de las cifras y la observación empírica, ¿qué se puede o se tendría que establecer y hacer? 1. El Estado no puede colocar un policía en cada casa, en cada familia, en cada relación; absurdo e imposible. 2. El Estado tiene la obligación de ejercer la justicia e impedir la impunidad contra los criminales. 3. Legislar la cadena perpetua para los feminicidas. 4. El Estado tiene que marcar y observar un estricto protocolo de protección y ayuda para mujeres amenazadas y violentadas. 5. El Estado tiene la obligación de realizar una profunda campaña contra la violencia a la mujer y el feminicidio; mayor aún a la hecha contra el consumo de drogas o las adicciones. 6. El Estado tiene la obligación de impulsar un vuelco en la educación familiar y escolar de los valores masculinos y femeninos; pugnar por la igualdad y el respeto. 7. Estado y sociedad tienen que entender y atender juntos el problema y actuar igualmente en consecuencia.”.
Se equivocan o quieren manipular quienes dicen que las calles o la ciudad asesinan a las mujeres, como si los hombres salieran a diario a la caza literal de las mujeres. También quienes afirman que tienen miedo de salir a la calle y no volver a casa. Lo reitero, de acuerdo a las cifras, el criminal probablemente aguarda en casa el regreso de quien salió a la calle.
La medición del feminicidio es reciente en México. La previa conceptualización hacía referencia a las defunciones femeninas con presunción de homicidio; ya luego se le agregó “por razón de género”. Y no deja de llamar la atención que las cifras se dispararon de 2007 a 2012, de 1089 a 2769 feminicidios por año, un incremento del 138%; después comenzó un descenso gradual. “No sólo se perdió el avance que se había alcanzado en los 23 años anteriores sino que, además, llegamos a niveles nunca antes registrados”, refiere el estudio citado. Igualmente señala que en el mismo período, 2007-2012, las defunciones masculinas pasaron de 7,768 a 24,447. En ambos casos, partiendo del punto más bajo, 2007, al más alto.
Y sí, adivinaron: son las fechas violentas de la llamada guerra contra el narco, que se convirtieron en realidad las de complicidad del crimen con el nefasto gobierno de Felipe Calderón y su mano derecha Genaro García Luna. No es mera coincidencia que la violencia haya explotado en ese tiempo sangriento; una violencia que está resultando muy difícil de abatir pero que se tiene que lograr con un vuelco en la política gubernamental.
IV. Vuelta
Volviendo a José Alfredo Jiménez, Alicia Juárez y a la entrevista que refleja una realidad en el país y en la sociedad, resulta obligada la compresión del fenómeno del machismo y sus consecuencias. No se puede erradicar el pasado, pero a través de la educación, la razón y la conciencia se pueden cambiar los valores. De todas maneras, debe decirse que en José Alfredo Jiménez destacan las canciones de amor y tristeza, los corridos y serenatas más que las del macho bravucón y pendenciero.
Tampoco se puede condenar, erradicar u olvidar el arte y la cultura del pasado, como muchos pretenden, o tergiversar las obras para ajustarlas al tiempo presente. Como esa idea que quiere, por ejemplo, cambiar el final de la ópera Carmen, de Georges Bizet, porque se presencia ella lo que hoy se llama un feminicidio en escena. En algunas producciones ya se ha optado por ese cambio “revolucionario”, en vez de que Don José apuñale a Carmen, esta saca una pistola y mata al hombre. Mejor que escriban otras obras, ¿no?
Para finalizar, aunque los mejores duetos de José Alfredo son con Lucha Villa, he podido valorar que Alicia Juárez cantaba bien, poseía una buena voz lírica sin dificultades vocales o de registro. Aquí un ejemplo donde ambos cantan “Si nos dejan”:
Twitter: @NietzscheAristo