A propósito de circunstancias paralelas que ocurren en el Reino Unido y nuestro país, no es ocioso revisar cómo han reaccionado ante cierta similitud de acontecimientos la Reina Isabel II y el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), siendo que ambas situaciones se relacionan con conductas reprobables, bien sea de familiares como es el caso de la monarca, o funcionarios de muy bajo rango, como ocurre con el mandatario mexicano.
La Reina Isabel II, ha demostrado en no pocas ocasiones contar con el cobijo y respaldo del pueblo en el Reino Unido. En febrero próximo cumplirá 70 años en el trono, habiendo superado ya a la Reina Victoria como la soberana más longeva en la historia de la monarquía británica. Durante ese periodo ha sobrevivido serias crisis; guerras, abdicaciones, revoluciones, reyes homicidas y accidentes fatales. Más recientemente ha padecido por el mal comportamiento de integrantes de la familia, pero aún en ese contexto, su ética y buen juicio han prevalecido porque conoce a la perfección sus deberes y obligaciones y es consciente de que su principal responsabilidad es hacia con el pueblo que gobierna. De ahí que haya desterrado a su nieto Harry y hace pocos días retirado títulos militares y mecenazgos a su hijo Andrew.
El caso de Andrés, como le conocemos de este lado del orbe, llama particularmente la atención, toda vez que, tras el fallo sobre la demanda por abuso sexual que enfrenta, el Palacio de Buckingham anunció que el príncipe renunciaría a sus títulos militares y mecenazgos reales. A modo de reprimenda punzante, el Palacio también afirmó que el príncipe ya no utilizaría el título “Su Alteza Real”. La brusca declaración del Palacio aseguró que Andrés “seguiría sin asumir ninguna función pública” y que “está defendiendo este caso como un ciudadano privado”.
Es decir que, su madre, actuó como reina, y contrario a hacer uso de su fuerza, de su poder, de sus contactos, de cobrar tal vez favores, de amedrentar a quienes investigan al príncipe, marcó distancia, le retiró los títulos, cargos y rangos militares como correspondía de acuerdo a los cánones de la monarquía y dejará que sean los tribunales los que dictaminen lo concerniente al caso.
En tanto, del otro lado del mundo, el presidente López Obrador, ha dejado de manifiesto una vez más que, aunque viva en un palacio, no tiene la calidad moral ni ética para erigirse como un estadista, como un verdadero jefe de Estado, como un mandatario digno del país que representa.
Esta misma semana, al darse a conocer por parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SER), el listado de personajes que asumirán cargos diplomáticos; se ha encontrado que al menos dos de ellos han sido acusados por acoso y/o abuso sexual.
Es el caso del historiador Pedro Salmerón, a quien el presidente López Obrador nominó para asumir el cargo de Embajador de México en Panamá, generando de inmediato un alud de críticas por parte de feministas, activistas, legisladoras y organizaciones civiles, que mostraron su indignación en redes sociales y alzaron la voz para recordar que en contra de este nefasto individuo existen acusaciones de acoso sexual.
De inmediato se hizo tendencia el hashtag #UnAcosadorNoDebeSerEmbajador saliendo a la luz nuevamente las historias que se hicieron vírales años atrás a través de #MeToo, cuando estudiantes y ex alumnas del ITAM acusaron al también ex director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEGRM), de aprovechar su posición de profesor para acosarlas sexualmente.
Ante la ola de críticas, el presidente de México, defendió su propuesta y pidió esperar a que se presenten las pruebas correspondientes.
“No existe, según entiendo, una denuncia formal legal. Hay que esperar a que se presenten las pruebas (...) es un historiador de primera, después de Friedrich Katz, es una gente muy preparada, por eso vamos a esperar que haya información, que haya pruebas”, señaló López Obrador, quien durante toda su vida se ha dedicado a emitir juicios sumarios y crucificar a toda clase de “adversarios” sin exhibir pruebas.
No por nada la reina sigue siendo muy querida por el pueblo británico; su desempeño después de 70 años no está a discusión, aún y cuando 14 primeros ministros han servido durante su reinado, empezando por Winston Churchill. AMLO en cambio, lleva tres años en el cargo, se ha peleado con prácticamente todos los sectores del país, llámense maestros, médicos, ingenieros, empresarios, instituciones, con la clase media, con medios de comunicación y un largo etcétera. Su desempeño es menos que mediocre y lleva tres años culpando a los ex presidentes Vicente Fox, Felipe Calderón, y Enrique Peña Nieto, por las condiciones en que le dejaron al país.
Isabel II, no ha metido las manos ni siquiera para defender a su vástago, aún cuando siempre se dijo que era el hijo favorito. Andrés Manuel en cambio, espera que le lleven pruebas o denuncias porque evidentemente no le basta con lo expresado por las jóvenes que han señalado de abuso sexual a Pedro Salmerón.
La reina le ha retirado títulos y rangos militares a su propio hijo. López Obrador en cambio, premia a un presunto violador otorgándole la distinción como embajador de México, cuando al parecer, su único mérito es que es protegido y cuenta con la bendición de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller.
Definitivamente, AMLO no es la Reina Isabel, por más que viva en un palacio.
Salvador Cosío Gaona: @salvadorcosio1
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