A la luz de la evidencia, todo le ha resultado bien al presidente AMLO, o al menos, en lo que se refiere a su relación con la Suprema Corte. Todo empezó desde que Arturo Zaldívar se plegó a los designios emanados de Palacio Nacional. Tras la renuncia del ex ministro y su llegada a la campaña de Claudia Sheinbaum, demostró en los hechos de que durante su paso por el máximo tribunal jurisdiccional del país estuvo al servicio de los intereses del presidente.

Y no todo quedó allí. Tras haber quedado su vacante, AMLO, sabedor de que su candidata difícilmente podrá ser derrotada en 2024, decidió continuar maniobrando para que la vacante dejada por Zaldívar fuese cubierta por un ministro cercano a los intereses y al “corazón” de la autoproclamada 4T.

Lo jugó y lo ganó espléndidamente. Tras la ausencia de acuerdos en el Senado para que una de las miembros de la terna fuese envestida con las dos terceras partes de los votos de la Cámara Alta, AMLO, en ejercicio del artículo 96 de la Constitución, nombró a Lenia Batres Guadarrama (hermana del jefe de gobierno de la Ciudad de México) para ocupar un cargo judicial de altísima responsabilidad de Estado.

Sí, la hermana del segundo a bordo del gobierno de Sheinbaum en la Ciudad de México (Martí se desempeñó como secretario de Gobierno durante la gestión de Claudia) tendrá ahora la responsabilidad de interpretar las leyes.

En otras palabras, en una violación flagrante al espíritu de la Constitución, a la división de poderes, a la democracia constitucional y al pueblo de México, una mujer íntimamente ligada al proyecto lopezobradorista deberá dirimir si las leyes y decretos emanados de la 4T contravienen o no a la Carta Magna.

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La ironía se cuenta sola. ¿O cree el lector que la ministra Batres se ceñirá a interpretar la ley sin miramientos partidistas? ¿O qué osará echar para abajo alguno de los proyectos de AMLO o de Claudia Sheinbaum si ésta resulta electa? ¿O se comportará a la altura de Norma Piña y los otros miembros de la Corte que han plantado caro ante los arrebatos autoritarios del presidente?

AMLO, si actuase como un genuino jefe de Estado, y si fuese consciente sobre la trascendencia de un cargo de ministro de la Corte, habría propuesto una terna compuesta por juristas destacados lejanos a cualquier ideología política. También se habría reunido de expertos con el propósito de encontrar el nombre del hombre o la mujer que mejor podría haber contado con la confianza de los partidos de oposición.

Nada más lejano a la realidad. AMLO es un enano como jefe de Estado. Es un jefe de facción, y si se quiere, de partido. Le ha servido la presidencia a Claudia en bandeja de oro no solamente con el reflejo de su popularidad sino ahora con una ministra comodina que díficilmente estará a la altura de lo que representa la Suprema Corte de Justicia de la Nación.