En colaboración con Fernando de Buen

En nuestra pasada entrega: «AMLO: lo que se irá», les presentamos la primera parte de este tríptico acerca de las acciones presidenciales, a menos de 100 días de las elecciones que definirán el futuro de México durante las próximas décadas. Ahora toca: «AMLO: lo que se va».

Pemex, la apuesta fallida

No hay fracaso más grande en la actual administración que Pemex, el proyecto insignia del sexenio en el cual se han desperdiciado —sin contar 2024— un total de 90 mil millones de dólares. Como bien apunta Jorge A. Castañeda, la cantidad es mayor que el PIB de Costa Rica (85 mil millones) y ligeramente menor que el de Venezuela (92 mil millones). No obstante la ridícula erogación, Pemex sigue perdiendo 32 dólares por cada barril de crudo procesado. Ciertamente, la refinería de Dos Bocas no será la solución a corto plazo, pues más allá de que su costo se ha inflado de los 8 mil millones de dólares originales a más de 20 mil, aún no produce nada y, cuando suceda, no habrá forma de distribuirlos por falta de poliductos. Por si fuera poco, los cerca de 25 mil millones de dólares invertidos en las otras refinerías no han dado resultados positivos y se siguen produciendo cantidades inmensas de combustóleo, un derivado petrolífero altamente contaminante que a ningún país le interesa adquirir.

En un futuro, con la visión más enfocada a las energías limpias, como lo han expresado las dos candidatas a la presidencia, los días de la petrolera mexicana están contados.

CFE, otro elefante blanco

La CFE es otra empresa cuyo esquema ya fue rebasado. En este sexenio ha recibido 425 mil millones de pesos y acumula pérdidas por 32 mil millones. Basta mencionar que su pasivo laboral al término del año pasado suma 430 mil millones de pesos. A pesar de lo anterior, su director Manuel Bartlett y el propio presidente han cerrado las puertas a las empresas privadas que producen energías limpias, eólica y solar, con el fin de evitar la competencia a la paraestatal. Todas estas cuestionables decisiones provocan un desabasto muy importante de flujo eléctrico, desalentando la llegada del nearshoring, o relocalización de compañías extranjeras en suelo mexicano.

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Al menos como la conocemos, la CFE no podrá subsistir por mucho tiempo.

Confianza en las fuerzas armadas

Una de las instituciones que históricamente había generado más confianza entre la población mexicana, eran las Fuerzas Armadas de México. Sin embargo, el inmenso poder económico y político que les ha concedido el presidente y la secrecía con la que administran sus proyectos, han minado la confianza de la sociedad. No en pocas ocasiones han mostrado un desbordado abuso de poder por la vía de las armas contra la población civil y en otras, han sido descalificadas por los pobladores de las comunidades tachándolos de corruptos al servicio del crimen organizado.

La próxima presidenta tendrá que decidir si México continúa la tendencia militarista que ha impuesto Andrés, o decide regresarlos a sus cuarteles como mandata la Constitución. Desde luego, la primera opción es indeseable, mientras que la segunda será tremendamente complicada de negociar. Todo dependerá de los resultados del 2 de junio, hasta entonces, decir que se van, es tan sólo un ferviente deseo.

La mayoría calificada en el Congreso

Este tópico también entra en el terreno de la especulación, pero las tendencias señalan que ninguna de las opciones obtendrá mayoría calificada lo cual, sin importar el resultado de las elecciones presidenciales, es una buena noticia el contar con un Congreso que sirva de contrapeso a las intenciones autoritarias de un primer mandatario.

Honestidad y corrupción

La bandera de las tres campañas presidenciales de AMLO y que desde el inicio de su administración enfáticamente repite es: “No somos iguales”, la corrupción ya terminó. Una gran mentira que sus más de 30 millones de votantes creyó a pies juntillas, pero desde 2019, la realidad lo ha ido desmintiendo hasta desgastar su prestigio y su palabra, al grado de que ya podría considerarse como el presidente más corrupto de la historia.

Más allá de las irrefutables pruebas de saqueo, como el sonado caso de Segalmex —que ha superado en casi un 300% a la Estafa Maestra del sexenio de Peña Nieto—, han surgido noticias de graves casos de corrupción que implican a sus hijos, sus hermanos y amigos, que hacen ver a Raúl Salinas de Gortari o a los hijos de Marta Sahagún como verdaderos novatos.

Ya no hay forma de defender la honestidad de Andrés. Si su corcholata no gana las elecciones, podría convertirse en el primer expresidente en visitar la cárcel.

Medios alineados

Una de las defensas más poderosas del presidente ha sido la compra de lealtades de medios de comunicación, especialmente de canales de televisión abierta y periódicos de circulación nacional. Si bien, no hay más pruebas que los contratos de compra de inserciones para publicidad o publirreportajes, los propios medios se han encargado de evidenciar su afinidad con quien llena sus arcas con jugosos convenios. Es indispensable volvernos cautelosos de aquello que leemos pues, como están las cosas, es muy probable que nos crucemos con medias verdades o francas mentiras.

Y aquí cabe preguntarnos: ¿cómo se sentirán los muchos editorialistas honestos que escriben en las citadas publicaciones al saber que su línea editorial oficial está totalmente alineada con un gobierno deshonesto y autoritario?

Hasta aquí, esta segunda entrega. Estamos tocando apenas la punta del témpano, una pequeña, pero clara muestra de lo que pasa en las altas esferas del gobierno y el llamado a reflexionar que de nosotros dependerá si queremos que continúen así las cosas.

X: @diaz_manuel