El presidente AMLO se lanzó contra la UNAM en su conferencia mañanera y lamentó su carácter “individualista” en la formación de profesionistas afines a los intereses del neoliberalismo.
AMLO insistió en que los gobiernos neoliberales afectaron a varias generaciones de mexicanas y mexicanos con abusos y saqueos. La propia UNAM habría sido involucrada en dicha dinámica con profesionistas que han olvidado su “amor al pueblo”.
La verdad es que si el presidente quiere saber qué ha pasado con la convicción social de la UNAM, debería preguntarle a uno de sus principales colaboradores: el vanagloriado Juan Ramón de la Fuente, quien asumió la rectoría de la UNAM durante la huelga de 1999-2000 y que ahora se desempeña como Embajador de México ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En su casi impecable gestión, De la Fuente intentó recuperar el “prestigio” de la UNAM en investigación científica y trascendencia cultural. Siempre citado como el gran conciliador que salvó a la universidad, la primera decisión de peso que tuvo Juan Ramón de la Fuente fue permitir la invasión de la Policía Federal a Ciudad Universitaria para poner fin a la huelga estudiantil contra el aumento en cuotas.
La sombra en torno al aclamado rector no es un invento. En agosto de 2018, durante una conferencia conmemorativa por el Movimiento Estudiantil de 1968, Juan Ramón De la Fuente fue acusado de “represor” por huelguistas de 1999, quienes condenaron su pasividad ante la irrupción de la Policía Federal y las detenciones de estudiantes.
En esa oportunidad, y según la revista Proceso, De la Fuente sólo se limitó a decir que él no había provocado la huelga y que hizo lo posible por resolver los problemas de la universidad.
Las críticas de AMLO a la situación de la UNAM tienen sustento en la realidad: desde hace décadas la universidad pública ha hecho lo que ha podido para resistir los embates del neoliberalismo y la privatización.
La resistencia de la UNAM contra el neoliberalismo
La comunidad estudiantil de la UNAM ha tenido que salir al quite con resistencia y organización, que no orden, ante distintos embates del neoliberalismo en su historia reciente.
Si el Movimiento Estudiantil de 1968 tuvo como principal batalla el aparato represor del Estado mexicano, a partir de la década de los 80 la lucha universitaria se concentró en frenar los intentos de privatización.
En septiembre de 1986 nació el Consejo Estudiantil Universitario (CEU), comunidad de estudiantes de la UNAM que alzó la voz en contra de las reformas impulsadas por el rector Jorge Carpizo McGregor, quien posee un CV totalmente neoliberal con su posterior ascenso al gobierno de Carlos Salinas de Gortari al frente de la CNDH, la PGR y hasta la Secretaría de Gobernación.
El CEU se alzó en contra de las reformas de Carpizo sobre un aumento en las cuotas voluntarias, la revisión del pase automático de las prepas a la universidad y tiempo máximo como universitario a fin de evitar los “fósiles”.
Tras 2 marchas masivas que concentraron a casi 100 mil personas a finales 1986 e inicios de 1987, los estudiantes lograron frenar las reformas de Carpizo y continuar con la educación pública, gratuita y popular.
Pasaron más de 10 años para que la comunidad estudiantil volviera a levantarse en contra de intentos por olvidarse de la marginalidad y pobreza.
El “enemigo” en ese entonces fue el rector Francisco Barnés de Castro, quien promovió reformas al Reglamento General de Pagos para hacer obligatorio el pago de inscripción y cuotas.
Fue entonces que los estudiantes se organizaron nuevamente para dar paso al Consejo General de Huelga (CGH), con la toma de las instalaciones en abril de 1999 y hasta febrero del 2000, cuando la Policía Federal volvió a violar la autonomía universitaria y frenó la resistencia por las malas.
Con sus claroscuros, la huelga en la UNAM de 1999 al 2000 fijó una nueva postura de rechazo al valor mercantil de la educación por encima de la obligación social del Estado de promover una universidad pública y gratuita.
Pese al debilitamiento del movimiento con el avance de los meses, y la tibieza de las autoridades para cumplir con su pliego petitorio de 6 puntos, la huelga tuvo un fuerte apoyo popular que nuevamente vio intentos disfrazados de “privatización” por parte del gobierno.
¿Le conviene a AMLO despertar a la UNAM?
Pero bueno, el presidente AMLO debe de pensar bien si conviene a su gobierno despertar al “gigante dormido” de la UNAM y el mito de su constante enfrentamiento de la autoridad.
Más allá de posturas absurdas, como la de senadores del PAN echándose un “¡Goya!” en la sesión de este jueves por el supuesto agravio a la “Máxima Casa de Estudios” (ridículos), AMLO podría tocar otras fibras de la comunidad de la UNAM que podrían llevar a una confrontación completamente innecesaria.
La verdad es que en estos momentos los estudiantes “ni topan” al presidente y poco harán ante las críticas a su universidad, ya que no es tanto su sentido institucional de pertenencia.
Lo que realmente puede despertar a la UNAM son asuntos que impactan directo en la vida de los, las y les jóvenes, y que se traducen en temas a veces olvidados por el actual gobierno: la violencia de género, los ataques a los derechos humanos y la crisis de desaparecidos.
¿Para qué buscarle a la UNAM? No vaya a ser que por andar jugando con fuego acabe quemado su máximo modelo burocrático: el Embajador Juan Ramón de la Fuente.