Después de la jornada electoral de la Revocación de Mandado circularon cifras oficiales que sostienen el poderoso poder de convocatoria que aún tiene en sus manos el presidente López Obrador. Esa capacidad de arrastre o si lo queremos llamar efecto- encontró nuevamente las condiciones apropiadas para vivir, en una elección federal, un gran respaldo en las urnas considerando- que sólo se mediría la posibilidad de quedarse o no en funciones como jefe del estado.
Si bien se midió únicamente el juicio de la permanencia o salida de sus funciones- la votación dejó, para el análisis, una lectura interesante que, incluso, coincidimos con la reflexión de algunos actores de la clase política que tienen mucha experiencia en temas de democracia en el país. Una de ella, y la más evidente y obvia ante las circunstancias, es el arrastre que confirma el gran liderazgo del presidente López Obrador como el mayor activo político del movimiento que él mismo encaminó al triunfo en 2018.
Fue tan evidente ese hecho que, hoy por hoy, quedó confirmado lo que significa la imagen del presidente para Morena en términos políticos. De esto hay evidencia y testimonios luego de que, más de quince millones de votos a su favor, refrendaron el fenómeno social que constituye el retrato del mandatario junto al proceso de transformación que ha podido construir no sólo en más de treinta años de lucha continua, sino cómo ha transmitido ese estilo fiel de hacer política pública a beneficio de los sectores vulnerables del país.
Así pues, el ejercicio nos dejó, como fundamentaron las voces históricas del movimiento, muchas lecciones que, bajo el flujo del desarrollo, aumentarán porque la dinámica cumplió con la meta que se trazó de participación en asuntos de carácter público, pero también democrático. Asimismo, los mexicanos salieron a las casillas con el compromiso y la responsabilidad de ejercer su votación siendo que, en números reales, fue muy considerable- lo que se traduce en fortaleza. En eso igualmente comparto la concepción de los liderazgos legislativos de Morena.
Es, entonces, un hecho sin precedentes y relevante de una base social organizada y preparada para las siguientes elecciones. A pesar de la forma inequitativa y desigual del órgano electoral como “árbitro plural”, el asunto caminó por una dirección correcta, tal y como lo mencionaron también liderazgos de la expresión lopezobradorista.
De hecho, los porcentajes dan fe de los seguidores que conserva el mandatario, en otras palabras, el voto duro que se denomina como parte de la columna vertebral que ha decidido, sin tapujos, seguir impulsando, pero mejor aún, movilizarse en momentos donde el presidente necesita el respaldo del pueblo.
Y tal como se esperaba así pasó: más del 90% decidió que continúe López Obrador como presidente. Un resultado histórico con un mandatario legitimado en las urnas. Bajo ese criterio, nos quedó la experiencia que vivimos el pasado 10 de abril; por ello, siendo el primer ejercicio de esa naturaleza en nuestro país, es indispensable efectuar una evaluación hacia adentro de los mecanismos para realizar algunos ajustes a posteriori. Entre ellos- la apertura de este tema sin que exista obstáculos del árbitro electoral a fin de garantizar la participación.
Entonces, en general, fue una elección inédita que profundizó el proceso democrático; asimismo, el presidente refrenda su liderazgo bajo un instrumento constitucional; también, hay que reconocer el espíritu de participación del 17% del padrón oficial.
Por último, la estimación de 9 votos a 1 a favor del presidente refrenda lo que significa el jefe del ejecutivo federal para el país. Y para fortalecer lo anterior, no podemos soslayar que se cumplió la figura de Revocación que, en un momento, llegó a ser proyecto, sin embargo, eso fue posible gracias a los oficios legislativos, pero sobre todo a la responsabilidad de aquellos que han peleado palmo a palmo con López Obrador desde hace 25 años.