La polémica
El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha vuelto a provocar la discusión en los medios de comunicación y entre la sociedad misma al hacer la crítica a una supuesta derechización de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). No ha establecido en relación a qué referencia se ha dado tal fenómeno, pero puede suponerse que su evocación se traslada a finales de la década de 1960 y principios de 1970, los rectorados de Javier Barros Sierra y Pablo González Casanova –tiempo aproximado en que él fue estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS)-, que gozan en general de prestigio entre los universitarios que se consideran a sí de izquierda. Y frente a ellos, los rectorados subsecuentes.
No obstante, más que de la ideología, la crítica y la polémica debieran partir de la pregunta ¿es democrática la UNAM o no?, no del planteamiento dicotómico derecha-izquierda. La respuesta que pronto asoma es NO.
La derecha
La derecha de la UNAM estaría encarnada por los rectores, directores de facultades y escuelas, funcionarios de distintas instancias administrativas y culturales de la institución que la utilizan en beneficio propio, de sus intereses personales y grupales más que los académicos y estudiantiles, que incurren en politiquería y corrupción para escalar, para trepar lo más que puedan dentro de la estructura universitaria y, mejor aún, para relacionarse con los partidos políticos y los hombres de poder del gobierno.
En este sentido y hablando de rectores (que semejante conducta tienen directores de facultades y demás), han salido estudios que expresan una obviedad para cualquier universitario u observador más o menos atento: que el 80 por ciento de ellos usan su puesto para después incorporarse al Gobierno federal a niveles de secretarios de Estado. Así, Guillermo Soberón con De la Madrid, Jorge Carpizo con Salinas, José Sarukhán con Fox, José Narro Robles con Peña Nieto. Pero se ha dado el caso inverso, que del gobierno –con Zedillo- pasan a la Rectoría, como Francisco Barnés y Juan Ramón de la Fuente (este, una de las “debilidades” de la crítica del presidente, pues actualmente es el embajador de México ante la Organización de las Naciones Unidas).
Se trata, pues, de una práctica común, ordinaria, la politiquería en México, y junto con ella va aparejada la corrupción.
La izquierda
Pero, ¿qué ha existido como izquierda en la UNAM? Tanto en la época en que estudió el presidente como todavía en la mía en la misma institución, FCPyS, a mediados-finales de los 80, lo que existía en las aulas de Economía Política y Sociología, entre otras, era sobre todo un cuasi adoctrinamiento del tipo marxista-leninista. Y aun con la crítica ya muy avanzada a la Unión Soviética que estaba a punto de caer junto con el Muro de Berlín, existía todavía la peor variante del marxismo leninismo, el estalinismo dictatorial y criminal, el del “socialismo realmente existente”.
Entonces, esta no puede ser la izquierda que se quiere para la UNAM tampoco; acaso no sea en la que piense el presidente. Pero uno de los respetados académicos que fue rector y también director de la FCPyS terminó deslindándose de la izquierda electoral para abrazar el fundamentalismo neozapatista, que no ha sido la expresión más ética, racional y razonable de la izquierda.
Democracia en la UNAM
Lo que importa obligadamente es la democracia en la Universidad. ¿Cómo se logrará? Combatiendo en primera instancia la corrupción; como se hace en el Gobierno federal. En esa medida se combatirá a politiqueros, la discrecionalidad en el uso de los recursos que son públicos. Que se deje de lado la hipocresía en nombre de una supuesta autonomía (la cual no existe, como se ve en la liga de los rectores, directores y funcionarios con el mundo exterior a la UNAM), y se acepte la crítica y la autocrítica.
Mi generación, las anteriores y posteriores, cuando se trató de componentes conscientes y críticos de ellas, vieron con extrañeza primero y después con rechazo esa práctica malsana para la UNAM y para cualquier otra universidad pública del país. El presidente ha establecido la crítica a Narro Robles y a Raúl Padilla, el calificado como “cacique” de la Universidad de Guadalajara; pero estos dos casos son solamente el vértice, la superficie del problema.
De esta manera se explica al académico o investigador trepador, sin escrúpulos y politiquero, la corrupción, la “estafa maestra”, o el paso del CIDE al Conacyt y de ahí a la UNAM de alguien como el sujeto bajo investigación, Enrique Cabrero Mendoza.
Pero en el terreno de la autocrítica, así se explica incluso a un intelectual con brillo, respetado. A uno que pasó de narrador de la entrada del ejército de Fidel Castro y Ernesto Guevara a La Habana a fundador y director de la FCPyS, destacado militante del PRI, gobernador de Tabasco, instrumento de Carlos Salinas de Gortari en el Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales y el Fondo de Cultura Económica, político del PRD y finalmente cercano a Morena y al hoy presidente, y muy estimado por este: el recién fallecido Enrique González Pedrero. Es decir, estamos ante un uso generalizado o una práctica más que común.
Vuelta a la izquierda y la democracia
Dada la práctica trepadora y parasitaria, politiquera en todas las universidades públicas del país, no se puede generalizar la adjetivación derecha-izquierda. Ese ha sido el error del presidente, generalizar, que con los días ha ido matizando: que no se refiere a la comunidad académica y estudiantil (aunque sí, porque por ellos pasa el fenómeno político también) sino a la burocracia, a los grupos de poder y caciquil dentro de las universidades.
Ahora, grupos de adversarios dentro del PRIAN aprovecharán esta generalización (ya convocan a “paros” con el absurdo de que la UNAM aún está resguardada en casa por la pandemia), este error de López Obrador (tal vez sea cálculo). Algo semejante a lo ocurrido con el movimiento feminista y las falsas feministas, que se han negado al concepto de feminismo dentro del humanismo del presidente que, por lo demás, es totalmente comprensible y razonable.
Considero que la izquierda hoy día pasa por el concepto de Daniel Cosío Villegas: la izquierda es relativa y va por tiempo (contexto) y temas. Y agrego, ser de izquierda en realidad es sobre todo ser crítico y autocrítico, razonante y racional. Bienvenida y adelante pues la crítica y la autocrítica y la razón dentro y fuera de la UNAM, sólo así se vivirá una experiencia que se aproxime a la democracia universitaria.
Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo