La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es un orgullo para todos los mexicanos. Desde su creación en 1910, esta universidad se ha consolidado como institución de educación superior de referencia para la enseñanza y la investigación científica. Si bien no ha estado exenta de conflictos internos, como suele ocurrir con los organismos del Estado ante los vaivenes de los aconteceres nacionales, la UNAM se ha sostenido en la frontera del conocimiento y goza de un prestigio internacional incuestionable.
Las recientes descalificaciones hechas por el presidente AMLO a la Universidad Nacional han causado fuertes reacciones, no únicamente entre profesores, académicos, egresados o cualquier mexicano que reconoce el legado histórico de la institución, sino también en todos aquellos que condenan las diatribas del presidente mexicano contra cualquier institución que supone una amenaza para la legitimidad de su narrativa política.
En opinión de AMLO (o al menos así lo expresó) la UNAM se ha “derechizado” lo que conlleva, de acuerdo a la bien conocida interpretación que hace el presidente de cualquier parentesco con la derecha o el neoliberalismo, una acusación encubierta de corrupción. Enseguida, AMLO aseguró que la UNAM se había vuelto “individualista”, lo que implica, nuevamente recordando las acepciones adoptadas por la ideología lopezobradorista, que la universidad no está más al servicio del Estado mexicano, sino al de unos cuantos. ¡Terrible acusación contra una institución de educación superior pública!
En adición a ello, se ha suscitado recientemente una controversia nacional en torno a la miscelánea fiscal, la cual busca limitar las deducciones de las aportaciones hechas a organizaciones de la sociedad civil. Muchos columnistas y comentaristas han especulado en torno a la intención del presidente AMLO de desincentivar las donaciones a estas instituciones bajo el argumento oculto de que desnudan la realidad del país, misma que, de acuerdo a la evidencia recogida por estas mismas OSC, dista de aquella realidad alterna que el presidente mexicano presenta diariamente en sus discursos.
¿Qué pretende ahora el presidente AMLO con sus descalificaciones hacia la UNAM? ¿Buscará reducir su presupuesto para obstaculizar el desarrollo de sus investigaciones científicas que pongan en entredicho los supuestos buenos resultados que la autoproclamada 4T ha aportado a la nación? ¿Busca acallar voces críticas como los investigadores pertenecientes al Sistema Nacional de Investigadores? ¿Busca reducir la legitimidad pública de la Universidad Nacional? ¿Buscará dañar la autonomía universitaria que por ley e historia le corresponde? Como bien ha expresado Héctor Aguilar Camín, más vale cesar en nuestro empeño de comprender al presidente, pues lo que se desconoce de su pensamiento es indescifrable, y lo que se conoce, asusta.
El desafortunado discurso del presidente AMLO pinta al jefe del Estado mexicano de cuerpo entero. Consciente de que aún goza de una alta popularidad, utiliza su extraordinaria capacidad comunicativa para descalificar a la institución de educación superior por antonomasia; aquella que formó en sus aulas a los premios Nobel, que es reconocida alrededor del mundo y que es un orgullo para todos los mexicanos.