El presidente AMLO, en su mañanera de ayer, aseveró que los nuevos consejeros del INE tienen que ser “lo opuesto a los que se van”. En palabras del jefe del Estado “deben ser demócratas, honestos, íntegros, con autoridad moral e incorruptibles”, en una clara alusión a Lorenzo Córdova y demás personajes que encabezan el instituto.

Días atrás AMLO, en el contexto del juicio contra Genaro García Luna en Nueva York, aseveró que analizaría la posibilidad de demandar al abogado del ex secretario de Seguridad Pública por haberle “difamado” tras haber expuesto que un funcionario de su gobierno en el Distrito Federal habría recibido sobornos por parte del crimen organizado.

AMLO, siempre en defensa de su narrativa como adalid de la honestidad pública, rechazó tajantemente que hubiese sido puesto en duda su honestidad. Y lo hizo con justa razón, pues bien sabe el presidente que ante el fracaso de su autoproclamada 4T, sólo cuenta ahora con el poder de sus palabras.

En este tenor... ¿no ha difamado AMLO a todos sus opositores políticos y a aquellos hombres y mujeres que han osado alzar la voz contra su régimen? En su discurso de ayer, AMLO acusó abiertamente a Córdova y otros de corrupción.

Yo aquí lanzo una pregunta… ¿cuándo ha sido el Consejero Presidente del INE acusado de corrupción, de enriquecimiento ilícito, de conflicto de interés o de otro acto inmoral que haya puesto en tela de juicio su probidad como funcionario público? ¿No es acaso una vulgar difamación que el presidente asevere que los consejeros son corruptos y deshonestos? ¿No se quejó el propio AMLO de haber sido difamado en el juicio contra García Luna?

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Tras las descalificaciones contra sus opositores (entiéndase, el INE, los conservadores, periodistas, intelectuales orgánicos, entre otros) AMLO descalificó la marcha del 26 de febrero, llamándola una expresión en contra de su gobierno y en favor de la conservación del régimen de corrupción. No contento con ello, el presidente ha buscado asociar la protesta contra el Plan B de la reforma electoral con el proceso de García Luna.

Huelga destacar que la marcha en contra del plan B de la reforma electoral NADA tiene que ver con el ex secretario ni con lo que ocurra en Brooklyn. Se trata, por el contrario, de una propuesta de movilización ciudadana dirigida a demostrar a AMLO y a sus legisladores que un México organizado sí puede detener el instinto autoritario del presidente. Así sucedió tras la primera marcha en favor del INE, y el resultado fue que Morena no contase con los votos necesarios para su reforma constitucional en materia electoral.

En suma, AMLO, orgulloso de su popularidad, y bajo la protección de su percepción pública como un hombre honesto, denuncia a los que le difaman. Sin embargo, él difama, denuesta y descalifica sin evidencia en mano, guiado únicamente por sus intereses políticos, por su egolatría y por sus ansias de poder.