La XXIV Asamblea Nacional del PRI fue como aquel título de la novela de García Márquez, ‘Crónica de una muerte anunciada’.

No es factible tratar de tapar el sol con un dedo y advertir que es, fue y será una opinión clara en el sentido de que no representa el paso más adecuado para un partido que se dice democrático y que enarbola entre sus proclamas más importantes la no reelección.

Si bien es cierto que se han venido generando a lo largo del tiempo situaciones que han variado el espíritu normal de la Revolución Mexicana, el ordinario, el inicial, el básico, el fundamental, que fue la no reelección, y que a nivel nacional ya hay la reelección de legisladores con un tope o la reelección de ediles con un límite a dos en forma consecutiva, también es cierto que se han venido rompiendo reglas con base en encontrar artimañas, resquicios legales, violentar y que en ocasiones hay ediles que llegan por tres ocasiones con la complacencia de autoridades electorales y quizá el fallo de la forma en que se impugnen estos asuntos. El caso es que finalmente hay una premisa.

Lo más polémico del asunto de la asamblea nacional del PRI realizada el pasado domingo 7 de julio en la Ciudad de México es la reforma a los estatutos de ese partido para posibilitar la reelección por varios periodos más de la dirigencia en turno, del presidente y el secretario general, o sea, los militantes del PRI que obtengan la elección para ser titulares de la presidencia y la secretaría general del Comité Ejecutivo Nacional, y esto obviamente al haberse aprobado a mano alzada al estilo viejo PRI y nuevo PRI o Morena, como le quieran llamar, pues se aprobó y aunque sin el voto específico y sin saber cuántos delegados votaron o cómo, ya hay ese cambio estatutario y se permite que el actual dirigente pueda reelegirse quizá hasta por ocho años más, es decir, el periodo que lleva, que fue empleado en una reforma transitoria hasta llegar a ahora porque se había vencido su plazo y que pueda elegirse por dos periodos más, uno y una reelección.

Esto obviamente ha generado polémica, el rechazo y repudio de muchos militantes señeros, la clase política tradicional, la clase política contemporánea, muchos de los que han sido presidentes del Comité Ejecutivo Nacional, secretarios generales, gobernadores, líderes parlamentarios, líderes sectoriales (de los sectores obrero, campesino y popular -las llamadas clases medias o sea: profesionistas, empresarios, sindicalistas, comerciantes y transportistas), se han manifestado ya en contra de esto, algunos incluso pidieron, exhortaron a no votar esta reforma, pero se quedaron simplemente en el exhorto o no asistir, no hicieron nada realmente útil y eficaz para evitarlo.

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Hay planteamientos que van desde que se retrotraiga esta reforma, que quede sin efecto, pero no hay claridad en cuanto a si la van a impugnar o no, y hay simplemente quienes plantean no acatarla o incluso abandonar las filas del otrora ‘partidazo’.

Lo fundamental aquí es que la mayoría coincide en que es un exceso de Alejandro Moreno Cárdenas, alias Alito., a quien se le culpa en gran parte de la errática conducción de la dirigencia nacional del PRI y de la actuación del partido en una elección, al llegar a un piso de votación favorable bastante bajo, haber perdido más de 5 millones de electores que votaron por el PRI en la elección anterior, y la pérdida de un importante número de posiciones legislativas y ejecutivas provenientes de la elección. Además, con el mayor éxodo que se ha generado en los últimos años, y el repudio de muchos militantes de cepa.

El tema aquí es que, más allá de que se apodera de la dirigencia por muchos años más emulando a don Porfirio Díaz, están aflorando las reacciones, y los reproches han ocurrido durante la campaña y la elección.

Ya se ha dicho, se advirtió, y no se hizo nada por evitarlo, que los partidos políticos y el PRI, obviamente, como uno de ellos, actuaron como siempre, repartiendo las posiciones principales entre las personas cercanas al jerarca o cacique en turno, la colocación de estos personajes del primer círculo de mando en las estructuras, en los lugares en que podrían acceder a la propiedad plurinominal al Senado, a la Cámara de Diputados o a las regidurías o al congreso local, y el hacer a un lado a militantes de cepa, a estructuras territoriales o sectoriales, imponerse sobre las dirigencias sectoriales para no dejarles participar adecuadamente, y administrar la derrota.

Dicen por ahí, ‘perdió México con la derrota de Xóchitl Gálvez’, que aunque obtuvo 17 millones de votos aproximadamente, no logró una gran mayoría, y no se pudo lograr convencer a muchos millones de mexicanos precisamente por el fantasma de la presencia de los partidos políticos a un lado de ella o sobre de ella, con su candidatura, por la desconfianza a estos partidos, y por otro lado, ellos sí ganaron, los dirigentes sí ganaron posiciones y son los ganones.

Y volviendo al tema de esta asamblea, el asunto no es simplemente el que los priistas que no están de acuerdo se enojen, se manifiesten, se exasperen, digan, señalen, sino es qué pueden hacer y qué van a hacer. El asunto es que de suyo, la integración de la asamblea, es decir, los delegados que acudieron a ella, son de dudosa legitimidad y legalidad. Entonces, quienes tienen el enojo y quieren hacerlo valer, lo que tienen que hacer es impugnar, para que antes que el INE, que es el encargado de validar las reformas, se examine la legitimidad y la legalidad en cuanto a la integración de la asamblea nacional, que debe ser conformada acorde a los estatutos de ese partido, con el número de delegados correspondientes a la integración de su Consejo Político Nacional, sus consejos políticos estatales, los provenientes de las estructuras municipales y seccionales, y de los sectores y organizaciones del partido, y los que fueron por elección, en un proceso que se debió convocar para ello. Hay una visión muy clara de que esto no ha sido así democrático y apegado a estatutos.

Como se sabe, y no se requiere ser un gran conocedor de lo que pasa en ese partido, simplemente observar y lo que trasciende, y se comenta por los militantes inconformes o los que simplemente callan, pero señalan de buena forma esto, es que no ha existido desde hace muchos años una claridad en cuanto a que se elijan de forma democrática a los integrantes de los órganos seccionales, que luego se convierten en electores o en elegidos para las asambleas correspondientes, como tampoco a los comités directivos municipales o estatales, sobre todo los municipales a quienes los cambian prácticamente por la voluntad del dirigente estatal en turno con la indicación del dirigente nacional o sus encomendados.

Como tampoco hay claridad en si los que están nombrados en el Comité Ejecutivo Nacional son de acuerdo a las normas de ellos mismos como partido, y más aún si la elección e integración de los consejos políticos en los municipios, en los estados y el nacional observan las normas que el propio partido tiene autorizadas en sus estatutos y que deberían ser revisadas si fueron hechas acorde a esto.

Habrá que esperar si después de haber sido negligentes y haberlo permitido, y que fueran a la asamblea simplemente personas incondicionales a las dirigencias estatales en turno que a la vez le son al dirigente nacional que busca perpetuarse, hay quien impugne con valor, vaya a la revisión ante el INE, la exija, después acuda ante organismos electorales de justicia y logre que se invalide la asamblea por provenir de una marcada antidemocracia y de estar viciada de origen y además de estar de alguna manera inadecuada a las reformas.

Pero más allá de esto es ¿cuál es el espíritu de quienes se quedan en el PRI pasivamente? ¿cuál será su actuación?, ¿seguirán mermándose, seguirán haciéndole al cuento -como se dice en el pueblo-, pero ya jugando con las fuerzas políticas?, ¿habrá valentía para presentar impugnaciones y de no ser resueltas adecuadamente, buscar nuevos horizontes de manera justa hacia donde exista democracia? Está por verse.

El tema es, como dice aquel viejo refrán, la culpa no es del indio sino del que le hizo compadre, es decir, quienes han permitido este manoteo, este manoseo de parte del tal Alito y sus compinches son también culpables por omisión, cómplices por negligencia, pero esperemos que haya, para salud general, quiénes interpongan los recursos y peleen reivindicando sus derechos, sobre todo la legitimidad de las estructuras renovadas de un partido que, como todos, son de interés público. Y habrá que esperar también a lo que resulta en el PAN, que está por renovar su dirigencia nacional y donde también se auguran barruntos, pues ya hay reclamos sobre la antidemocracia al seno de este organismo político albiazul.

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