¿El empresario más importante del mundo, Elon Musk, vota en el sur de Texas, en la frontera con Matamoros? Por lo visto, sí.
Al menos votó el pasado 14 de junio en una elección especial, y Musk lo presumió en Twitter: “Voté por Mayra Flores, la primera vez que voto por los republicanos. Ola roja masiva en 2022″.
Me enteré por el extraordinario artículo de Javier Treviño sobre Mayra Flores, “la primera mujer nacida en México en prestar juramento como integrante del congreso de Estados Unidos”.
En efecto, es inmigrante la nueva congresista —durará en el cargo solo unos meses, ya que deberá ir a elecciones el próximo noviembre—. Ella pudo llegar al Capitolio porque renunció el legislador demócrata Filemón Vela.
Javier Treviño hace una pregunta importante en su artículo: si es altamente probable que Mayra Flores pierda las elecciones en noviembre —por mucho el favorito es el también congresista Vicente González—, entonces “¿por qué el partido Republicano puso tanto esfuerzo en asegurar la victoria de Flores?”
La respuesta que da Treviño es correcta: “porque, para ellos, es bueno que los republicanos demuestren que pueden ganar escaños en distritos como este, con un 85 por ciento de población latina”.
Dice Javier que la campaña de Mayra “fue una brillante estrategia de marketing de los republicanos”. Brillante y carísima campaña de mercadotecnia política que costó —me dicen otras fuentes— 3 millones de dólares y evidentemente tuvo el apoyo del empresario más rico y mediático del planeta, Elon Musk.
Son demasiados 3 millones de dólares más la participación de Musk en una elección que solo iba a movilizar al 7% de la gente con capacidad de votar. No era esperable una votación mayor: no para elegir a una congresista que va a estar en el cargo seis meses.
Si los republicanos se dejaron caer con todo —con Elon Musk de aliado— fue por el simbolismo de haber derrotado a los demócratas en un distrito tan latino.
En política el simbolismo importa: “Ayuda a recaudar más fondos, movilizar a la opinión pública”, afirma Javier Treviño. Y, adicionalmente, contribuye a crear una nueva narrativa, fundamental para el partido Republicano: “Que el voto latino está cambiando rápidamente”.
Pero… siempre hay un pero
Mayra Flores es inmigrante: nació en suelo mexicano en 1986, específicamente en Burgos, Tamaulipas, y a los seis años de edad se fue a Estados Unidos con su familia.
¿Debería enorgullecernos que una inmigrante mexicana haya podido llegar al congreso de Estados Unidos? Sí, sin duda… pero no en el caso de Mayra Flores, quien más bien nos avergüenza: ella detesta al resto de las personas que están en su situación. Sí, odia a los y las inmigrantes.
Tristemente, los estrategas del partido Republicano están usando a la mexicana Mayra en sus campañas contra la gente de México y de otros países que llega a Estados Unidos en busca de trabajo.
La tragedia de San Antonio —50 migrantes muertos en un tráiler, 22 de ellos mexicanos— ya ha desatado la politiquería. El gobernador republicano Greg Abbott rápidamente culpó al presidente demócrata Joe Biden por lo ocurrido. Lo que sigue, lógicamente, es atacar al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
Mucho me temo que en la próxima visita de AMLO a Washington, los republicanos usarán a Mayra Flores para golpear a nuestro presidente. Aprovecharán que ella es inmigrante mexicana y que está en sus 15 minutos de fama por haber llegado recientemente llegó al Capitolio.
Afirmo lo anterior a partir de la forma en que la derecha estadounidense —incluido Elon Musk— ha usado a la congresista nacida en México. Triste papel el de la mujer nacida en Tamaulipas, quien se presta a ser marioneta de la clase conservadora de ese país que detesta lo que ella es, le guste o no: una inmigrante.