Las recientes elecciones presidenciales en Venezuela han provocado un gran revuelo en la opinión pública mundial. Mientras el dictadorzuelo Nicolás Maduro se proclama vencedor con más del 50 por ciento de los sufragios, una ola de protestas ha inundado las calles de Caracas y otras ciudades venezolanas.
La oposición reclama fraude electoral, antes y durante la elección. Y quizás no debería resultar sorprendente que se proteste contra la victoria de un mandatario –y de un movimiento– bajo cuyo gobierno la pobreza en Venezuela ha alcanzado más del 80 por ciento de la población y un 53 por ciento en condiciones de precariedad extrema (Naciones Unidas)
La Organización de Estados Americanos (OEA), a través de un comunicado emitido por la oficina del secretario general Almagro, denunció abiertamente la represión por parte del régimen venezolano, a la vez que expresó su repudió hacia la forma de conducción de los comicios.
Conviene señalar que la OEA es una organización internacional, sita en Washington D.C., que está formada por los Estados del continente americano, y si bien sus resoluciones no son jurídicamente vinculantes, sirven como un instrumento de legitimidad ante la opinión pública mundial y frente a los propios miembros de la institución.
AMLO, por su parte, fiel al rancio discurso antiyanqui, anunció en la mañanera que México no participaría en la reunión extraordinaria de la OEA cuyo objetivo es evaluar el estado de la situación en Venezuela. En palabras del mandatario mexicano “no es algo serio y no estamos de acuerdo con la actitud de parcialidad de la OEA”.
No resulta sorprendente, empero, que AMLO, y con él, la mayoría de la pseudo izquierda mexicana, descalifiquen la opinión y resoluciones de la OEA. A su juicio, esta organización internacional ha servido históricamente los intereses de Washington.
Sin mencionar al gobierno de Estados Unidos, el jefe del Estado mexicano reiteró su lealtad al viejo discurso antiyanqui que por tantos años ha ofrecido resultados políticos a la autoproclamada izquierda latinoamericana.
No obstante la retórica lopezobradorista, la realidad apunta a que hoy los venezolanos viven una atroz crisis política marcada por un profundo rechazo al chavismo, exacerbada por la permanencia de un régimen que les ha condenado a la miseria.