La crisis migratoria es uno de los bastiones de la campaña electoral de Donald Trump rumbo a la candidatura presidencial del partido republicano. El flujo desbordado de migrantes en la frontera de México con EU es un “activo político” que no piensa desperdiciar. Sus declaraciones van desde “los inmigrantes envenenan la sangre del país”, hasta que hará todo lo necesario para impedir “que continue la invasión”.

Quien suceda a AMLO (hoy todo parece indicar que será Claudia Sheinbaum), heredará una problemática que no acaba en lo migratorio, sino que, especialmente con Trump, puede escalar a medidas comerciales como la imposición de aranceles, tasar el envío de remesas, o cierres parciales de la frontera (y más adelante, presiones para la revisión del T-MEC). Basta observar de lo que ha sido capaz el gobernador Greg Abbott, de Texas.

Si bien el problema migratorio es anterior a la administración del presidente López Obrador y no es de fácil solución, su ofrecimiento inicial de “otorgarles visas y trabajo”, aunado a la incapacidad para establecer controles y filtros efectivos para contener los flujos crecientes, agravaron la situación.

Trump ha recuperado la narrativa de que en 2019 sometió a AMLO para que México actuara como “guardia fronterizo” de EU con 28 mil soldados para que, con nuestros recursos, y de lado de nuestra frontera, “les hiciéramos el trabajo”. Además, nos impuso su política “Remain in Mexico” (que Biden después canceló).

El agravamiento de la crisis migratoria en este último año le queda como “anillo al dedo” a Trump para exhibir la incapacidad de Biden y AMLO para atender la seguridad fronteriza (preocupación principal del electorado de ese país, solo por debajo del tema económico/inflación).

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Pese a los encuentros de altos mandos de EU y México, no se ha logrado mantener un flujo migratorio regular. Mientras no se atiendan las causas que lo originan, entre las que está involucrado el crimen organizado, las crisis seguirán siendo recurrentes.

En diciembre pasado se llegó a un nivel histórico de cruce de ilegales; según datos de la Border Patrol, hubieron más de 300,000 “encuentros” (entre detenciones y expulsiones), desbordando a las ciudades en ambos lados de la frontera. En México, según el Boletín Estadístico de Situación Migratoria de la Segob, de enero a noviembre de 2023 más de 680 mil migrantes irregulares ingresaron al país, de los cuales alrededor del 90% han permanecido aquí.

Entre más crece la inmigración ilegal, más alto es su costo humanitario y financiero. En EU no se dan abasto para proporcionarles servicios básicos; mientras que, en México, el Instituto Nacional de Migración se ha mostrado incapaz de darles un trato digno y diligente (por lo que por cierto aún no responde su titular, Francisco Garduño). Se calcula que el costo total en EU para atenderlos puede ascender a 150 billones de dólares; mientras que el gobierno de nuestro país destinará en 2024 casi 19 mil millones de pesos de los cuales, poco más del 90% están etiquetados para aseguramiento, contención y deportación, y menos del 10% para ayuda humanitaria o de asistencia.

Sin acuerdos de cooperación será muy difícil alcanzar una solución. Peor aún, con la politización y uso electoral de este tema en EU, (es “moneda de cambio” en negociaciones presupuestales de su Congreso –i.e., aprobar el paquete de ayuda a Ucrania si se refuerzan las políticas migratorias, como el Título 42 de Trump–; y los alcaldes de las “ciudades santuario” también buscan obtener más recursos). Ante los tiempos electorales (además de la amenaza de juicio político al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas), Biden dijo ayer que ya “está listo para actuar”, y “hará cambios masivos”.

Este viernes, por segunda vez en tres semanas, se reunieron en Washington las delegaciones de los dos países. Sin mayor avance aparente, resaltó que Alicia Bárcena y Antony Blinken acordaron buscar apoyo regional (especialmente incluir a Guatemala).

Mientras tanto, en la carrera presidencial en nuestro país, este asunto, que es transversal por sus efectos, no parece estar en la agenda prioritaria. Claudia no lo mencionó dentro de los 17 puntos “de visión estratégica” que presentó en su cierre de campaña el pasado jueves, y tampoco fue abordado por Xóchitl o Álvarez Máynez. Por ahora, no es tema electoral.

El hecho es que el problema migratorio en México ha pasado de mandatario en mandatario como papa caliente. A ver si no sucede pronto lo que dice la canción: la papa caliente estaba en un sartén, tenía mucho aceite, ¿quién se quemó?, 1,2, y...