En el imaginario colectivo sobre lo acontecido en algunas etapas de la historia política de México hay una lista básica de “antihéroes” , y resulta muy probable que en un tiempo no lejano un sector importante del pueblo incorpore en dicho listado el nombre de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), incorporándolo junto a personajes que consideran de lo más perverso al presumir que dañaron a nuestro país y ya fueron colocados en el basurero de la historia.
Entre las razones que tendrían muchos mexicanos para ubicar al actual titular del Poder Ejecutivo en ese vergonzoso listado, algunas de esas razones que para quienes lo apuntan en ese grado de repudio resultan bastantes y consideradas muy graves, hay una causal en el pensamiento de muchos habitantes del país que podría enmarcarse como sumamente severa, y me refiero a la ostensible actitud de procurar mostrarse como amo y señor o dueño de nuestra nación, rechazando aquella máxima de que, aunque no guste : ‘la ley es la ley y esta para cumplirse’.
En tanto las leyes vigentes permanezcan sin reformas, se tiene por cierto que las principales funciones de quien ejerce el Poder Ejecutivo en la República Mexicana, son: diseñar, planificar y ejecutar el proyecto de un país con base en la constitución y las leyes. Es pues el presidente quien dirige, coordina, planifica y ejecuta las acciones de gobierno.
En ninguna parte de nuestra Carta Magna se le atribuye la toma de decisiones con base en su libre albedrío, capricho o soberbia, ya que existe un marco legal, originado tanto en la Carta Magna como en las normas reglamentarias o secundarias, que deben ser acatadas aunque no agraden.
En la lista de quienes son etiquetados como antihéroes por muchos mexicanos podemos encontrar desde la época Virreinal a personajes como Hernán Cortés, Pedro Alvarado y algunos muchos más. O, a propósito de la recién conmemorada Guerra de Independencia, se puede citar a Agustín de Iturbide, a quien se considera el primer traidor absoluto de la historia nacional, uno de esos villanos indispensables de las fiestas patrias.
Antonio López de Santa Anna, es el antihéroe por excelencia, por haber entregado a los Estados Unidos de América del Norte una gran parte del territorio mexicano.
A Maximiliano de Hasburgo se le catalogó como “invasor” y ha sido señalado por muchos mexicanos como otro de los villanos favoritos de la historia.
Y en la lista no podía faltar Porfirio Díaz y su dictadura que se prolongó tres décadas. Pasó a la historia oficial como un traidor enfermo de poder.
En el periodo de la Revolución iniciada en 1910, el pueblo incrementó la lista pero, sin pretender ahondar más en nombres, aprovecho la coyuntura de hablar de un personaje enfermo de poder como lo fue el dictador Díaz, para referirme a nuestro actual mandatario mexicano, a quien todavía no me atrevería a calificar como dictador, aunque dicen por ahí que, «Si grazna como un pato, camina como un pato y se comporta como un pato, entonces, ¡seguramente es un pato!». Sin menoscabo de que sus mejores amigos son dictadores y otros en camino de serlo; entre ellos Miguel Díaz-Canel de Cuba; Nicolas Maduro de Venezuela; Daniel Ortega de Nicaragua; y hasta Vladimir Putin de Rusia; así como Gustavo Petro de Colombia; Evo Morales ex presidente de Bolivia; y Lula Da Silva de Brasil.
Si bien no vivimos la época de los antihéroes ya citados, y la historia en algunas ocasiones no es precisa o justa; en el caso que nos ocupa tenemos la posibilidad de ser observadores de primera fila de lo que está ocurriendo con el actual gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador, y las señales no gustan, es más, preocupan seriamente por lo que puede devenir en nuestro país.
AMLO no es rey, pero decidió vivir en un palacio para disponer de todas las ventajas, ahorros, comodidades, y excentricidades que ello representa.
Desde que habita en dicho palacete, ha construido barreras a su alrededor para alejar al pueblo de un sitio que anteriormente era visitado como un lugar turístico como parte del patrimonio nacional.
Desde ese lugar, emite de lunes a viernes una conferencia mañanera en televisión nacional. Es la tribuna desde la cual se ha afirmado con sustento que ha emitido más de 100 mil mentiras en lo que va de su sexenio, un sistema de comunicación similar al maratónico programa “Aló presidente” que durante 13 años mantuvo al aire Hugo Chávez en Venezuela.
Pero aún más grave, es el señalamiento relativo a la disposición inadecuada o presumiblemente desapegada a las normas vigentes, en cuanto a recursos del erario público, que se ha dicho bastante, con alegatos argumentados, se han canalizado de manera oscura y simplemente basada en decisión personal para satisfacer caprichos, y aquí me refiero al descomunal dispendio de cientos de miles de millones de pesos para la edificación de obras que pretende sean el símbolo de su sexenio pero que muy seguramente terminarán como elefantes blancos por más que ya las haya inaugurado como es el caso de la refinería de Dos Bocas; el Aeropuerto Felipe Ángeles; el Tren Maya y otras más que contrario a encumbrarse como emblema de su gobierno lo más factible que ocurra es que quedarán marcadas como el mayor distintivo de fracaso.
Recientemente se conoció adquirió una deuda por más de 1 billón 700 mil millones de pesos, de manera que será el presidente que más ha endeudado al país. Le llevó 5 años acabar con los ahorros y fideicomisos de la nación.
Cómo es sabido, AMLO ha asumido otras decisiones polémicas; cómo haber ordenado cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM) , lo que significó perder más de 331 mil millones de pesos.
También, aunque se pretenda defender lo indefendible, es claro que por simple decisión basada en un capricho intentó vender el avión presidencial; después se armó una tramoya y se dijo que lo rifó, más lo cierto es que terminó rematándolo muy por debajo de su valor, y lo más inadecuado ahora es que todavía en el presupuesto de egresos del próximo año se contempla un apartado porque se sigue pagando.
Es sabido que canceló contratos a farmacéuticas generando el mayor desabasto de medicinas en la historia del país, y ello ha prohijado ocurran miles de muertes por carencia de ellos en quienes los requerían para sobrevivir.
En su más reciente actuación en plan de dictador, se atrevió a ejercer una especie de papel de ‘cadenero de antro’, al limitar el ingreso a quienes lo acompañarían al balcón del palacio para el tradicional Grito de Dolores. Así fue como dejó de invitar a las representantes de los Poderes Legislativo y Judicial por “estar en contra de nuestra transformación y aliados de los corruptos”, dijo, y solo se hizo acompañar por la No Primera Dama y los titulares de las fuerzas armadas que le son conveniente leales.
Podrá haber opiniones diversas pero con un análisis basado en acontecimientos y datos duros, que pueden ser motivo de debate, más no del simple rechazo con la sonada frase de: ‘yo tengo otros datos’ , para muchos mexicanos, López Obrador será parte de la historia como un mandatario que llegó al grado de expresar desprecio por los poderes públicos y las instituciones que no considera convenientes y hasta ha expresado su vehemente deseo de desaparecerles, y eso en cualquier país con un presumible régimen constitucional y democrático, es sinónimo de anhelar ejercer el poder en forma absolutista y tendiente a lo dictatorial.
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